“Salimos del Facebook a la calle”, explica Antonio Guerra, del Movimiento Pase Libre, para quien las redes sociales son un importante medio de movilización, pero no el único.
Por Jaime Quintana Guerrero em Desinformemonos
México. Inesperadas, masivas e imprevisibles, las manifestaciones del Brasil actual exigen que los gobiernos y las organizaciones políticas actuales se adapten a una nueva forma de pensar la política, cotidiana y desde abajo, defendió Antonio Guerra, politólogo y miembro del Movimiento Pase Libre en Brasilia, en entrevista realizada en la Ciudad de México con Desinformémonos. “El año que viene vendrá el Mundial del 2014, después de dos meses serán las elecciones presidenciales y en el 2016, las Olimpiadas en Río de Janeiro. La movilización dependerá de la articulación de los movimientos en estos momentos”, afirmó el activista.
“Las protestas están lejos de perder fuerza, existen logros concretos pero las demandas van mucho más lejos, los principales problemas de Brasil no se solucionaron”, constató Guerra. Las protestas contra el alza de las tarifas del transporte público empezaron desde enero de este año en muchas ciudades de Brasil y significaron el principio de una ola de indignación y manifestación política masiva.
El 6 de junio, una manifestación en Sao Paulo fue reprimida por la policía militar, una de las más violentas del mundo. “El efecto fue contrario a lo que pretendían con la represión, hubo una respuesta por las redes sociales y la gente empezó a subir fotos, textos y videos”, narró Guerra, “muchas veces desmintiendo a los grandes medios de comunicación y mostrando como fue la represión”, continuó.
El Movimiento Pase Libre (MPL) es uno de los movimientos sociales brasileños más representativos de los surgidos entre finales del siglo XX y principios del XXI. Está mayoritariamente compuesto por jóvenes, aunque no es un movimiento juvenil. Surgió por una demanda de pase libre en el transporte público en las grandes ciudades – una demanda histórica para la juventud brasileña. Sin embargo, el MLP siempre hizo hincapié en que no es un movimiento estudiantil, aunque muchos de sus militantes sean estudiantes.
La oposición a megaeventos como el Mundial de Futbol y las Olimpiadas, a los megaproyectos en territorios indígenas, y las revueltas contra las termoeléctricas, coinciden con las manifestaciones en Turquía, señala Antonio Guerra.
“No es una lucha contra el alza a la tarifa, no es por reducir 20 centavos”, aclara Antonio Guerra, “es un problema más grande, es un cuestionamiento a la lógica urbana, la lógica de movilidad social, la ley de mercado en el modelo de ciudad, los sistemas globales, el sistema capitalista”.
“En Brasil salimos del Facebook a la calle”, explica el joven brasileiro, para quien las redes sociales son un importante medio de movilización, pero no el único. “No se puede ignorar esta herramienta, ni tampoco el uso del espacio público para la resistencia a mega proyectos. Somos la generación nacida en el neoliberalismo en todo el mundo y en América Latina nos parecemos más a otros movimientos. Las redes sociales nos unen pero sería absurdo reducir las manifestaciones a ellas”, afirmó.
Antonio Guerra ubica a Brasil entre los países indignados de todo el mundo. El movimiento, dijo, “abrió la posibilidad de sumar más demandas de los indignados en Brasil. Esta generación se parece a las que hicieron manifestaciones en España, Argentina, Chile, Turquía, Italia, Portugal aunque con especificidades propias”.
“No es un movimiento como el de Chile, que está hecho de demandas estudiantiles. Va más allá de la escuela y esto en Brasil es algo novedoso”, continuó Guerra. “El movimiento desarrolló la demanda de tarifa cero. Es una de las principales demandas, el transporte público como una demanda social, como un derecho constitucional. Así como la salud, la educación, el transporte tiene que estar fuera de la esfera privada”, analizó.
La crítica a un modelo de hacer política
Antonio Guerra, quien actualmente realiza una maestría en sociología, señaló que la tradicional Unión Nacional de los Estudiantes (UNE) sufre hoy el rechazo de un gran sector de los estudiantes. “La rechazan porque representa una forma tradicional de la movilización estudiantil, así como por sus relaciones con los partidos políticos de izquierda, que tienen formas tradicionales de hacer la política”, diagnosticó.
El Movimiento Pase Libre representa una manera nueva de organizarse, ya que, explicó Guerra, “está marcado por otros valores y principios: la horizontalidad, autonomía, independencia, apartidismo”. En la práctica de sus manifestaciones, el MPL marca un precedente en el uso de la protesta en el espacio público, con el uso de intervenciones lúdicas. Un ejemplo citado por el militante es la forma de organización descentralizada. El MPL rechaza el uso de los carros de sonido que jerarquizan a los participantes en las manifestaciones tradicionales.
