“No podemos seguir estancados en el callejón sin salida de un sistema de producción de alimentos que depende del petróleo”
Servindi, 3 de agosto, 2014.- “La agroecología significa entender cómo trabaja la naturaleza para replicar su funcionamiento natural en las chacras y así reducir la dependencia de insumos externos” afirma Olivier De Schutter, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación en una entrevista publicada por el último número de la revisa Leisa.
“Creo que debemos enseñar más sobre la agroecología y alentar los intercambios entre agricultores. No podemos seguir estancados en el callejón sin salida de un sistema de producción de alimentos que depende del petróleo” prosigue el relator.
Olivier De Schutter se ha pronunciado muchas veces sobre la urgente necesidad de que haya cambios en los sistemas alimentarios mundiales. En marzo de 2014 publicó su informe finalhaciendo firmes recomendaciones a favor de la agroecología. A continuación la entrevista:
La agroecología y el derecho a la alimentación
– ¿Por qué recomienda apoyar a los agricultores de pequeña escala?
Sabemos que las granjas pequeñas son muy productivas, más que las grandes granjas de monocultivos por unidad de superficie de tierra cultivada. La confusión surge porque calculamos su rendimiento tomando en cuenta solo los productos que estas grandes granjas suministran. Y sí, son productivas, pero las pequeñas granjas combinan diferentes productos y son mucho más eficientes en la manera en que utilizan los recursos.
Si tomamos en cuenta todos los diferentes productos, lo que rinde una pequeña granja puede ser muy impresionante. El problema fundamental es que hemos desarrollado una situación con sistemas agrícolas industriales que nos han convertido en adictos a los combustibles fósiles, acelerando, como resultado, las emisiones de gases de efecto invernadero. Los sistemas alimentarios se han vuelto sumamente dependientes del petróleo, pero este se está acabando, por lo que podrían no ser sostenibles en el futuro.
Necesitamos alternativas y existen buenos argumentos desde el punto de vista de la eficiencia de los recursos y la resiliencia para apoyar sistemas alimentarios que son mucho más agroecológicos y hacen mejor utilización nuestros recursos naturales.
– ¿Cómo está relacionada la agroecología con el derecho a la alimentación?
Primero, agroecología no es lo mismo que agricultura orgánica. Significa entender cómo trabaja la naturaleza para replicar las complementariedades entre plantas, árboles y animales, y el funcionamiento natural de la naturaleza en las granjas para reducir la dependencia de insumos externos tales como fertilizantes químicos. Esta es una manera sostenible de producir alimentos, puesto que preserva la capacidad de alimentarse para las generaciones futuras.
Contribuye mucho más a la salud del suelo, reduce la dependencia de energías fósiles y también es una manera de hacer agricultura a bajo costo. De manera que para los agricultores de los países en desarrollo, que tienen acceso muy limitado a los créditos y son mucho más vulnerables a los riesgos que los agricultores de los países desarrollados, la agroecología es una solución muy interesante para el desarrollo agrícola.
– Usted dice que los sistemas de producción deben responder a “necesidades” y no a “demandas”.
En efecto. El problema es que una vez que los alimentos son un producto que responde a las leyes de la oferta y la demanda, satisfarán solo las necesidades de aquellos que tienen el mayor poder adquisitivo. En otras palabras, no cubrirán las necesidades básicas de las personas más pobres, que no tienen dinero para gastar. La producción de alimentos estará orientada hacia la satisfacción de los gustos de los segmentos más ricos de la población.
Los mercados de tierras y agua son cada vez más globales y la diferencia entre el poder adquisitivo de las poblaciones del Norte y del Sur tienen que competir por los mismos recursos. Esto está creando una paradoja en la que los gustos de lujo de algunas partes de la población mundial son satisfechos, mientras que las necesidades básicas de los demás no son reconocidas y no pueden ser satisfechas.
– ¿Qué papel deben jugar los consumidores en el cambio de los sistemas alimentarios?
Los consumidores tienen mucho más poder de lo que generalmente reconocen y tengo la esperanza de que esta nueva generación tome decisiones que sean mucho más responsables e informadas acerca de los impactos sociales y ambientales de las maneras en que compran y consumen alimentos.
De hecho, hace 15 años la mayor parte de las personas se preocupaba por tener una gran diversidad de alimentos baratos disponibles durante todo el año. Ahora la gente presta mucha más atención a los impactos de sus prácticas de compra y hace preguntas acerca de los derechos laborales, la sostenibilidad, la distancia entre el lugar de producción y el de consumo de los alimentos, etcétera. Creo que es algo bueno. ¿Es suficiente? Tal vez no. En parte porque esta gente es una parte relativamente pequeña de la población, la más informada y la más consciente. Y además porque debemos aceptar que consumir más responsablemente también significa consumir menos de ciertas cosas y menos carne en particular.
