Durante 2010 -y por segundo año consecutivo- más soldados de Estados Unidos murieron por suicidio (468) que en combate (462). Los estragos del suicidio entre las tropas expedicionarias del imperio estadounidense fue la noticia elegida como la más censurada entre las 25 “historias top” seleccionadas este año por el anuario Censurado 2012, lanzado el 4 de octubre 2011 por el Proyecto Censurado que encabezan académicos de la Universidad Sonoma State de California y otras casas de estudios superiores, liderados por Peter Phillips y Mickey Huff, en colaboración con 105 profesores y 244 estudiantes de 19 universidades.
“Porque lo ignoramos, por favor háganos saber si usted… conoce alguna causa que induzca a la gente a cometer suicidio”, clamó el general Peter Chiarelli en el periódico Army Times (Los Tiempos del Ejército). El suicidio es una reacción humana trágica pero predecible cuando se es convocado a matar -y observa que sus amigos son muerto- en una guerra basada en mentiras, afirmó Chris Hedges. Quizás el hecho de ser forzados a empacar la carne destrozada de sus compañeros soldados podría ser otra razón que está influyendo en recurrir al suicidio.
“Excluyendo accidentes y enfermedades, 462 soldados murieron en combate, mientras 468 se suicidaron. La diferencia de seis no es de ninguna manera extensa, pero el simbolismo es significativo y preocupante. En 2009, hubo 381 suicidios de personal militar, un número que también excedió la cantidad de muertes en combate”, escribió Cord Jefferson, editor de www.Good.is.
Uno de los problemas que obstaculizan la tentativa militar de entender los suicidios de soldados es que no conocen la razón real, ni qué clase de soldado se está matando. Aunque muchas víctimas de suicidio fueron diagnosticadas con “desorden de stress post-traumático” por haber hecho frente a combates pesados en Oriente Medio, la verdad es que muchos suicidas nunca fueron desplegados en el exterior. De los 112 soldados de la Guardia que se suicidaron en 2009, más de la mitad nunca abandonó el suelo norteamericano. Lo que queda claro es que quienes son enviados por el complejo, militar, industrial, financiero, político y mediático de Washington a llevar sufrimiento a países pobres, débiles y a arrasar con sus pueblos desconocidos, también enfrentan conflictos con el despiadado sistema militar imperial.
El ignorado trabajo mortuorio
“Pasamos por todo”, dijo, cuando la conseguí por teléfono en Buffalo, NY, donde estudia un Ph.D, escribió Chris Hedges. Este fue el relato de Jess Goodell:
“Obteníamos todo lo que tenía el cuerpo del marine. Todo el mundo tenía una copia de las reglas de enfrentamiento en su bolsillo del pecho izquierdo. Usted encontraba las notas que la gente se había escrito unos a otros. Usted encontraba listas. Las listas eran comunes: las cosas que quisieron hacer cuando regresaran al hogar o la comida que quisieran ingerir. Lo más difícil eran las imágenes. Todo el mundo tenía una imagen de su esposa, sus niños o su familia. Y entonces usted tenía a los más jóvenes, que pudieran tener 18 años, y tenían fotos del baile de fin de curso junto a imágenes de lo que me imagino fueron sus primeros automóviles. Todo el mundo tenía una cuchara en su chaleco antibala. Había bolígrafos, basura, envolturas y alimentos listos para comer. Todo ello conseguiría enviarse [a los hogares de los infantes de marina].
“Teníamos todos la idea que en cualquier momento podría estar uno de nosotros en la tabla”, dijo Jess. “Imagino a los infantes de marina pensando que fuimos allí a morir. Y la gente escribió cartas diciendo ‘si muero quisiera que supieras que te amo’. O ‘quisiera que mi automóvil sea de mi hermano menor’. Cosas así. Llevaban esas cartas en sus cuerpos. Tuvimos un infante de marina que ‘procesamos’ y en su cartera conservaba una imagen de un ecograma del bebé que le había enviado su esposa embarazada. Y muchos marines habían tatuado su información vital debajo de una axila. Se llamaba etiqueta de la carne”.
“Hacían que estos infantes de marina hicieran lo que llamaban trabajo de ‘puta’”, dijo Goodell. “Les asignan para ser ‘la perra’ de algún otro por el día. Teníamos a un individuo obeso en nuestro pelotón, no en Iraq sino en California. Se le consideró físicamente inadecuado, que significó enviarlo a entrenamiento físico adicional. Cuando regresó a trabajar lo rotaban. Un día estaba con este cabo o este otro sargento. Un día me lo enviaron. Lo tuve por una hora. Recuerdo haberlo enviado a llevar alguna cosa. Era muy común hacerlos cavar un agujero y llenarlo de arena o trasladar las bolsas de arena hasta la cima de una colina y después llevarlas abajo otra vez”.
La unidad fue enviada a recoger cuerpos de infantes de marina que generalmente se mataron poniendo los rifles bajo sus barbillas y accionando el disparador.
“Teníamos, luego, el trabajo de papeleo para tomar la huella dactilar, pero comenzamos a conseguir cuerpos que no tenían ninguna mano o conseguíamos cuerpos que apenas eran carne”, explicó Goodell, quien publicó su experiencia bajo el título “Shade It Black: Death and After in Iraq” (“Sombra en Negro: Muerte y Después en Iraq”). El título del libro alude el recurso que necesitó la unidad mortuoria: sombrear en negro las partes del cuerpo que faltaban en un cadáver. “Llegó a ser muy rápidamente inútil tener un formulario para huella dactilar que completar. Para el momento en que conseguíamos un cuerpo podía ser que hubiera pasado un tiempo y el rigor mortis ya se había fijado profundamente. Las manos estaban generalmente apretadas, como si todavía sostuvieran su rifle. No podíamos enderezar los dedos fácilmente”.
Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
http://www.argenpress.info/2011/10/las-25-noticias-mas-censuradas-20102011_06.html