Por Róger Rumrrill
La hoja de coca (Erythroxylum coca; Erythroxylum novogranatense) fue la planta sagrada de los Incas y su consumo entre los pueblos andino-amazónicos de hoy en el Perú sigue siendo de vital importancia y significación como factor económico, ritual, medicinal, social y cultural.
Al respecto, el Dr. Fernando Cabieses Molina, destacado médico neurólogo recientemente fallecido en su libro “La coca ¿dilema trágico?” (Lima, 1992), escribe: “Pero donde la coca se hace totalmente insustituible es en sus funciones sociales como mecanismo de integración y de solidaridad. El profundo significado místico, religioso, mitológico y arraigadamente cultural de la coca, no es reemplazable por ningún otro elemento en el mundo andino. Al abolirse el uso de la coca desaparecería una utilísima herramienta de integración cultural, un símbolo del ser o no ser andino, un elemento sociológico de profunda y milenaria raigambre, filtrada y depurada por siglos de vida humana en el Ande. La abolición de la coca resultaría así en un cruel acto de etnocidio, de asesinato cultural y de violación flagrante de los derechos humanos”.
A la indiscutible autoridad científica del Dr. Cabieses Molina con relación a las virtudes de la hoja de coca se suman otras opiniones. El experto y defensor de la coca Baldomero Cáceres en su texto “Mamacoca” (9-10-2002) cita a Monardes (1565); Unánue 1794,1821; Mantegazza 1857,1859; Moreno y Maíz 1868; Christison 1876; Ulloa, Colunga y Ríos 1888; Mortimer 1901.
Sin embargo, tal como señala Cáceres en el texto citado, el picchado, chacchado o coqueo andino-amazónico ha sido considerado por otros autores mayormente sin base científica como una forma de “intoxicación crónica” y cuyas consecuencias son, según esos autores, débil rendimiento mental y pobreza social y cultural. Precisamente los trabajos de los psiquiatras Hermilio Valdizán, 1913 y Gutiérrez Noriega 1944-1946, sirvieron como fundamento a la condena y penalización de la hoja de coca en la Convención Única de Viena de 1961 que califica a la hoja de coca de estupefaciente y al picchado o chacchado de toxicomanía.
En efecto, el Informe de la Comisión de Estudio de la Hoja de Coca de las Naciones Unidas -nos recuerda Baldomero Cáceres-, así como el punto de vista del Comité de Expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se negó a poner al día la información científica sobre la coca en los años 1952, 1953 y 1993 sirvió como sustento a quienes estigmatizaron la hoja de coca y su consumo tradicional con argumentos plagados de prejuicios y racismo contra los pueblos andino-amazónicos.
La condena de la hoja de coca por la Convención Única de Viena de 1961 no ha hecho sino agregar más elementos prejuiciosos a los enemigos de la coca del pasado y del presente quienes, bajo la capciosa aseveración anticientífica que el consumo tradicional de la hoja genera efectos negativos a la salud de los consumidores, arrojan una perversa insinuación racista sobre los pueblos andino-amazónicos.
“Por su agresividad hacia el mundo andino, la legislación del siglo XX en torno a la hoja de coca, particularmente aquella generada a partir de la Convención Única de Estupefacientes de 1961, no tiene parangón con ninguna otra, ni siquiera del siglo XIX o, incluso, con los de la colonia”, confirma el equipo integrado por Juan Ossio Acuña, Alejandro Ortiz Rescaniere, Fernando Cabieses Molina, Óscar Núñez del Prado, Percy Paz Flores, Lauro Hinostroza y Pilar Dávila en el ensayo “Cosmovisión Andina y uso de la coca” y publicado en el libro “La coca…tradición, rito, identidad” (México, 1989).
Recientemente, el Dr. Alfonso Zavaleta, Catedrático de Farmacología de la Universidad Cayetano Heredia en un debate radial con el Dr. Teobaldo Llosa, formuló la siguiente afirmación: “Los chacchadores de hojas de coca con el tiempo bajaban su cuociente intelectual”.
La confusión entre coca y cocaína y la “guerra mundial contra las drogas” desatada desde los centros de poder político y económico mundiales, especialmente desde Estados Unidos, han radicalizado las posiciones racistas contra los picchadores o chacchadores de la hoja de coca. Porque tanto la Convención de Viena de 1961 como las estrategias de la política antidrogas se plantean como objetivo la erradicación de dicha planta, por ser la materia prima del clorhidrato de cocaína, una de las drogas en uso en las sociedades globales y postmodernas del siglo XXI.
Pero la erradicación de la hoja de coca, como han opinado los mayores expertos mundiales en dicha especie vegetal y sus usos naturales y legales, entre ellos médicos, etnobotánicos, antropólogos, etnohistoriadores, sociólogos, nutriólogos, entre otros, es una forma de racismo, una violación de los derechos humanos y hasta un soterrado etnocidio contra millones de peruanos.