Estamos empezando a comprender que nuestro consumo excesivo de carne tiene un enorme impacto sobre los recursos naturales, haciendo que la tierra y el agua sean más escasas. Nuestro nivel actual de consumo de carne en la Unión Europea es de 75 kg por persona por año en promedio. Esto es demasiado para el medio ambiente y también crea una serie de problemas de salud. Así que un cambio hacia estilos de vida más saludables y cambios en la manera en que consumimos alimentos serían convenientes y podrían vislumbrarse en el horizonte.
– ¿Por qué es tan importante el acceso a la tierra?
Durante muchos años creímos que había tierra disponible en abundancia y que no habría competencia por este recurso. Pero la crisis mundial del precio de los alimentos en 2008 llamó la atención de muchos gobiernos a la necesidad de asegurar el acceso a la tierra porque los mercados globales no eran fiables.
Hubo interés en las tierras de cultivo no solo de parte de los gobiernos sino también de los inversionistas privados. Esto llevó a lo que muchos llaman “acaparamiento de tierras”. Desde 2008 hasta 2011 enormes áreas fueron compradas o arrendadas, aunque esta tendencia está disminuyendo ligeramente ahora. De manera que la tierra se ha convertido en una mercancía por la que hay competencia.
El problema es que en muchas regiones, quienes utilizan y dependen de la tierra para su subsistencia no tienen acceso seguro a ella. Corren el riesgo de no poder competir en los mercados de tierras y de ser desalojados de las tierras de las que dependen porque alguien con mayor poder adquisitivo puede comprarlas. Esto se está convirtiendo en un problema serio, incluso para las generaciones más jóvenes en los países industrializados, para quienes, debido a la inflación en los precios de la tierra y la maquinaria, es muy difícil iniciarse en la agricultura a menos que sus padres sean agricultores. Es necesario, por lo tanto, tener programas para mejorar el acceso a la tierra y al crédito, y para garantizar que la tierra sea utilizada por aquellos que la traten mejor.
– ¿Qué políticas son necesarias para tener sistemas alimentarios más justos y sostenibles?
Necesitamos políticas que sean mucho más coherentes, desde el nivel local hasta el nivel global. Veo muchos ejemplos de sistemas alimentarios locales que están siendo reconstruidos, con consumidores más activos vinculados a los productores y que cuentan con el apoyo de los municipios. Los recursos locales pueden ser mejor utilizados para dar forma a sistemas alimentarios más sostenibles y justos tanto para consumidores como para productores. Sin embargo, sucede muy a menudo que este tipo de iniciativas locales no reciben el apoyo de las políticas nacionales o el marco global.
La mayor parte del tiempo las políticas agrícolas nacionales no prestan atención a las dimensiones locales de los sistemas alimentarios. Y el marco global apoya la expansión de la agricultura basada en la exportación, pero no apoya el que los gobiernos tomen en consideración aquellas dimensiones de los sistemas alimentarios que no aumentan los volúmenes de producción. Necesitamos más coherencia entre los diferentes niveles de gobierno y mucha más democracia alimentaria. Los ciudadanos deberían responsabilizar a los gobiernos por la inequidad y la insostenibilidad de los sistemas alimentarios que promueven. Existe la necesidad de cambiar las políticas agrícolas por políticas alimentarias para que estas otras dimensiones sean tomadas en cuenta. Es por esto que los temas relacionados a la gobernabilidad son esenciales para lograr la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles.
– ¿En qué organismo internacional se debería discutir el comercio de alimentos y la agricultura?
Hubo un intento en los últimos cuatro a cinco años por mejorar la coherencia de las diferentes políticas sectoriales que afectan a la seguridad alimentaria a nivel global. Esto llevó a una reforma del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial que se reúne en Roma bajo los auspicios de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Es un comité ampliamente representativo que incluye a todos los gobiernos, todos los organismos internacionales relacionados con la alimentación y la agricultura, el sector privado, ONG y organizaciones de agricultores que trabajan juntos para ofrecer recomendaciones a los gobiernos.
Espero que en el futuro este comité, en tanto que es incluyente y transparente, pueda tener una mayor influencia en la definición de las reformas a nivel global y nacional. Desafortunadamente el comercio está completamente fuera de discusión y el comité no está autorizado para debatir en profundidad el impacto de las políticas comerciales sobre la seguridad alimentaria. Esto está bajo el mandato de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Creo que esto es un error y que debería ser visto como parte del problema. No tiene sentido discutir sobre inversión agrícola, seguridad alimentaria y cambio climático, y no incluir el comercio cuando tiene un impacto tan grande en la configuración de las políticas agrícolas y alimentarias.
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Fuente: Revista Leisa