En este número el equipo de Desinformémonos abre una nueva sección entorno a la Copa del Mundo en Brasil. Se trata de mirar desde otros ángulos lo que los Mundiales representan para los países anfitriones, sin romper con la magia que genera el fútbol que nada tiene que ver con las ganancias, la militarización, y el despojo
Raúl Zibechi es periodista y escritor uruguayo, uno de los analistas más conocedores de los dolores de América Latina. Comprometido con el mundo que se mueve abajo y a la izquierda, Zibechi ha recorrido Brasil desde los movimientos, y fruto de ese camino es Brasil potencia, un libro dedicado a “lo nuevo que está naciendo en América Latina, a todos estos movimientos y acciones de rebeldía contra las nuevas formas de opresión como la minería, los monocultivos, las grandes represas…y los nuevos imperialismos…”
Desde su estudio en Montevideo, Raúl comparte con los lectores de Desinformémonos, su mirada sobre los abajos que se mueven alrededor de la Copa del Mundo, reflexiona sobre la militarización, el desalojo, la represión y la prostitución y, sobre todo, sobre la irrupción de nuevos movimientos protagonizados por los pobres entre los pobres, mismos que sin duda seguirán dando de qué hablar.
A continuación la entrevista con el también egresado de la primera generación de la Escuelita Zapatista.
¿Qué Brasil recibe la Copa del Mundo en términos sociales, económicos y políticos?
El Brasil que recibe el Mundial, desde el punto de vista de los sectores populares, es un Brasil que viene de décadas de políticas sociales que han intentado paliar la situación de pobreza. Brasil era un país de pobres, hoy es un país con un poco menos de pobres, pero el modelo neoliberal brasileño sigue en pie, de tal modo que una parte de esas personas no tienen otro modo digno de sobrevivir que no sea a través de trabajos precarios.
A partir de junio del año pasado, hace ya casi un año, el grueso de la juventud brasileña dijo su propio basta en plena Copa Confederaciones, en rechazo primero al aumento brutal de los precios. Tenemos que hacernos a la idea que por ejemplo el transporte, un sólo recorrido, vale mas de un dólar, o sea vale unos quince pesos mexicanos.
Estamos hablando de formas de vida a nivel de salud y de educación con servicios muy precarios, y un transporte que demanda horas y horas para ir de un lugar a otro en las grandes ciudades, muy caro y muy incómodo.
Primero las movilizaciones se dieron contra el aumento del transporte, luego contra la represión, porque en Brasil hay una policía militarizada que viene de otra época. Se crea con la abolición de la esclavitud, hace más de un siglo, justo para contener a los pobres y es una policía brutal.
La gente empieza a decir basta, se producen manifestaciones durante todo el mes en 353 ciudades de Brasil, contra la política económica, contra el Mundial, porque el Mundial implica el desalojo, el despejo de más de 200 mil personas para hacer aeropuertos, carreteras, y esto es lo importante y lo nuevo. A partir de cierto momento empiezan a salir los de más abajo, los de las favelas, los favelados, los más jóvenes, pobres, negros…
Estos sectores empezaron a movilizarse desde junio del año pasado. Siguieron las ocupaciones masivas de lugares públicos como los malls, llamándose rolezihnos, (rolé es una forma de salir y divertirse) y ocuparon masivamente varios shoppings de lujo teniendo como respuesta cuna represión muy fuerte. Ahora, en el último mes, están comenzando las movilizaciones en las favelas.
La salida de los favelados es algo que no se puede ocultar, sucedió en Sao Paolo, sucedió en Rio de Janeiro. ¿Y por qué digo esto? Porque hay que tener en cuenta que hasta ahora los favelados no se movilizaban debido a que sabían que si a las clases medias que se manifiestan las reprimen con balas de goma, a ellos los reprimen con balas de plomo.
El conocimiento de cómo es la represión había provocado durante mucho tiempo una retracción en la movilización, pero ahora ya están perdiendo el miedo. ¡Y cuidado! porque cuando los favelados en Brasil, tan sólo en Río, son 2 millones 700, de 12 millones de habitantes que tiene la ciudad, es un porcentaje importante de gente que está diciendo basta también. Todo esto está llamado a modificar radicalmente la situación política en Brasil.