Peruanos que en el pasado edificaron maravillas arquitectónicas como Macchupicchu, construyeron sofisticados modelos productivos y crearon sistemas de pensamiento y cultura que asombran al mundo y que en el presente son pueblos que no sólo ofrecen a las sociedad del siglo XXI alternativas a una nueva relación con la Madre Naturaleza, la Pachamama, amenazada por el calentamiento climático, sino también valores morales y espirituales a una sociedad humana a la deriva.
LA COCA Y LOS MITOS ANDINOS
Los mitos sobre el origen de la hoja de coca se han transmitido oralmente a través de los siglos. Uno de esos mitos tomado de la tradición oral por el antropólogo Juan Ossio Acuña, actual Ministro de Cultura del Perú en el libro “La coca…tradición, rito, identidad”.
De acuerdo a esta versión, la hoja de coca que ahora conocemos ya está completa en términos botánicos y fue creada por Dios. Pero era una hoja menuda y pequeñita. Ocurrió que mientras la Mamanchis María Santísima buscaba a su hijo por comarcas desoladas y hostiles y donde no encontraba agua ni alimentos, reflexionó, diciendo:
Poseo mucha pena
¿Dónde habrá la yerba madre?
¡Quién aplacaría esta mi pena!
Una voz, que posiblemente era la de un ángel, respondió a la Virgen:
Piccha coca,
tu corazón será fuerte.
La Mamanchis María Santísima entonces comenzó a picchar las hojas pqueñitas creadas por Dios. Pero luego agregó:
¡No llenará mi carrillo!
Mejor la completaré.
¡Mis deseos se cumplirán!
“Y, desde ese momento, se cuenta con la hoja grande y se nota la parte creada por Dios y la aumentada por la Virgen María. En la coca suruy se nota como mayor claridad la sirk’a, las nervaduras secundarias de la coca que fueron aumentadas o estiradas por la Mamanchi María Santísima, no es así con la coca qacha, cuyo envés muestra la evidencia”, escribe Juan Ossio Acuña.
Otro mito sobre la coca narra que en tiempo de los inkas no había coca en el mundo y sólo conocían las hierbas para teñir la lana y para hacer las magníficas obras en piedra. Se dice que por esta razón los animales llevan piedras en la boca en el mes de agosto. La coca se consume el día de hoy llegó según este mito desde Pisac, luego que Pizarro mandó asesinar a Atawalpa. Los inkas se dispersaron por todas partes y llevaron con ellos la coca. También a Pisac. También los inkas se fueron a la Amazonía y allí junto al Paititi tienen sus cocales.
En el primer mito, anota Ossio, se habla de las características botánicas de la hoja de coca. En el segundo mito los tiempos en que se usa la coca.
También se muestra la dualidad andina. Lo masculino para la creación y lo femenino como parte complementaria. Lo visible pero no manifestado y lo posterior como lo manifestado y visible.
“De todo esto se tendría una relación interminable de complementariedad y de oposición: el centro como lo masculino y la periferia como lo femenino. Así pues, la hoja de coca muestra que la dualidad andina es la base de la organización social andina”, escribe Juan Ossio.
LA HOJA DE COCA Y SUS VALORES NUTRICIONALES
Además de su importancia sociocultural, económica, religiosa, mítica y mitológica, la hoja de coca posee valores medicinales y curativos. Un inmenso catálogo de investigaciones médicas le asignan propiedades medicinales para tratar los transtornos digestivos, para eliminar el mal de altura, aliviar la ronquera y el dolor de muelas, combatir los dolores reumáticos, curar las heridas utilizando la hoja como emplasto, como tratamiento antidiarreico, entre otros usos sancionados y legitimados por la práctica cotidiana de la medicina popular.
Para los peruanos originarios de la Costa y la Amazonía y extranjeros que viajan y se desplazan por las alturas de Junín, Huancavelica, Cusco y Puno y otrás áreas andinas por encima de los 4,500 metros sobre el nivel del mar, es imposible prescindir de un caliente mate de coca para evitar el temible “soroche” o mal de altura.
Famosos viajeros y científicos como Alejandro von Humboldt, A. Bonpland (1817-1831), D’Orbigny, A. D (1839-1845), Markham C. (1856), Herndon W.L. y L. Gibbon (1853-1864), entre otros famosos hombre de ciencia, consideraron que la función biológica de la coca ayudaba a la adaptación del hombre a las hostiles alturas de los Andes. El propio Dr. Fernando Cabieses Molina (1946) y el célebre investigador Carlos Monge Madrano (1952) aportaron argumentos sobre las virtudes de la hoja de coca como remedio del mal de altura.
Pero la coca, como todo el mundo sabe, no sólo tiene los valores que hemos citado. Cada día es mayor el número de médicos, nutriólogos y consumidores legales que encomian las bondades nutricionales de la hoja de coca transformada industrialmente en harina para pan, tortas y dulces; jarabes y jaleas y un sinnúmero de productos alimenticios que cada día ganan más adeptos.
