El momento trágico que estamos viviendo plantea continuamente una pregunta angustiosa: ¿por qué la gente no ha reaccionado? Las movilizaciones de protesta han sido aisladas, inconsistentes y escasas. Parece reinar en el país un estado de apatía y desorientación, cuyas causas se han estado examinando.
Es útil preguntarnos por la pregunta. ¿Es verdad que la gente no ha reaccionado? ¿Está la mayoría presa de la confusión y desorientación que causan el discurso oficial y los medios? ¿Vive en el miedo? ¿Está paralizada por la miseria?
No hay duda del inmenso descontento de la mayor parte de la gente. Pero, ¿qué debería estar haciendo? La pregunta supone una hipótesis sobre cuál debería ser la reacción. ¿Protestar en la calle? ¿Que haya millones, decenas de millones, en marchas, bloqueos y plantones? ¿Aventar tomates y huevos podridos a funcionarios y candidatos en los actos públicos? ¿Gritarle al Presidente? ¿Que cundan movilizaciones masivas contra el gobierno y sus reformas estructurales
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¿Firmar? ¿Que no sean dos ni cuatro, sino 40 millones de firmas? Supongamos que se hace la consulta y se gana. Tras un par de años de parálisis, éste y el que sigue, habría un mandato moral, político y legal para modificar leyes. La nueva legislación debería considerar que mientras tanto se habrían producido hechos irreversibles o cuya reversión tendría un costo insoportable. ¿Es posible afirmar, seriamente, que por esta vía se remediará el actual desastre? ¿O que ese triunfo parcial preparará el camino para que se produzca al fin el recambio y que el nuevo equipo, en los tres poderes, salvará al país? (mais…)