En más de 300 ciudades se realizaron movilizaciones de cerca de un millón y medio de personas. Su fuerza empezó con protestas en ciudades que contaban con una débil organización de transporte y un claro malestar social. Había un consenso: el servicio es de malísima calidad.
“El descontento fue grande y empezó a crecer en todas la ciudades del país e incluso en las que no había movimiento contra el alza de tarifas”, relata Guerra. “Esto hizo con que se sumaran más demandas y, en seguida, vino la Copa Confederaciones. El MPL no se autoproclamó como líder de la manifestación, sino que negó cualquier tipo de vanguardia. Las protestas fueron descentralizadas”.
Es la primera vez en Brasil que organizaciones de izquierda tradicionales se suman a movilizaciones de grupos autónomos. Las centrales sindicales, el Movimiento de los Sin Tierra (MST), la Unión Nacional de los Estudiantes, aclara el joven activista, dieron un discreto apoyo a los acontecimientos ya que apostaban a su temporalidad. Pero al pasar de los días, el movimiento creció y obtuvo logros, lo que hizo que las organizaciones tradicionales fueran obligadas a formar parte de las manifestaciones, analizó Antonio Guerra. Además, se observa un proceso de articulación de movimientos sociales. En Brasilia, se juntaron los Comités Populares de la Copa con los del Movimiento de los Sin Techo, los desempleados, las comunidades afectadas por las obras del Mundial del 2014, universidades y organizaciones de la sociedad civil.
La indignación, producto de la corrupción de la “izquierda”
Para el activista, las raíces de la indignación brasileña están en que el gobierno vendió una imagen de país promisorio a la FIFA y al Comité Olímpico para que Brasil pudiera ser sede del Mundial de 2014 y las Olimpiadas de 2016. Sin embargo, esta imagen oculta las contradicciones del país. “En Brasil existe un malestar entre las clases sociales. Muchas de las demandas vienen creciendo desde hace mucho tiempo y estaban ocultas por esa máscara del modelo económico que impulsó la izquierda institucional”, explica Guerra.
Para el joven brasileiro, la magnitud del movimiento fue inesperada para todos, incluso para los movimientos sociales y el Movimiento Pase Libre. Sin embargo, dijo, decir que fue inesperado no quiere decir que nació de la nada. Después de que terminó la dictadura civil-militar en Brasil, surgieron a partir de la década de los ochenta y durante 25 años, huelgas obreras, tomas de tierra urbanas y rurales, así como ocupaciones de edificios. ‘El gigante’, afirmó Guerra, no se despertó ahora, sólo “parecía dormido o apático por el sueño del ‘Brasil-potencia’, y por los gobiernos de ‘izquierda’ corruptos que provocaron un malestar general en la sociedad brasileña”.
El ex presidente Ignacio Lula Da Silva, dijo el activista, reforzó una estructura social en nombre del desarrollo económico. Su gobierno representaba una salvación para muchos. Sin embargo, entre 2002 y 2004 estallaron una serie de sucesos de corrupción, lo que hizo que algunos funcionarios perdieran sus cargos y que muchos militantes salieran del partido. La corrupción representó una fuerte desilusión no sólo para el Partido de los Trabajadores (PT), sino para toda la clase política, y un descrédito a los cambios profundos por la vía de las instituciones, analizó Antonio Guerra, quien puntualiza que para entender la fuerza que ganó el Movimiento Pase Libre en el escenario actual, es necesario comprender la desilusión que representó el PT y esa izquierda corrupta.
Pequeños y significantes logros
Cuando empezaron las manifestaciones, la primera reacción del Estado fue la tradicional represión. “Pero la estrategia mediática cambió, el gobierno ya no puede salir golpeando, el golpear a periodistas y a personas de clase media no le convenía”, señaló el joven de Brasil, quien asienta que la siguiente estrategia para acabar con el movimiento fue inflarlo de personas pero vaciarlo de contenido – a través de sustituir su principio rebelde por un discurso patriótico y anticorrupción.
Pero la estrategia no funcionó, ya que lo que impulsó la reflexión social, dijo el joven brasileño, fueron las demandas iniciales de las protestas. “Para los estudiantes que revocaron las tarifas fue un sueño de generaciones realizado. La tarifa cero ya no está lejana, la sociedad vio que aunque no apoyen, tienen logros”, afirmó.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, llamó al diálogo social a consecuencia de las manifestaciones, lo que es un hecho inédito y muestra la fuerza del movimiento, analizó el estudiante miembro de Pase Libre. Para él, a partir de estas protestas, la política pasará a ser parte de la vida de todos. “Esto no pasa en otros países, se está generando otra forma de hacer política desde abajo. La política se hace desde la cotidianidad; se habla de política en la panadería, zapatería, en los espacios de trabajo, la sociedad quiere participar”, celebró.