Uno de los estudios más citados con relación a las propiedades nutricionales de la hoja de coca es el realizado por la estadounidense Universidad de Harvard en 1975 y titulada “Valor nutricional de la hoja de coca”. En ese estudio, tantas veces citado, se afirma que la masticación diaria de 100 gramos de hoja de coca satisface la ración alimenticia diaria de un hombre o mujer. Cien gramos de hoja de coca, de acuerdo al mismo estudio, contienen casi dos gramos de potasio que son vitales para el equilibrio del corazón.
Marina Escobar, notable investigadora de la hoja de coca y sus valores alimenticios escribe: “Nosotros, los de la América andina, tenemos con la coca el privilegio de contar con uno de los productos más nutritivos del mundo. Posiblemente sus maravillosos efectos medicinales se deban al alto contenido de nutrientes que poseen, ya que los nutrientes están en relación directa con el bienestar psicosomático del ser humano”.
Luego agrega: “Los contenidos de calcio, proteínas, vitamina A, vitamina E y otros nutrientes de la coca ofrecen al campo de la nutrición humana posibilidades aún más amplias que el campo exclusivamente de la medicina”.
Comparación alimenticia de la hoja de coca con otros alimentos (100 gramos)
Alimentos Calorías Proteína Calcio Hierro Fosfato Vit. A Vit. E Vit. B1Vit. B2 Vit. C
Coca 304.00 19.90 2,097 9.80 363.00 8.15 44.10 0.30 1.72 1050
Maíz 325.00 8.40 6.00 1.70 367.00 0.02 0.30 0.16 0.70
Trigo 336.00 6.60 36.00 4.60 224.00 0.30 0.08 4.80
Arroz 359.00 6.10 8.00 1.60 130.00 0.07
Cebada 344.00 6.90 61.00 5.10 394.00 0.01 0.33 0.21
Kiwicha 365.00 12.90 179 5.30 254.00 0.20 0.57 3.20
Quinua 367.00 14.00 114 7.00 450.00 0.35 0.32 6.80
Papa 97.00 2.10 9.00 0.50 47.00 0.02 0.09 0.09 14.00
Yuca 162.00 0. 80 25 0.50 52.00 0.01 0.04 0.04 30.70
H.quinua 50.00 4.70 377 1.50 63.00 1.70 0.06 0.95 11.10
H.nabo 35.00 2.90 367 2.80 95.00 2.12 0.12 0.38 49.20
Fuente: Marina Escobar
ALCALOIDES NATURALES DE LA HOJA DE COCA
Cocaína: Es el éter metílico de la benzoil egnonina. Tiene propiedades anestésicas y analgésicas
Egnonina: Es un derivado carboxilado de la atropina. Tiene propiedades de metabolizar grasas y glúcidos y carbohidratos. Adelgaza la sangre.
Atropina: Escopolamina. Es anestésico que produce la sequedad del árbol respiratorio.
Pectina: Es absorbente y antidiarreico. Junto a la vitamina E regula la producción de melanina para la piel.
Papaína: Esta proteasa que en mayor proporción contiene la papaya es muy parecida a la catepsina animal. Es una especie de fermento que acelera la digestión.
Higrina: Excita las glándulas salivares cuando hay deficiencia de oxígeno en el ambiente.
Globulina: Es un cardiotónico que regula la carencia de oxígeno en el ambiente mejorando la circulación sanguínea. Evita el “soroche” o mal de altura.
Peridina: Acelera la formación y funcionamiento del cerebro y aumenta la irrigación sanguínea a la hipófisis y las glándulas, traduciéndose en una mejoría del cuerpo en general.
Quinolina: Evita la formación de la caries dental, junto al fósforo y el calcio.
Conina: Es un anestésico poderoso.
Cocamina: Es un analgésico que junto a la anterior ayudan a la cocaína a aumentar las propiedades anestésicas y analgésicas de la cocaína natural.
Inulina: Refresca y mejora el funcionamiento del hígado, la secreción de la bilis y su acumulación a la vesícula. Es también diurético, ayuda a eliminar las sustancias nocivas tóxicas no fisiológicas. Es un polisacárido muy parecido a las vitaminas B12 que produce aumento de las células de la sangre.
Benzoina: Acelera la formación de células musculares y evita la putrefacción de alimentos. De ahí sus propiedades terapéuticas para gastritis y úlceras.
Reserpina: Regula la presión arterial en hipo e hipertensión y ayuda a la formación de células óseas.
Estos 14 alcaloides, los aminoácidos que contienen, los ácidos y las vitaminas A, B1, C y E, la tiamina, niacina y riboflavina, convierten a la hoja de coca en la planta más completa en NITRÓGENO NO PROTEICO, que es el que elimina las toxinas y patologías del cuerpo obteniendo combinaciones óptimas con frutas y otras plantas medicinales.