No se si será en este Mundial, pero estamos ya en ese proceso de que los pobres pobres, ya no se dejan.
Y en la política de arriba, qué está sucediendo con estas “izquierdas” en el poder, en el Brasil de arriba y en el gobierno de Dilma Rousseff
Este es n año electoral en el cual se presenta Dilma Roussef a la reelección en el mes de noviembre, tres meses después de que termina el mundial. El Partido del Trabajo se juega un momento muy difícil, pues después de doce años de gobierno está desgastado, las políticas sociales y económicas tienen dificultades, tienen sus límites. Hay que contextualizar esto en la ofensiva de los Estados Unidos y de todo el bloque del Norte contra los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y los países del sur, para disciplinarlos.
Se está viendo muy claramente en Ucrania, con pocas excepciones como Alemania, que no quieren la guerra o la confrontación, pero el grueso de la OTAN, Estados Unidos, y la gran mayoría de los países de Europa, están en una posición muy dura y al parecer las oligarquías financieras pretenderían que no gane las elecciones el PT nuevamente. Quieren disciplinar a Brasil.
El gobierno del PT y Dilma se encuentran acosados por la derecha y acosados por abajo también, en un escenario bastante difícil por la posición electoral, aunque Dilma sigue siendo la favorita tiene cada vez menos margen.
Cuando surgen movimientos que cuestionan fuertemente a los gobiernos supuestamente progresistas, en este caso a la presidenta Dilma, se les acusa de reaccionarios, de hacerle el juego a la derecha, de no crear unidad, etcétera. ¿Cómo se vive esto en Brasil?
Todo esto se está diciendo. Los intelectuales del PT no dejan de decir que es una política que favorece a la política de derecha. También hay una política del gobierno de crear movimientos parecidos al movimiento Passe Livre, con la misma lógica, pero subordinados al gobierno.
En Río de Janeiro el gobierno está programando grandes festivales durante el Mundial, pero en espacios cerrados, como forma de disuadir a la gente para que no salga a manifestarse. El gran tema es que en los meses de junio y julio no haya manifestaciones en Brasil , por eso ocuparon con dos mil militares la favela más grande: el Complexo Da Maré, que tiene 130 mil habitantes.
El asunto es que se están tratando de impedir las movilizaciones a toda costa, incluso el Movimiento Sin Tierra ya ha pedido que durante el Mundial no haya manifestaciones.
El debate está en estos momentos Brasil de forma muy intensa. Hay un acoso fuerte a los Comités de la Copa del Mundo (organización conformada para protestar por los costos del Mundial), para que no se movilicen, un acoso ideológico y político. Ellos hasta ahora están decididos a movilizarse, pero vamos a ver si pueden hacerlo porque también se requieren condiciones.
Además de la represión, imaginamos que hay otro factor que juega en contra de las movilizaciones, que es lo que representa el futbol para el pueblo de Brasil, donde está arraigado en todos los estratos sociales.
Si, pero en Brasil está pasando algo que ninguno de nosotros sospechaba. Las encuestas, que siempre son un poco interesadas o conservadoras, detectaron que el 50 por ciento de los brasileños está contra la Copa del Mundo. Esto es algo muy sorprendente en un país tan futbolero como Brasil, pero se puede entender porque los movimientos han hecho una labor de explicación muy interesante, en la cual han participado algunos futbolistas, lo que es un mérito importante porque la FIFA no tolera la critica.
Ronaldinho hizo declaraciones al respecto…
Así es, y muy interesantes. Ronaldinho es emergente de un grupo de muy grandes futbolistas que viven en Brasil; otros, como Kaká, que está en Europa, han comprendido que la Copa del Mundo es un modo de especulación muy fuerte y feroz contra los pueblos. Y algo más, esta semana se presenta en Brasil un libro que recoge las experiencias de la Copa del Mundo en Sudáfrica y Alemania, y el tema es explicar cómo el Mundial en esos dos países, sobretodo en Sudáfrica, incrementó la desigualdad.
¿Consideras que se está dando una concientización de los saldos de estos mega eventos deportivos?
