Paola Klug
Niños comen juguetes del basurero cuando descansan de limpiar los parabrisas de los carros de baterías de sus vecinos. Sus madres recogen arroz tirado en el suelo después de una boda, costumbres estúpidas de la gente frívola.
Políticos hablan y sus palabras se derraman en las alcantarillas, el pintor del rascacielos muere desangrado en la acera mientras la gente se sorprende al ver el azul de la pintura desparramada a su alrededor, autómatas pasivos que en su descanso nadan en playas artificiales con agua reciclada.
Allí esta también el hombre con el rostro cubierto por una máscara antigas regando la última planta que le brinda oxígeno. El corcho en la botella del alcohólico sonriente, la mula arriada con misiles, el pianista solitario que usa como cuerdas el cableado eléctrico para componer su última canción, y los hombres de amarillo pintando de nube el gas salido de las chimeneas en la fábrica de residuos tóxicos.
Hay mil payasos disfrazados de ejecutivos que en lugar de globos llevan bóvedas y cajas fuertes flotando con la inflación diaria, méndigos y limosneros pidiendo una moneda mientras se transforman en dinamita, la proyección del mono libre convertido en esclavo humano para poder sostener su propia carencia de historia.
Existen terroristas amenazando a sus víctimas con las cuerdas del violín que piden por botín un plato de comida, algunas escaleras aparecen rotas, ya no sirven para subirá ningún lado, sino para hacer fogatas y evadir el frio, los secretos escondidos en las entrañas de la tierra por jerarcas y dioses han sido revelados, pero la gente sigue creyendo en sus ídolos de barro, Ya existe la comida virtual, y la fuerza sobre humana de los jóvenes que remolcan camiones por escases de gasolina.
Se barren las ruinas de la dignidad y se colocan en vitrinas de los museos, junto a los últimos libros, junto a la paloma de la paz, mecanizada por cierto.
Los cerebros se han consumido, y nos hemos convertimos en marionetas. Con devoradoras presentadas en infomerciales aspiramos ríos, montañas y valles. Las mismas avestruces que una vez mataron a sus semejantes siguiendo órdenes, pretenden con aguja e hilo remendar las heridas de la tierra ocasionadas por las bombas y las minas, pero es demasiado tarde, la blanca esperanza se cortó las venas en la bañera después de la guerra nuclear.
El hombre- objeto sigue deteniendo con su mente – cuerpo el sistema, el hombre- pieza que creía en finalidades, propósitos, y objetivos tuvo que humillarse una vez más, y tomar un poco de agua del cubo donde poco antes mío su propietario.
http://traumeklug.blogspot.com/2011/03/en-algun-lugar-bajo-el-arcoiris.html.