(Tomado de “Opción Ecológica”, Universidad Nacional Agraria La Molina, revista mensual. Año 1, número 6, año 2002).
LA CONVENCIÓN DE VIENA DE 1961: CONDENA Y SATANIZACIÓN DE LA HOJA DE COCA
En su excelente ensayo titulado “La coca, ¿dilema trágico?”, el neurólogo y estudioso de la coca, Dr. Fernando Cabieses Molina, recuerda que el hombre de todas las culturas y épocas ha buscado y encontrado diversas formas para estimularse. En unos casos con sustancias como café, te, betel, alcohol, tabaco, coca, amapola, marihuana, o por otros medios como baile, música, televisión cine, velocidad, etc., sin tener en cuenta si estos estímulos producen daño o no.
La coca, cuyo consumo en el Perú tiene una antigüedad de cuatro mil años, de acuerdo a evidencias arqueológicas, fue perseguida en la época colonial como una “hierba maldita”. “Los enemigos de la coca propusieron primero su extirpación porque u uso ritual y religioso dificultaba la conversión de los indígenas al Cristianismo. Siglos más tarde, porque contribuía al crimen y a la degeneración racial de los indios. Contemporáneamente porque le hace daño al campesino indígena”, escribe Cabieses Molina.
Este argumento profundamente racista de forma abierta o embozada sigue siendo esgrimida por quienes en la actualidad plantean la erradicación total de las hojas de coca a nombre de la “guerra mundial contra las drogas”. El argumento de los nuevos extirpadores de idolatrías es el siguiente: como la hoja de coca es la materia prima de la cocaína que, junto a la heroína y el hashís, drogas naturales que provienen de la amapola y la marihuana respectivamente es la nueva pandemia que sovoca a las sociedad humana del siglo XXI, la solución final y única es erradicar la planta.
Pero la coca no es cocaína. Como todo el mundo sabe, el químico austro-alemán Albert Nieman de la Universidad de Gottingen en 1860 logró aislar uno de los alcaloides de la coca que él llamó cocaína que los médicos Bentley y Palmer (1880) y el propio Sigmund Freud (1895) usaron para tratar las adicciones de morfina y alcohol y casos de neurastenia, dolores de cabeza, melancolía e histeria, tal como ha referido el estudioso del tema coca Hugo Cabieses en su trabajo titulado “Notas sobre la revalorización y despenalización internacional de la hoja de coca” (Lima, 20 de enero de 1995).
Toda la carga de prejuicios, ignorancia y racismo contra la cultura andina y sus habitantes fue, bajo supuestos científicos, la base de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 y aprobada en Nueva York, Estados Unidos el 30 de marzo de ese año, que condenó a la hoja de coca como estupefaciente y el picchado como toxicomanía.
Existen cuatro listas en la referida Convención de 1961 y cuatro en la de Sustancias Psicotrópicas de 1971. Los estupefacientes son considerados por la ONU y la OMS como de débil dependencia y, por el contrario, los psicotrópicos como fuertemente tóxicos. La hoja de coca, colocada en la Lista 1 de los estupefacientes, está entre las drogas más peligrosas.
Según la misma Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, el Perú y Bolivia se comprometieron a erradicar el cultivo y el consumo de la hoja de coca en 25 años. El plazo se cumplió en diciembre de 1989 y como la disposición es irreal y atentatoria contra los usos y costumbres de la cultura y la vida andina, los pobladores andino-amazónicos sobre todo del medio rural siguieron sembrando y picchando coca.
Sin embargo, el Decreto Ley 22095 de Represión del Tráfico Ilícito de Drogas de 1978 se inspira en la doctrina prohibicionista de la Convención Única de 1961 y ésta y las Convenciones posteriores son la base jurídica de la llamada “guerra mundial contra las drogas” que mete en un solo saco el consumo legal y tradicional de la hoja de coca con los cultivos de hoja de coca derivadas al narcotráfico.
Aceptando que el uso indebido de drogas derivadas de la plantas como la coca, la amapola y la marihuana y otras artificiales como el éxtasis es una de las pandemias en las sociedades del siglo XXI, caracterizadas por el consumismo y hedonismo, la incertidumbre y la crisis de diverso orden y que exigen soluciones, es cierto también que la condena y satanización de la hoja de coca en sus usos legales, medicinales, rituales, alimenticios y religiosos son formas inaceptables de racismo, intolerancia y prejuicios en el Perú del siglo XXI.
LOS POBRES PAGAN LOS PRECIOS MÁS ALTOS POR LA HOJA DE COCA
El estudio más amplio y riguroso efectuado en años recientes sobre la hoja de coca-8 mil personas fueron encuestadas-la realizó en el año 2004 el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) en ese entonces presidido por Farid Matuk.
Las conclusiones del estudio, que por alguna razón fueron muy poco difundidas, arrojaron luces sobre la problemática de la coca y algunas afirmaciones que circulaban en esos días en relación a la producción de la hoja de coca, su consumo legal y la parte de la producción que se deriva a usos ilegales como el narcotráfico.