Lo que está ocurriendo es que la gente se está sensibilizando más por varias razones. Ahora estamos comenzando a llamar extractivismo urbano a los desalojos que están empezando, y la gente por supuesto lo está notando. Yo estuve en favelas donde están con amenazas de desalojo permanente.
Hay una favela en Río de Janeiro que es la más antigua de Brasil, y que se creó a raíz de los soldados inmovilizados de la guerra de Canudos, al lado del pueblo que está siendo acosado fuertemente por el capital especulativo para arrinconar a los habitantes. Llegan con pintura amarilla y le ponen un número a la casa, y con eso ya se sabe que esa casa en cualquier momento la van a derribar.
Por otra parte, están empezando a haber denuncias de cómo los Mundiales fomentan la prostitución, y en concreto de niñas y niños. En fin, toda una serie de denuncias muy bien pensadas y muy bien hechas por los Comités de la Copa y de Olimpiadas, que se crearon a raíz de los Panamericanos de 2007 en Río, donde se dio otro desastre.
Los Comités están haciendo un trabajo verdaderamente maravilloso, porque no es que esto salga en la prensa, sino que se trata de un trabajo día a día de denuncia y de organización en comunidades que están siendo afectadas.
Lo que mencionabas hace un momento respecto a los comparativos con los Mundiales de Sudáfrica y Alemania, está también Grecia, donde los Juegos Olímpicos aún se resienten.
Sin duda, porque las ciudades quedan trastornadas, se realizan grandes obras. Me acuerdo cuando estuve en Grecia, con la misma gente que tu estuviste, me contaban como el aeropuerto, la autopista y un montón de construcciones, todo eso era nuevo y son ciudades que quedan endeudadas.
Endeudadas y vigiladas con los mecanismos de seguridad que se establecen
Claro, y en Brasil, además de esos mecanismos de vigilancia, el Estado movilizará a 250 mil efectivos entre soldados, policías militares y policía comunes. Soldados de la Marina, del ejército, de la Fuerza Aérea que están aplicando dispositivos de vigilancia electrónica en aeropuertos y de vigilancia marítima. Todos ellos, en efecto, tendrán un despliegue y una fuerza que antes no tenían y que sin duda va a permanecer.
Por ejemplo, intervenir una favela durante tres meses, de el primero de abril al 31 de julio, cuando termina la Copa del Mundo, es parte de una política que va a permanecer y que tendrá repercusiones a largo plazo.
Entonces, el control militar que se establece durante la justa deportiva ¿se queda para el control de la ciudadanía?
Sin duda y hay algo más terrible todavía. Los militares brasileños están diciendo que ellos están aplicando en las favelas las mismas técnicas que ensayaron en Haití. Cuando se observa la intervención de países del Cono Sur, muchos con gobiernos progresistas, se ve, entre otras muchas cosas, un trasfondo político de control de la población y eso es algo que llego para quedarse, que no se va a ir en poco tiempo. Es como una vuelta de tuerca más a fondo del control social.
Ahondando en la parte económica, ¿qué se puede pronosticar para Brasil después de el Mundial y de los Juegos Olímpicos?
Justamente los encargados del Mundial no suelen hablar de esos temas. Y no suelen hablar por que Brasil es un país que tiene una situación económica no muy complicada, pero están ocultando lo que ocurrirá el día después y es precisamente lo que quieren discutir los movimientos.
No está claro lo que pasará. Aparentemente las cuentas del Estado brasileño están comprometidas, Brasil tiene una situación de competencia fuerte con las exportaciones de China que están desplazando a las brasileñas en Argentina y en otros países de la región. Lo que parece evidente es que la vulnerabilidad del país y de la población con los Juegos Olímpicos y el Mundial no será menor, sino mayor.
Brasil está en un momento de quiebre muy difícil, porque las políticas sociales que aplicó el gobierno de Lula en el año de 2003 llegaron a un limite, y ya no tiene capacidad de disciplinar o de satisfacer las necesidades de la gente. Esto tendrá repercusiones muy fuertes a corto plazo.
Volviendo al Movimiento de los Sin Tierra, una de las organizaciones más importantes en Brasil, cuál es el rol que está jugando en este momento, además de llamar a no movilizarse durante el Mundial
El MST es muy grande y ha jugado un papel muy importante en Brasil en los últimos 30 años. Además ha tenido la capacidad de formar a camadas de jóvenes, incluso jóvenes urbanos, que hoy están en el movimiento Passe Livre.
