Políticas de adaptación al cambio climático deben valorar conocimientos tradicionales

Recuperación de andenes en la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas
Recuperación de andenes en la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas

Por Oscar Guerrero Bojorquez* – Servindi

A falta de pocos meses para celebrarse la Vigésima Conferencia de las Partes (COP 20) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en Lima, los gobiernos afinan los últimos detalles de las diversas posiciones que llevaran sus delegados a tan importante cita.

Todo apunta a que los países industrializados no aportarán nada nuevo al encuentro y se dedicarán a hacer un monólogo del mismo exponiendo políticas de reducción de gases de efecto invernadero (GEI) que ya todos conocen y que tan pocos resultados positivos han dado.

Ante esta situación lo lógico sería que los gobiernos de corte progresista capitalizaran la coyuntura empujando a las partes a un debate franco sobre los temas más puntiagudos y así no limitarse al cumplimiento de una agenda en torno a los temas eje que se negocian en grandes bloques.

Justamente uno de los temas que reviste mayor importancia es el ligado a la amplia gama de conocimientos tradicionales que podrían integrarse a un sinfín de proyectos públicos destinados a combatir los efectos del cambio climático. Si bien la mayoría de estados no han dado a entender que sus argumentos en los debates del foro priorizarán este punto, se debe hacer todo lo posible para que el mismo sea abordado en Lima.

¿Que son los conocimientos tradicionales?

Pero ¿Qué son los conocimientos tradicionales? La definición más exacta dice que son aquellos que poseen los pueblos indígenas, afroamericanos y comunidades locales transmitidos de generación en generación, habitualmente de manera oral y que han sido desarrollados al margen del sistema de educación formal.

Estos saberes tienen su base jurídica en el Convenio de Diversidad Biológica, cuyo artículo 8 inciso j consigna que las partes contratantes:

“Con arreglo a su legislación nacional, respetará, preservará y mantendrá los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica y promoverá su aplicación más amplia, con la aprobación y la participación de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y prácticas, y fomentará que los beneficios derivados de la utilización de esos conocimientos, innovaciones y prácticas se compartan equitativamente”1.

En contraposición a este postulado, la realidad de los países da cuenta del incumplimiento sistemático del Convenio y de la poca conciencia de la clase política dirigente a la hora de tomar decisiones de relevancia para la conservación de la biodiversidad y la promoción de los saberes ancestrales.

La situación difícilmente cambiará si no cambia el modelo neoliberal que privilegia el conocimiento y las reglas de juego occidentales. Porque si no se crean condiciones jurídicas favorables y no hay voluntad política para aplicar los conocimientos tradicionales en proyectos nacionales, regionales y globales, que mitiguen los efectos devastadores del cambio climático, es por la sencilla razón de que el modelo extractivista neoliberal se resiste a ser reemplazado. Y aquí todos mostramos distintos temores, miedo a la sustitución de estereotipos de vida, miedo a rebajar nuestras ansias consumistas, miedo a perder nuestros privilegios, miedo a enfrentarnos a redes corporativas corruptas, miedo a concientizar y ser concientizado.

Todas las discusiones que se lleven a cabo en Lima están condenadas al fracaso más rotundo si no atendemos las demandas de quienes están sufriendo las consecuencias de nuestra desidia y apatía allá por los rincones más apartados del globo. La solidaridad para con las comunidades indígenas y sus derechos a extender la aplicación de sus conocimientos ancestrales al grueso de la población local es algo que cualquier ciudadano honesto debería manifestar.

Sea cual sea el nivel de consenso que alcancen los países al cierre de la cumbre (en caso de alcanzar alguno), nada revertirá el daño irreversible que ya se ha hecho y se hará al planeta, ni mucho menos se deben aguardar medidas espectaculares para reducir las emisiones de GEI por parte de estados que siguen defendiendo un sistema de producción basado en elevadas emisiones de dióxido de carbono como los Estados Unidos. Es de esperar que la presión ciudadana mundial se incremente y conduzca, principalmente a los países industrializados, a arribar a un nuevo Pacto Climático Global que establezca acuerdos y políticas públicas vinculantes para combatir las causas principales del cambio climático.

Dicho esto, colectivos de la sociedad civil comprometidos con esta causa y convencidos de que las potencias harán una defensa a ultranza del statu quo en la COP 20, vienen articulando iniciativas que bien podrían tener un impacto significativo en el marco de los esfuerzos por paliar en algo la crítica situación en la que se halla el planeta desde el punto de vista ambiental y del desarrollo humano. En este acápite trae a colación un enunciado fundamental del Convenio Sobre La Diversidad Biológica que muchas veces no es tomado en cuenta en las políticas ambientales:

“Reconocemos la estrecha y tradicional dependencia de muchas comunidades locales y poblaciones indígenas que tienen sistemas de vida tradicionales basados en los recursos biológicos, y la conveniencia de compartir equitativamente los beneficios que se derivan de la utilización de los conocimientos tradicionales, las innovaciones y las prácticas pertinentes para la conservación de la diversidad biológica y la utilización sostenible de sus componentes”2.