En esos días había una campaña oficial que afirmaba que por cada 10 hojas de coca producidas en el país, nueve eran desviadas al narcotráfico. Asimismo. Se seguía y sigue creyendo que los consumidores de la hoja de coca legal, tanto para el picchado y otros usos básicamente alimenticios, se contaban con los dedos de la mano. Además, se afirmaba y se sigue afirmando que el narcotráfico paga los precios más altos por la hoja de coca y, por lo tanto, ningún cultivo legal puede competir con los precios que paga la economía ilícita.
El estudio en mención demostró que esas y otras afirmaciones eran meras suposiciones y especulaciones sin base investigatoria. Así, la encuesta del INEI establecía que la producción de coca en el año 2004 totalizaba 52,700 toneladas métricas. De ese total, 43,700 toneladas se canalizaban a la actividad ilícita del narcotráfico, mientras que 9, 000 toneladas métricas se destinaban al consumo legal. Este importante volumen derivado al consumo legal demostraba que no era cierto que de cada diez hojas de coca producidas en el Perú, 9 se desviaban al narcotráfico.
Una conclusión importante frente al argumento que cada día menos peruanos consumen la coca en forma tradicional y legal-argumento que pretende justificar la política de tierra arrasada y erradicación total de la hoja de coca del Perú-es el número de personas de picchan coca, lo toman en mates y lo consumen en harina, panes, tortas, jarabes, etc.
Las 8 mil encuestas y 25 mil respuestas recabadas por el INEI probaron que un total de 4 millones de peruanos consumen coca en forma legal y tradicional. Esos 4 millones de peruanos hacen el 15 por ciento de la población peruana. Además, contrariando la creencia, alimentada de racismo y prejuicio, de que sólo los andinos picchan coca, el estudio revela que en efecto el 72 por ciento de los consumidores de hoja de coca están en la Sierra, con un 43 por ciento en la Sierra Sur, 20 por ciento en la Sierra Central y un 8 por ciento en la Sierra Norte, pero hay un ¡20 por ciento! de consumidores en la Costa, en las áreas urbanas y modernas del país y un 8 por ciento en la Amazonía.
Ante una pregunta de los encuestadores del INEI de cómo perciben el consumo de coca legal, el 30 por ciento de los interrogados afirmó que su percepción es positiva. No hay que olvidar que la condena y la satanización de la hoja de coca a nivel nacional e internacional influye de modo decisivo en la percepción que los ciudadanos tengan del valor de la hoja de coca, considerada unos de los tesoros de la biodiversidad andino-amazónica.
En los mismos días en que el INEI realizó su encuesta, se dieron a conocer trabajos de campo sobre los precios de la hoja de coca en el mercado rural y en particular entre los campesinos picchadores. De acuerdo a estas indagaciones de campo, no es el narcotráfico que paga los precios más altos sobre la hoja de coca sino los campesinos más pobres andino-amazónicos. Por ejemplo, los comuneros del valle de Vilcashuamán, en Ayacucho, pagan habitualmente 1 sol por una bolsita de hoja de coca que pesa 1 onza. Es decir, como la onza tiene 30.5 gramos, el campesino más pobre de las regiones andino-amazónicas estaba pagando en el año 2004 la friolera de 35 soles por el kilo de coca.
Por el contrario, el mercado ilegal o negro, paga un promedio de 2 dólares el kilo de hoja de cambio, es decir, entre 6 a 7 soles de acuerdo a tipo de cambio. En las épocas en que la hoja de coca alcanzó los picos históricos más altos, en entre 1985-1990, la arroba de coca de 11.5 kilogramos se llegó a cotizar en el Alto Huallaga a 55 dólares la arroba.
En el año 2004 cuando INEI hizo el estudio, la Empresa Nacional de la Coca (ENACO) vendía a los comerciantes intermediarios a los precios siguientes: arroba de coca de primera a S/. 140.00, o sea, S/. 12.72 soles el kilogramo; la arroba de segunda, a S/. 130.00, es decir, a S/. 11.80 el kilogramo y la arroba de tercera calidad lo comercializaba a S/. 120.00, lo que equivale a S/. 10.90 el kilogramo. En ese año, ENACO pagaba por la coca de primera a S/. 60.00 la arroba, obteniendo jugosas utilidades a costo de los campesinos pobres andino-amazónicos.
Como si todo esto no fuera suficiente para la pobreza rural, la coca consumida por los campesinos no eran hojas enteras, limpias y bonitas, sino casi siempre hojas sucias y rotas.
