La lucha contra el colonialismo… tan actual y necesaria como hace más de 500 años

Por Jorge Agurto

14 de octubre, 2012.- Cada 12 de octubre en América se discute el sentido de la recordación del 12 de octubre de 1492, cuando la expedición dirigida por el almirante Cristóbal Colón avistó por primera vez las tierras del continente americano. Esta fecha marca para los pueblos aborígenes no solo el inicio de una invasión y conquista que derivó en millones de indígenas asesinados sino también en la obstrucción del proceso histórico de sus autonomías.

Para las oligarquías hispanoamericanas que heredaron un aprecio y admiración hacia todo lo hispanófilo la fecha fue celebrada como Día la Raza o Día de la Hispanidad, y es que siempre se sintieron más hijos de los conquistadores españoles que de los pueblos conquistados.

Las revoluciones independentistas de las colonias españolas no tuvieron como propósito principal emancipar y reivindicar a los pueblos sojuzgados, sino principalmente cortar el cordón umbilical que unía a castas criollas y mestizas con la corona española y que limitaba su afán de enriquecimiento y empoderamiento.

En 1892, con ocasión del cuarto centenario, los festejos se acompañaron de la construcción de estatuas en honor de Cristóbal Colón y fueron inauguradas calles y plazas con su nombre, para perpetuar su memoria. El principal teatro de Buenos Aires y una importante alameda céntrica de Lima llevan el nombre de Colón.

El quinto centenario

En 1992, con ocasión del quinto centenario, un gran debate erradicó de las celebraciones oficiales de la mayoría de países hispanoamericanos el trasnochado “Día de la Raza” o “Día de la Hispanidad” que los textos escolares reproducían también como “Día del Descubrimiento de América”.

El debate en torno al quinto centenario tuvo la virtud de cuestionar esas denominaciónes y abrir una discusión al respecto. La perspectiva indígena en un marcado afán reivindicatorio y de protesta denunció la fecha como Día del Genocidio y destacó el caráter de Invasión y Conquista de América.

Los Estados miembros de la Unesco y las comisiones creadas en América Latina y otros países acordaron por unanimidad, la propuesta mexicana de conmemorar el “Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos” en la perspectiva de construir un relato histórico en el cual se incorpore tanto la versión de los vencedores como la de los vencidos.

Sin embargo, el término “Encuentro” fue también criticado porque escondía, ocultaba o suavizaba los impactos de la invasión española y la muerte de millones de indígenas.

La perspectiva indígena

La tendencia actual -desde la perspectiva de los pueblos originarios o indígenas- es que esta fecha no debe ser “celebrada” en el sentido positivo del término, pero si conmemorada o recordada como una fecha que marca el inicio de un proceso de resistencia contra el despojo, la esclavitud y el colonialismo.

La resistencia indígena no pretende negar la conquista como hecho político e histórico que marcó a fuego el proceso social en el continente conocido actualmente como América. Menos, restaurar un supuesto e idílico Tawantinsuyo. Comprendo que la resistencia indígena aspira a reivindicar y defender la perspectiva civilizatoria de los pueblos originarios.

Tal perspectiva civilizatoria es plenamente justificable, vigente y más aún necesaria si consideramos que tanto el colonialismo español como la civilizacion capitalista han sido incapaces de resolver los problemas fundamentales de la población americana.

El amauta José Carlos Mariátegui La Chira observó ya en 1928 de qué manera el Perú ingresa a la órbita del capitalismo mundial en una condición semi colonial, que nos obliga a la especialización, a la monocultura, e impide un verdadero “programa económico de nacionalización e industrialismo”. Veamos la cita completa:

El capitalismo se desarrolla en un pueblo semi-feudal como el nuestro, en instantes en que, llegado a la etapa de los monopolios y del imperialismo, toda la ideología liberal, correspondiente a la etapa de la libre concurrencia, ha cesado de ser válida. El imperialismo no consiente a ninguno de estos pueblos semi coloniales, que explota como mercado de su capital y sus mercaderías y como depósito de materias primas, un programa económico de nacionalización e industrialismo. Los obliga a la especialización, a la monocultura. (Petróleo, cobre, azúcar, algodón, en el Perú). Crisis que se derivan de esta rígida determinación de la producción nacional por factores del mercado mundial capitalista.” (1)

La colonialidad y la tarea descolonizadora

La colonialidad subsiste en el Perú no solo como una herencia espiritual que se prolonga desde el periodo colonial de nuestra historia. La colonialidad subsiste y goza de buena salud por que se reproduce cotidianamente durante nuestra fase supuestamente independiente o republicana debido al carácter colonial de nuestra economía.