Como decíamos líneas arriba, las iniciativas de algunas organizaciones de la sociedad civil se focalizan en el diseño de programas basados en este reconocimiento intrínseco y en la aplicación de los conocimientos tradicionales que poseen los pueblos indígenas de cuatro países sudamericanos, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, y que estarían en capacidad de revertir daños concretos ocasionados por el calentamiento global. Las mismas organizaciones internacionales que llevan adelante estudios sobre este potencial reiteradamente han exhortado a los gobiernos de estos países a tomar medidas que favorezcan la revalorización de los saberes tradicionales.

Sin embargo solo en contados casos las políticas de los cuatro gobiernos mencionados se han orientado a este propósito como lo revela un estudio de vital importancia alusivo al tema publicado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) bajo el título “Políticas Públicas, Cambio Climático y Conocimientos Tradicionales en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia”. El trabajo fue presentado en el marco del proyecto «El Clima Cambia, Cambia Tú También». La investigación toma en consideración el periodo comprendido entre los años 1988-2013.

Importancia de los conocimientos tradicionales de los pueblos ancestrales de Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador

Los cuatro países sudamericanos detentan un gran bagaje de conocimientos tradicionales que se remontan a tiempos inmemoriales. Todo este potencial se ha mantenido a pesar de muchas circunstancias adversas que experimentaron los pueblos indígenas a lo largo de la historia. En el ejemplo de estos países es menester realzar el significado de estos conocimientos en la coyuntura actual, cuando el cambio climático amenaza con repercutir negativamente en todos los campos del quehacer humano.

Perú

El centro de la otrora civilización Inca alberga comunidades indígenas y campesinas conocedoras de múltiples técnicas de adaptación al fenómeno del cambio climático. La predicción del clima para generar modelos predictivos que mejoren el entendimiento de los factores que condicionan el cambio climático, la siembra y cosecha de agua que consiste en construir zanjas de infiltración que permiten captar agua de lluvia para mejorar el caudal de los manantiales, los cercos vivos basados en forestación y reforestación con especies nativas resistentes como la “queñoa”, “colle”, “mutuy” para evitar las plagas, así como protegerse de los vientos y las heladas, las estrategias agrícolas que suponen la construcción de andenes para recuperar suelos cultivables y especies genéticas, son algunas de las técnicas empleadas en este país poseedor de una abundante biodiversidad.

En el presente año el gobierno peruano convocó al concurso “Buenas Prácticas Frente al Cambio Climático” en el medio rural con el fin de realzar los aprendizajes de las comunidades campesinas para afrontar el cambio climático. Los ganadores recibirán premios de hasta diez mil nuevos soles para materializar sus proyectos. El certamen es positivo, aunque a todas luces insuficiente para promover las prácticas ancestrales. Se necesita destinar muchos más recursos y dar cabida a los indígenas en simposios y foros de alcance nacional para que un auditorio más grande se familiarice con estos saberes.

Bolivia

A partir del año 2009 y hasta nuestros días en Bolivia prevalece una visión orientada a la defensa nacional de los recursos naturales, sobre todo el sector de hidrocarburos, en relación a los apetitos voraces de las corporaciones transnacionales.

Los temas de cambio climático ocuparon un lugar central en la agenda política del país desde el año 2009, de la mano del presidente Evo Morales, para quien las potencias estaban esquivando su responsabilidad histórica en lo que atañe a las consecuencias negativas que acarrea el cambio climático queriendo trasladar esa tremenda carga a los países no industrializados mediante políticas que mercantiliza la naturaleza como el negocio del carbono.

En el ámbito de los conocimientos tradicionales, cabe destacar que la Constitución Política del Estado reconoce, de modo expreso, el derecho de los pueblos indígenas originarios campesinos y la necesidad de que se respeten, valoren y promocionen sus saberes y conocimientos tradicionales, entre estos la utilización tradicional de medicamentos herbarios.

Colombia

Colombia ratificó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) en 1994. En 2002 se creó la Oficina Colombiana para la Mitigación del Cambio Climático en el Ministerio de Ambiente. Actualmente se encuentra avanzada una propuesta de política pública sobre el conocimiento tradicional asociado a la agro-biodiversidad para pueblos indígenas, comunidades negras o afrocolombianas y campesinos.