El Movimiento Sin Tierra tuvo recientemente un congreso que fue muy importante (creo que fue el sexto congreso), donde definió que el problema ya no es la reforma agraria, que es el reparto tradicional de tierras del viejo latifundismo, sino que el principal problema hoy es combatir el agronegocio.
El tema es que esto enfrenta directamente al movimiento con el gobierno de Dilma, y al mismo tiempo tiene muchos vínculos con él y recibe mucho apoyo material del mismo.
Yo creo que el MST está en una situación compleja, porque no puede seguir siendo pro- gubernamental, como lo ha sido hasta ahora apoyando al gobierno; y al mismo tiempo le cuesta mucho criticarlo, no sólo por los apoyos sino por la propia conformación del MST. Estamos ante una situación en la cual el movimiento está muy tensionado, tiene una ética que es importante como una reserva moral, y esto probablemente sea lo que ayude lo ayude.
Lo que puedo notar es que en este momento hay distancia entre el MST y los movimientos urbanos. No puedo opinar acerca de lo que cada uno hace porque no me corresponde, pero sí puedo constatar que esa distancia existe y que genera sus problemas. La situación hoy para el MST es bastante compleja.
¿Qué lecciones dejará a América Latina lo que ocurra en Brasil? La coyuntura del Mundial deja ver cosas que seguramente ya estaban, o procesos que seguían su curso, pero cuáles serán las lecciones de lo que ocurra en estos meses.
Sin duda son procesos que ya estaban, que si acaso ahora se agudizan, se intensifican, o se visibilizan con mas nitidez. A mi lo que me parece es que Brasil es un país muy importante para nuestra región, todo lo que pasa en Brasil tendrá una repercusión muy grande en el continente.
Me da la impresión de que Brasil está en un momento muy delicado, de desgaste, de que su papel tanto en la región como en el mundo está necesitando un ajuste, y lo que veo es que la ofensiva de Estados Unidos en America del Sur llevará a los que gobiernan en Brasil, en determinado momento, a tener que decidir.
Brasil se ha acostumbrado hasta ahora a navegar entre dos aguas y capaz que no puede seguir en estas dos aguas sin enfrentarse a nadie radicalmente. Estamos en un punto en el que los equilibrios actuales tienden a modificarse y creo que el factor que esta forzando es la irrupción de los abajos.
Otro factor que está empujando a modificaciones (lo que están viviendo en México también desde algunos años), es la creciente intransigencia de las élites dominantes de Estados Unidos, sobretodo desde la crisis de 2008, que ha visto que su margen de maniobra es cada vez menor. Me parece que eso está marcando algunas urgencias que hasta ahora los movimientos no contemplaban y hacen que haya que cambiar, que tomar decisiones.
En Brasil y en la región sudamericana los tiempos se están acortando, incluso lo hemos visto en Venezuela, donde hay una fuerte irrupción de la derecha y también hay un creciente despliegue del autoritarismo estatal.
Estamos en uno de esos momentos en que se necesita tomar decisiones, un momento de urgencias y de que esas urgencias no impliquen una traición a la ética. Hay una ética que tiene que estar por encima de todo y uno no puede traicionar, por más que la situación sea urgente, eso es lo que nos han enseñado en la Escuelita Zapatista.
No puede uno, porque la urgencia sea muy grande, mirar para el costado y decir: “bueno, ya da lo mismo esto que lo otro”. Hay que mantener la dignidad, los principios, no se pueden bajar banderas porque las cosas se hayan puesto complicadas.
El hecho de que el gobierno brasileño ocupe una favela con militares está hablando de hacia dónde va el progresismo. El progresismo está teniendo una barrera represiva cada vez mayor y me refiero a los casos de Argentina, Brasil y un poco Uruguay.
Acá en Uruguay hemos tenido unos debates muy interesantes de cómo el progresismo otorga derechos a las lesbianas, a los travestis, a los consumidores de mariguana, el casamiento igualitario, etcétera, pero a los más pobres se les reprime muy duro. Entonces estamos un doble juego.
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Enviada para Combate Racismo Ambiental por Ruben Siqueira.