desinformémonos hermanos
hasta que el cuerpo aguante
y cuando ya no aguante
entonces decidámonos,
carajo decidámonos
y revolucionémonos.
***
A decir de Silvio Rodríguez, los poemas de Benedetti están en todas partes: “lo mismo en las conversaciones que en los muros, en postales de amistad, en lemas de correo en Internet, en libros que la gente de dedica usando sus palabras, su bandera humana, su poesía”.
México. Cultivó todos los géneros literarios y los periodísticos. Vivió más de 80 años y escribió más de 80 libros que se tradujeron a más de 20 idiomas. El montevideano por antonomasia, Mario Benedetti, cultivó los sentimientos y por eso está sembrado en nuestros corazones: nos enseñó que caminando codo a codo somos mucho más que dos.
Nació en Paso de Toros, Uruguay, el 14 de septiembre de 1920 y, desde su amado Montevideo, partió hacia la eternidad el 17 de mayo del 2009, hace cinco años.
De su infancia no le gustaba hablar, sus padres no se llevaban bien, un abismo cultural los separaba y discutían mucho frente a los hijos. Mario estudia en el Colegio Alemán de Montevideo, pero cuando en 1933 se hace obligatorio el saludo nazi, lo cambian de escuela. Muy pronto opta por la vía autodidacta. Es un apasionado lector, cree en el esfuerzo y práctica la disciplina. Le gustan los deportes, en especial el futbol y el ping pong. El suyo es un país tranquilo: “verde y con tranvía”, hasta que en ese mismo 1933 un golpe de Estado depone a Baltazar Brun, cuyo suicidio impresiona a Mario: se avergüenza por la falta de reacción de la colectividad.
Desde la adolescencia padece asma y se revela alérgico a la nuez, la penicilina y, sobre todo, a las dictaduras. Entra a trabajar en una empresa de refacciones automotrices; tiene sed de absoluto, de trascendencia espiritual.
Un domingo, sentado en la Plaza San Martín, con un libro del poeta Baldomero Fernández Moreno, descubre su vocación literaria. Tendrán una influencia decisiva en él Antonio Machado, José Martí y César Vallejo. Lee con fruición a Maupassant, a Chéjov, a Georges Duhamel quien lo deslumbra por su lenguaje tan accesible. Pasa por Proust, por Faulkner. Sabe que su destino es ser escritor y se pone a escribir, primero en una revista de Logosofía y, casi al mismo tiempo, cartas a Luz López Alegría, quien se convertirá en su esposa, su amor, su cómplice y todo. (mais…)
Ler Mais