La asimetría campo-ciudad es ya histórica en el Perú. Pero esta desigualdad es mayor en el caso del comercio de la hoja de coca en detrimento de los consumidores. Una forma de mejorar la calidad y el precio de la hoja de coca que se traduciría en una mayor demanda del consumo legal y tradicional, expropiando materia al narcotráfrico con la ley de la oferta y la demanda, debe ser la formulación de una política de Estado sobre la coca que incluya la creación de Instituto Nacional de la Hoja de Coca, una campaña nacional e internacional para la despenalización de la hoja que implica sacarla del Apéndice 1 de la Convención de Estupefacientes de la Convención Única de Viena de 1961 y una reingeniería total de ENACO.
COCA Y RACISMO II
Por Róger Rumrrill
EL RACISMO Y LA HOJA DE COCA
La famosa escritora afroestadounidense Toni Morrison, autora de Beloved y ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1993 declaró sobre la esclavitud y el racismo lo siguiente: “La esclavitud fue algo universal, se dio en todos los países y regiones. La aportación de mi país fue asociar la raza negra a la falta de libertad, eso fue algo premeditado, construido, legalizado por diferentes procedimientos especiales, con el fin de proteger los privilegios de los más ricos, creando un sistema político, económico y social a gran escala que descansaba sobre la base del sistema no pagado”.
El análisis y la explicación de Morrison sobre la raza negra asociada a la esclavitud, nos ayuda a entender cómo el consumo tradicional de la hoja de coca por el campesino andino-amazónico ha sido y sigue siendo asociada a la pobreza, al analfabetismo, a la degradación moral e incluso a la debilidad mental.
Sin mayor base científica, el coqueo andino fue identificado como una “intoxicación crónica” y fue el punto de partida y el origen de los trabajos de los médicos Valdizán (1913) y Gutiérrez Noriega (1944-1946) que “sirvieron de fundamento al Informe de la Comisión de Estudio ( o encuesta) de la Hoja de Coca de las Naciones Unidas (Lake Success, 1950), así como al mantenido juicio del Comité de Expertos de la OMS que en 1992, se negó a poner al día la información científica (1952, 1953, 1993). “Sólo prejuicios anti-indígenas respaldan la estimagtización del coqueo andino y la hoja misma”, escribe el psicólogo social y defensor de la hoja de coca Baldonmero Cácres.
Como la coca, la hoja sagrada de los Incas, estaba relacionada con las prácticas rituales de la religiosidad andina, las autoridades coloniales europeas llegaron a la conclusión que la extirpación de las idolatrías, es decir de la espiritualidad y la cultura andina, debía asociarse también a la prohibición del consumo de la hoja de coca.
Hasta que descubrieron que con el coqueo los indios podían trabajar más horas en los socavones de las minas, en los campos agrícolas, en el pastoreo, comiendo poco y produciendo más riqueza para las arcas del rey. Entonces el pragmatismo y los intereses económicos predominaron sobre otros intereses.
Si durante la Colonia a nombre de la civilización, el progreso y la cruz se intentó barrer con todo el corpus civilizatorio construido a los largo de siglos por las culturas pre Incas e Incas, durante la república se vinculó la hoja de coca a la pobreza andina y en el siglo XX y XXI quienes exigen una política de tierra arrasada con relación a la hoja de coca, en el fondo lo que están pidiendo y exigiendo es también la erradicación de las culturas e identidades andino-amazónicas.
Identidades hoy amenazadas en un país como el Perú, pluricultural y multilingue, pero con un Estado monocultural y donde la pobreza, los medios de comunicación e incluso el sistema educativo corroen y debilitan las identidades que se resisten a desaparecer.
La hoja de coca es un signo de estas identidades andino-amazónicas.
EL PODER MEDICINAL DE LA HOJA DE COCA
En el libro “PERÚ MÁGICO” (Editorial Mesa Redonda, Lima 2009), una antología de ensayos compilada por Maritza Villavicencio, se publica un notable estudio del Dr. Alejandro Sacha Barrio Healey titulado “El tejido invisible de la hoja de coca”. El presente texto es una breve reseña del trabajo de Sacha Barrio, médico en herbolaria, acupuntura y craneosacral.
“De un lado, esta hoja de coca es una gran medicina, pero igualmente tiene el poder de hacer mucho daño cuando se vuelve una droga”, escribe Sacha Barrio.
En efecto, la humilde hoja de coca es como el hombre y la mujer. Puede hacer el bien y el mal. En su ser hay elementos destructivos y constructivos. Puede ser sagrado y profano. La hoja de coca puede ser bálsamo, consuelo y sanación del campesino. Pero esta misma hoja puede contribuir a erigir el gran poder económico de la “Coca Cola” y las multimillonarias ganancias de la industria farmacéutica de productos derivados como la lidocaína, la procaína y muchos otros analgésicos.
El poder medicinal de la hoja es muy grande. Puede ser usado como suplemento de calcio, fuente de proteínas, para combatir la artritis y los dolores musculares. Es también antidepresivo, tónico restaurador para la fatiga y el cansancio, poderoso anestésico, ayuda a las funciones digestivas evitando los cólicos y espasmos; cura a las personas con anemia porque tiene una alta concentración de hierro.