La mentalidad colonial en el Perú está tan arraigada en la cultura dominante que se ha vuelto un lugar común cuando habla la clase granburguesa a través de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP) para marcar el sentido oficial de lo que es legítimo y no legítimo en el país.

Y tan colonial es el Perú que del erario público se mantiene a la Iglesia Católica cuyo cardenal Juan Luis Cipriani, hombre insigne del Opus Dei, influye sin escrúpulos en la política cotidiana a favor del orden establecido e incluso se atreve a disputar la propiedad de una universidad pasando por encima de las leyes nacionales.

Pero nunca es mas claro y evidente el rostro colonial del Perú como cuando los dueños del país hablan y se jactan del progreso y bienestar nacional que confunden con el beneficio propio. Los indicadores macroeconómicos señalan un crecimiento pero este crecimiento no corresponde a un desarrollo sostenible y articulado a nuestras regiones.

Mientras se incrementa la importación de artículos de lujo y aumenta la infraestructura y servicios para los sectores más adinerados tenemos a los maestros de escuela peor pagados de la región, los peores índices de calidad educativa y los trabajadores del agro más abandonados a su suerte a pesar que con su trabajo alimentan al país y sostienen el crecimiento de las ciudades.

La oligarquía colonial sometida al interés transnacional que gobierna el país no siente ningún resquemor al celebrar el éxito del Perú aún esto signifique el saqueo y expoliación sistemáticos de nuestros recursos y áreas protegidas, la contaminación de nuestros ríos y lagunas, la destrucción de nuestros bosques, el desarraigo de nuestras comunidades y pueblos aislados o en contacto, que para el caso da lo mismo.

El rostro del capitalismo neoliberal que conocen nuestros pueblos y comunidades originarios es el mismo rostro inquisidor, criminal y nefasto que vieron nuestros antiguos hace mas de 500 años. Es el rostro inhumano y sin nombre que hoy desconoce sus derechos, los agrede y sataniza y se apropia de los bienes comunes en nombre de un supuesto interés nacional o superior.

La resistencia de los pueblos indígenas u originarios exige la tarea histórica de luchar unidos por descolonizar sus territorios y también luchar por descolonizar el poder que los sojuzga. La seudo democracia en la que se decide cada cinco años quién asume el gobierno para servir mejor a los mismos poderes fácticos de siempre (2) no es auténtica ni legítima.

Los pueblos de raíces ancestrales serán verdaderamente reivindicados cuando puedan ejercer sin menoscabo su libre determinación y autonomía, y el sistema de gobierno que garantice estos derechos se constituya sobre la base del respeto a los pueblos originarios como sujetos colectivos de derecho.

Sobre esas bases emancipatorias podrán surgir gobiernos auténticamente nacionales que respeten las identidades, cosmovisiones y sabidurías de los pueblos, profesen amor y respeto a la Madre Tierra, y protejan prolijamente la extraordinaria diversidad biológica y cultural que nos hermana y enriquece.

Notas:

(1) Principios Programáticos del Partido Socialista. Este esquema fue redactado por José Carlos Mariátegui por encargo del Comité organizador del Partido Socialista en octubre de 1928. Se reproduce de Apuntes para una Interpretación Marxista de Historia Social del Perú de Ricardo Martínez de la Torre, Tomo II, págs. 398 a 402, Empresa Editora Peruana S.A., Lima, 1948. Nota de los Editores.

(2) Ver artículo: La Liga continuista, de Carlos Reyna en el diario La República, del 27 de setiembre de 2012: http://www.larepublica.pe/columnistas/buen-romance/la-liga-continuista-27-09-2012

Referencias:

– Boaventura de Sousa Santos: Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del sur. Instituto Internacional de Derecho y Sociedad (IIDS) – Programa democracia y Transformación Global. Lima, julio, 201o.

– Roger Iziga (compilador), Pablo Macera, Waldemar Espinoza, Alejandro Reyes, Dennis Chávez de Paz y otros: 500 años ¿De qué?. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1992.

– Nelson Manrique, Luis Miguel Glave, Fanni Muñoz, Gonzalo Portocarrero, Efraín Trelles: 500 años después… ¿el fin de la historia?. Escuela para el Desarrollo, Lima, 1992.

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