Uno de los conocimientos más antiguos, data de 8 000 años atrás, entre los indígenas es el arte de tejer bejucos (plantas trepadoras tropicales, cuyos tallos largos se emplean para fabricar tejidos, muebles, bastones, etc.) en la zona andina colombiana. El uso sostenible del bosque y de sus productos derivados, como los bejucos en este caso, y que una comunidad derive de estos su sustento, hace que esta comunidad valore y conserve los bosques. Es así como el uso de los recursos de la biodiversidad es una estrategia para la conservación de los ecosistemas.

Ecuador

En 1996 se crea el Ministerio de Medio Ambiente, como autoridad nacional responsable de definir las políticas ambientales y controlar las acciones privadas que pudieran afectar los recursos naturales y el ambiente. Pero esto último no ha estado ocurriendo. No existen suficientes normas legales que velen por los conocimientos tradicionales propiamente.

Uno de estos saberes se vincula al manejo y uso de agua, cuyo potencial como estrategia exitosa de adaptación al cambio climático en sectores rurales del Ecuador es grande. Esta práctica se asocia a las experiencias de los campesinos que se preparaban ante los eventos adversos del clima, como la sequía.

No menos relevante resultan las aplicaciones médicas de la epibatidina, un analgésico derivado de la rana multicolor ecuatoriana, 250 veces más potente que la morfina y que no provoca efectos secundarios como adicción. La utilidad de esta sustancia se llegó a conocer gracias a las investigaciones que realizaran los pueblos indígenas del Ecuador. De manera escandalosa una farmacéutica estadounidense llegó a patentar este conocimiento sin la participación de investigadores ecuatorianos. Este tipo de atropello es el que no debería permitir el Estado. Cabe preguntarse si las normas jurídicas acaso no están para amparar a los ciudadanos de un país.

Conclusiones

En síntesis se puede deducir que se ha hecho muy poco en promover los conocimientos tradicionales y prácticas ancestrales. Y tal vez ello sea resultado de la casi inexistente voluntad de los gobiernos en divulgar y financiar las cosas que dominan los ciudadanos que viven alejados de la decadente civilización occidental. No es una exageración sostener que a muchos gobernantes se les ha lavado el cerebro con el discurso del progreso al estilo occidental cómo única alternativa viable al desarrollo sostenible.

Los estados mantienen una tarea pendiente de gran trascendencia para las nuevas generaciones: rescatar el enorme potencial de los conocimientos ancestrales para colocarlos en seguida en el centro del debate sobre cambio climático y alteración de múltiples ecosistemas tanto en América del Sur como en otras regiones.

Más allá del estudio muy bien intencionado de la UICN que de ninguna manera debe ser dejado de lado, queda claro que apostar hoy por proyectos derivados del saber acumulado desde tiempos inmemoriales, el mismo que se ha ido transmitiendo en distintas etapas del desarrollo de la humanidad, choca frontalmente contra los intereses de la economía neoliberal y los lobbys creados para consolidar una sola visión de la lucha contra el cambio climático.

Se requiere además proteger los derechos de las comunidades indígenas, incluidos los derechos territoriales, pues no se pueden articular planes de adaptación en base a conocimientos tradicionales sin resolver el tema de tenencia de tierras.

Finalmente, ya que los mayores contaminadores del mundo se muestran incapaces de coordinar acciones encaminadas a encarar la problemática climática, es necesario generar una corriente de opinión favorable a un desarrollo sostenible en el tiempo, ejecutando políticas públicas que sepan conjugar los conocimientos tradicionales con los actuales para así estar mejor preparados ante las contingencias futuras.

Notas:

(1) Documento Oficial. Convenio Sobre La Diversidad Biológica. Pag. 7 Naciones Unidas, 1992. https://www.cbd.int/doc/legal/cbd-es.pdf

(2) Ibídem. página 2.

Bibliografía

1. Documento preparado por Investigadores del Instituto “Alexander von Humboldt”, Bogotá, Colombia. Leer aqui.

2. El Mundo Indígena 2014. Copenhague, 2014. Grupo Internacional de Trabajo Sobre Asuntos Indígenas IWGIA. Varios autores.

3. Selva Vida. De la Destrucción de la Amazonía al Paradigma de la Regeneración. Lima, 2013. Stefano Varese, Frédérique Apffel-Marglin y Roger Rumrrill, editores.

4. Los otros derechos de los pueblos indígenas. Aproximación a los derechos a la libre determinación y a beneficiarse de la explotación de recursos naturales en sus territorios. Instituto de Defensa Legal (IDL), Lima, 2012. Juan Carlos Ruiz Molleda.

5. Simposio “Cambio Climático: Una Montaña de Desafíos”. La Paz. Ver aqui


*Óscar Guerrero Bojorquez es magíster en Periodismo y especialista en Problemática Internacional.

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