Mientras más hostil se muestra el presidente Correa con las organizaciones indígenas, más se extiende el interés por comprender los motivos de esa actitud que contradice a la idea del estado plurinacional y de un Socialismo para el siglo XXI, y a toda ideología revolucionaria. Era de esperar que un gobierno que se promueve con resonantes proclamas aprovechara el potencial democrático que encierra la lucha por las reivindicaciones indígenas, y que impulsara instituciones, normas, procedimientos y garantías para consensuar acciones pertinentes entre el Estado y los pueblos originarios. En el discurso, el régimen promueve y apoya soluciones a la cuestión indígena. Pero uno es el discurso y otras son las acciones. En la práctica se desconoce y combate la voluntad de los pueblos que hasta ahora han elegido sin intromisiones ni interferencias a sus representantes y dirigentes. El encuentro del ALBA en Otavalo sacó a relucir las contradicciones entre una política extractivista, que no cuenta con el cálculo preciso de costos y beneficios económicos y sociales, y la posición del movimiento indígena, que no solo vela solo por su gente, sino que en los hechos practica la defensa de la naturaleza y, por ende, de toda la sociedad.
El gobierno excluyó a la Conaie de la reunión continental, reprimió la consecuente protesta y sigue tratando de romper las buenas relaciones entre los pueblos originarios porque sabe bien que en el Ecuador el movimiento indígena es la única fuerza organizada con capacidad para frenar los desafueros en la explotación de los recursos naturales, política comprometida con una economía sin miramientos con el futuro, que a la larga enriquecería a unos pocos en detrimento de la gran mayoría, es decir, como siempre ha ocurrido.
En Otavalo, al poner los indígenas al frente de su protesta a una gigantesca culebra, símbolo de la vida en su cultura tradicional, representaron la lucha actual sus pueblos. Bastó la presencia de la gran anaconda para expresar todo lo querían decir en la reunión: que se avizora una catástrofe climática con la extracción indiscriminada del petróleo y de los minerales y del mal uso del agua, que se debe proteger la selva y su ecología; que tal afán de protección responde no a solo al clamor de sus comunidades, sino que ya existe una conciencia mundial de lo urgente que es preservar la vida en el planeta. Lástima que el presidente Morales parece no haber visto la culebra; de haberlo hecho habría recordado su propio entusiasmo y admiración por la Conaie. Lástima que el presidente Correa piense y actúe en términos de economía abstracta y no de economía humana.