Por Fabiana Frayssinet
RÍO DE JANEIRO, 3 may (IPS) – María dos Prazeres de Souza perdió la cuenta de la cantidad de nacimientos “sin ninguna muerte” que atendió como partera, oficio que actualmente se busca rescatar en las comunidades tradicionales de Brasil a las que el Estado no llega o que su accionar no es del todo comprendido culturalmente.
De Souza tiene 74 años y cuenta que hasta 2008 intervino en 1.000 partos, tanto en Jaboatão dos Guararapes, el municipio que habita, como en el resto del estado de Pernambuco y en otros vecinos del Nordeste.
Aunque reconoce el dolor de la mujer en todo alumbramiento, aún continúa sorprendiéndose por ese cambio de la expresión del llanto al placer.
“La mujer en trabajo de parto siente dolor, pero cuando nace el bebito sonríe y llora de alegría”, describió a IPS al recordar todas las lágrimas que ella misma derramó de emoción en cada nacimiento.
Esta partera de origen indígena aprendió el oficio por herencia cultural. Su madre, abuela y bisabuela le transmitieron desde niña ese conocimiento y práctica.
“Al principio atendía partos de gatas, perros y otros animales, pero después y ante situaciones de emergencia, cuando mi madre no estaba, comencé a asistir a mujeres en sus casas”, recordó. Posteriormente hizo un curso de enfermera obstétrica y también trabajó en hospitales durante 20 años.
Ahora, ya jubilada, sigue atendiendo partos a domicilio, a veces “hasta por un abrazo a cambio”, como muchas de sus colegas que traen vidas en los rincones más miserables del país.
“No se puede negar que las tecnologías y prácticas del modelo oficial de salud trajeron grandes avances, pero debemos esforzarnos por asociar y conseguir un equilibrio entre lo tradicional y lo biomédico si queremos garantizar la salud de la madre y del niño, no solo físicamente sino mental y espiritualmente”, indicó Paula Viana, coordinadora del Programa de Parteras del Grupo Curumim, en Pernambuco.
Por su sabiduría y experiencia, las parteras deberían ser integradas y no excluidas del sistema de salud, sostuvo Viana en entrevista con IPS.
Este programa del Grupo Curumim demostró, entre otros beneficios, que las parteras tradicionales contribuyen a evaluar más precozmente problemas del embarazo y que, como líderes naturales, ayudan en casos de mujeres violadas o en campañas de vacunación o de prevención del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Su trabajo colaboró en el aumento constatado de las consultas prenatales en los servicios públicos, así como en prácticas saludables, como la lactancia materna, y en acciones terapéuticas leves, como masajes, baños y contención afectiva.
El Grupo Curumin, en ocasión de la celebración este sábado 5 del Día Internacional de la Partera, impulsará una campaña para valorizar el oficio de las comadronas tradicionales entre los indígenas y en “quilombolas”, comunidades de habitantes de los antiguos quilombos o refugios de esclavos negros.
La campaña pedirá también el reconocimiento del nacimiento en domicilio asistido por parteras tradicionales en el Sistema Único de Salud (SUS), la red integrada de Brasil, y su reconocimiento como “un patrimonio inmaterial”.
“Las parteras tradicionales son el eslabón entre la comunidad y los servicios de salud. En muchos lugares donde no hay médicos, son ellas las que se ocupan de atender a la población en general, y otras veces son la única conexión para llevar a alguna persona enferma a hospitales u otros puestos sanitarios de ciudades vecinas”, destacó Viana.
De Souza conoce muy bien ese aislamiento de muchas comunidades rurales, selváticas o ribereñas. Alguna vez llegó a atender un parto en un primer piso de una casa a medio construir, sin escalera siquiera, teniendo que subir por una cuerda colocada de modo improvisado por dos policías.
“Después del parto fue un trabajo bajar solita, porque un policía traía al bebé y el otro a la parturienta”, narró.
Datos del Ministerio de Salud indican que unas 41.000 mujeres paren anualmente en sus domicilios en Brasil, la mayoría de ellas asistidas por comadronas tradicionales. Pero las autoridades admiten que ese número puede ser mayor.
A pesar de que oficialmente se considera ese tipo de partos dentro de la promoción de políticas y proyectos de salud, “la realidad es que la mayoría de las veces ocurren en situación de exclusión y de aislamiento, y desarticulados del SUS”, cuestionó Viana.
Aunque las “parteras pueden enseñar más que aprender”, como cualquier profesional de salud deben capacitarse, actualizarse y disponer del material adecuado de transporte para urgencias, apuntó.
De Souza agregó que muchas de sus colegas en Brasil no tienen derechos laborales ni son reconocidas por su tarea.
“El gobierno tiene que preocuparse por este tema, sobre todo en un país en que tuvimos hasta un presidente que nació en casa con una partera”, enfatizó la experta, en referencia al exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), originario del Nordeste.
Viana enfatizó que “el riesgo es inherente al proceso obstétrico, independientemente de si el parto es en la casa de la mujer o en el hospital”. Pero el peligro de una complicación grave de salud crece si “la parturienta no cuenta con el apoyo de estas parteras tradicionales”, añadió.
Por eso, la representante del Grupo Curumim insta a “unir los dos modelos de atención, el tradicional y el biomédico”, en especial para las comunidades aisladas.
Para De Souza, el embarazo es un “acto ecológico”, pero “muchas mujeres se metieron en la cabeza que están enfermas o no quieren sentir dolor y piden cesárea”. Estadísticas del SUS de 2008 indican que la mitad de los tres millones de nacimientos registrados ese año fueron por esta vía.
La mortalidad materna está en franco descenso en Brasil desde 1990, cuando se ubicó en 140 casos por cada 100.000 nacimientos de bebés vivos, índice que cayó en 2010 a 68 por 100.000 y va camino a una reducción histórica. Las principales causas de estos decesos son hipertensión, hemorragias e infecciones postparto.
También retrocedió la mortalidad infantil hasta llegar a 15,6 cada 1.000 nacidos vivos en 2010, 47 por ciento menos que en 2000, según el último censo poblacional.
En ese contexto, Viana cree que para mejorar más hay que considerar la diversidad de la atención obstétrica regional.
“En la medida en que la comunidad científica se esfuerza por establecer el modelo biomédico de salud, más que nunca tenemos que analizar las consecuencias de la naturaleza intervencionista y médica en exceso de esa escuela de pensamiento”, advirtió, ante la merma de parteras tradicionales.
Es que, como dice De Souza, “fuimos bendecidas y lo seguimos siendo”. “La nuestra es una historia milenaria que tiene que ser respetada”, ilustró esta partera de las más de 1.000 vidas.
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100678