“Hay muchas personas que admiten que la coca tiene muchos nutrientes, mucho calcio, mucho hierro, muchas proteínas y alcaloides benéficos, pero descartan su uso, según ellos, por los efectos tóxicos de la cocaína, pero no llegan a precisar exactamente a qué efectos se refieren”, escribe Sacha Barrio.
Con el consumo oral no existe la cocaína. Según el médico que estamos citando, la hoja de coca contiene entre 0.5 % a 1% como máximo de alcaloide de cocaína. Pero ésta se degrada cuando entra en contacto con la saliva, transformándose en otro alcaloide denominado benzoilegnonina. Es decir, el 23 % de la cocaína se degrada por acción de la saliva, el 26 % por el jugo pancreático, el 8 % por el jugo intestinal, el 71% se degrada en la mucosa intestinal y un 100 % de la cocaína se degrada en el hígado.
La coca es un milagro de la naturaleza. Pero tiene muchos enemigos. El mayor enemigo de la coca es Estados Unidos. Sin embargo, ese país que es la primera potencia militar del planeta, tiene el récord mundial de diabéticos, de obesos y de depresivos que podrían combatir el mal con la coca. Los Altomesayoc andinos ya están leyendo que la hoja volverá a ser sagrada y en ese momento muchos de los males del hombre del siglo XXI podrán ser tratados con la humilde hoja de coca.
LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA HOJA DE COCA
El 12 de marzo del año 2009 el Congreso de la República del Perú aprobó el dictamen del proyecto de ley 2515 para transformar la hoja de coca en harina.
En proyecto autorizaba a los productores de manera individual o colectiva a la transformación mediante el sistema de molido-pulverizado de sus cultivos legales en harina o saborizantes para comercializar o industrializarlos, siempre que no pudieran ser recuperados para producir estupefacientes.
El referido proyecto de ley, finalmente desestimado y encarpetado, generó un intenso y acalorado debate en el país, enfrentando una vez a aquellos que creen y sostienen que las plantaciones de hoja de coca y su consumo incluso tradicional fomentan y favorecen la actividad ilegal y delictiva del narcotráfico. Para éstos, el proyecto 2515 era una puerta de entrada del narcotráfico. En la otra orilla, estaban todos aquellos que sostienen que debe fomentarse el consumo tradicional de la hoja de coca por sus bondades nutricionales y medicinales y procederse a su industrialización como una alternativa económica de lucha contra el narcotráfico.
Entre los que abogan por el consumo de la hoja de coca en la forma de alimentos está el propio presidente de la república Dr. Alan García Pérez quién, en diciembre del 2006, propuso que la coca debería servirse en ensaladas y otros usos alimenticios y medicinales.
Una de las organizaciones que más argumentos ha esgrimido a favor de la hoja de coca es la Asociación Peruana de la Hoja de Coca (APEHCOCA) que integra a consumidores tradicionales, científicos, médicos notables como Sacha Barrio y Teobaldo Llosa, hombres de leyes, periodistas e industriales que procesan productos de la hoja de coca como “Agroindustrias Chaska” de Ayacucho y “Productos Maná” de Lima para sólo citar dos entre varias.
La variedad de productos legales de la hoja de coca es cada día mayor. Los más conocidos son, en cuanto a alimentos, panes, kekes, galletas, tortas, saborizantes, una lista grande bebidas que incluyen vinos, macerados y jarabes, además de productos de belleza como cremas y aceites para la piel. Los industriales de la hoja de coca sostienen, como lo ha referido el Dr. Teobaldo Llosa, que los productos de la hoja de coca pueden ser descocainizados o desalcaloinizados y que no significan ningún riesgo de ingerir cocaína. Uno de los argumentos de mayor peso para una industria que crece sin pausa tiene que ver con las bondades medicinales y nutritivas de los productos derivados de la hoja de coca y que la obtención del valor agregado de la hoja genera más trabajo legal, alternativas económicas y, en consecuencia, desde el consumo legal se puede combatir al narcotráfico arrebatándole materia prima para consumo legal.
Los productos derivados de la hoja de coca en el mercado peruano cuentan actualmente con el registro sanitario de la Dirección General de Salud (DIGESA) del Ministerio de Salud y algunos de ellos la aprobación oficial de la Empresa Nacional de la Coca (ENACO).
Una de las limitaciones de la industrialización de la hoja de coca siguen siendo las campañas adversas cargadas de prejuicios de aquellos que, pese al consumo milenario de la hoja de coca por los antiguos peruanos y los de hoy y a las evidencias científicas y médicas, siguen sosteniendo que la coca no tiene propiedades alimenticias ni medicinales. Otro factor en contra es todavía la limitada demanda de los productos por falta de una promoción eficaz.
Pero la mayor barrera y límite del consumo nacional y sobre todo internacional de los derivados legales de la hoja de coca es, sin duda, la condena que pesa sobre la hoja considerada estupefaciente y el picchado calificado de toxicomanía por la Covención Única de Viena de 1961. Mientras no se levante esa condena, la hoja sagrada seguirá satanizada por todos los extirpadores de idolatrías del siglo XXI.
LA HOJA PERSEGUIDA EN AMÉRICA LATINA
Pese a que en el Perú hay más de 4 millones de consumidores tradicionales de hoja de coca, que la ciencia cada día revela con asombro sus virtudes y propiedades alimenticias y medicinales, que los Gobiernos Regionales de Cusco y Huánuco han expedido Ordenanzas Regionales sobre su legalización, que el Tribunal Constitucional ha fallado a favor de la revalorización y la legitimidad de su uso tradicional, la hoja de coca sigue perseguida en el Perú, en el resto de América Latina y el mundo.
Sobre ella pesa la condena de la Convención Única de Viena de 1961 y el hecho de que sea la materia prima para la fabricación de la cocaína y cuyo uso indebido, junto con otras drogas naturales como la heroína derivada de la amapola y el hashís, que procede de la marihuana, sea ahora la causa y el origen de una de las mayores pandemias de la sociedad moderna: la drogadicción y el narcotráfico.
La industria criminal del narcotráfico es a la vez la justificación y la razón de la llamada “guerra mundial contra las drogas” que es una guerra perdida desde el que día en que fue declarada durante el gobierno del presidente Richard Nixon (1969-1974) porque sus estrategias de combate a la oferta están basadas en diseños y esquemas militaristas y policiales a sabiendas de que la producción tiene como caldo de cultivo la pobreza rural del campesino y porque la demanda en vez de ser tratada como un problema de salud pública es objeto de criminalización.
En el caso del Perú, la llamada política antidrogas tiene como sustento jurídico la Ley 22095 de 1978, inspirada en el prohibicionismo de la Convención Única de Viena de 1961. Esta norma y el seguidismo al modelo de política antidrogas de Estados Unidos es la razón de fondo de por qué el Perú no puede, hasta la fecha, contar con una política de Estado sobre la coca.
Una política de Estado que revise toda la normatividad sobre el tema partiendo de la derogatoria de la 22095, la creación de un Instituto Nacional de la Coca y una campaña desde el Estado y la sociedad civil para despenalización de la hoja de coca.
Bolivia es el único país de América del Sur que ha emprendido una campaña de despenalización de la hoja de coca desde las más altas instancias del gobierno. El mismo presidente Evo Morales Ayma, histórico líder cocalero, presentó en marzo del año 2009 en durante la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGASS) una solicitud formal ante el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon para que se eliminaran los artículos 49(c) y 49 (e) de la Convención Única de Estupefacientes de 1961 que establecen explícitamente que “la masticación de hoja de coca quedará prohibida dentro de los 25 años siguientes a la entrada en vigor de la presente Convención” que entró en vigencia en diciembre de 1964.
El pedido boliviano fue visto por el Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC) el 30 de julio y determinó el inicio de consultas a lo largo de 18 meses para anular la Convención en lo que atañe a la masticación de la hoja de coca. Si finalmente las partes no se oponen al pedido de enmienda boliviana quedarán suspendidos los artículos referidos. Para la mayoría de los especialistas, la decisión tendría sobre todo un carácter simbólico porque los 25 años establecidos por la Convención Única de Viena de 1961 se han cumplido largamente.
En Colombia la hoja de coca es un cultivo penalizado y perseguido sobre todo porque el 99 por ciento de su producción está destinado al narcotráfico que, a la vez, está vinculado a la lucha armada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El antiguo movimiento cocalero legal prácticamente ha desaparecido fagocitado tanto por el narcotráfico como por la violencia armada. Sólo quedan algunos reductos de coca legal en la Sierra Nevada de Santa Marta donde los campesinos siembran coca para su uso tradicional, el “manbeo”, equivalente peruano del picchado o boliviano del acullico.
En el resto de países de América Latina la coca es perseguida, mirada con sospecha y confundida con frecuencia, como en Estados Unidos y Europa, con la cocaína.
Coca y cocaína son el mismo producto en la mayor parte del mundo. En Argentina hay una excepción notable. Un estudio de la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui ha demostrado que en las provincias norteñas de Tucumán, Jujuy y Salta, el consumo de la coca en su estado natural por parte de ciudadanos argentina alcanza un volumen anual de 1200 toneladas métricas.
Pero la realidad de la coca en estas provincias es contradictoria. Por un lado la ley 23737 de 1989 legaliza la tenencia y el consumo de la coca en su estado natural, pero penaliza su comercialización y cultivo.
Para terminar con esta situación que genera muchos problemas de orden judicial y penal, el presidente Evo Morales ha planteado al gobierno argentino un acuerdo que ponga fin a esta contradicción legal.
http://aipeuc-ps.org/mailman/listinfo/ashaninka