A días de terminar la famosa cumbre de la Celac-UE, el Estado chileno vuelve a mostrar su cara más oscura contra las comunidades mapuche en resistencia.
Todas las mesas de diálogo: cumbres del cerro Ñielol, encuentros con Enama, la ADI, fueron simplemente una apariencia que mostró el Estado a los países que asistieron a la cumbre; imagen de gobernabilidad que necesitaba presentar al momento de impulsar acuerdos económicos, en donde el Wallmapuche era un producto más a la venta.
La conmemoración del asesinato de Matías Catrileo este año marcó un hito importante para las comunidades en resistencia y para el pueblo mapuche y chileno en general. Las manifestaciones, que tuvieron un carácter nacional mapuche, obligaron a pronunciarse a diversos sectores mapuche y chilenos, a mostrar de qué lado están. Una gran parte del pueblo mapuche demostró su apoyo a los diversos territorios en resistencia, su digna lucha que llevan adelante, dejando en claro que no están solos en la resistencia y que la dignidad es una de sus mejores virtudes.
Sin embrago, también apareció el oportunismo y los intereses mezquinos, esos que pulularon por mesas y cumbres a la espera que alguna migaja llegara a sus manos, aprovechándose del accionar de las comunidades, o en casos extremos, otros que en forma irresponsable cayeron simplemente en delaciones.
Pero, ¿a quién sirvió todo ese circo? En los días siguientes a la muerte de los colonos en Vilcún, el gobierno no hizo nada diferente a lo que por más de 100 años a hecho. La represión que se vive desde esos días en Wallmapu sólo fue ocultada, simulada; mientras se llevaba a cabo la cumbre de la Celac-UE en Santiago.
Y en ese contexto, tanto la cumbre del cerro Ñielol como los encuentro con Enama y la ADI, sirvieron para mostrar una imagen de diálogo, pero también, aunque moleste señalarlo, para prestarse al juego del gobierno y su afán de dividir a los mapuche entre buenos y malos, con el objetivo de aislar a las comunidades que resisten la ocupación y el saqueo capitalista.
Y, se acabó la Celac
La reunión de empresarios americanos y de Europa -acompañados por presidentes serviles- terminó el domingo 27 de enero, y sólo dos días después, el martes 29, sorpresivamente se condenó a tres jóvenes de la Comunidad Wente Winkul Mapu, luego que se dilatara el desarrollo del juicio oral, parece estar claro por qué.
Al día siguiente, la madrugada del miércoles 30 se allanó violentamente la zona de El Roble-Carimallín, en Río Bueno, deteniendo la policía a dos Machi y otros cuatro comuneros y miembros de redes de apoyo, acusándolos de acciones de sabotaje en un territorio ocupado por empresarios.
Menos de 48 horas después, en la zona de Arauco se detuvo a una familia completa, miembros de una red de apoyo y sus pequeños hijos, quedando Emilio Berkhoff encarcelado bajo la condena que públicamente realizó el ministro del Interior Andrés Chadwick, quien obedeciendo a las presiones empresariales, aseguró que detuvieron a “un líder violentista”. También se supo de allanamientos a otras casas de Machis, en busca de más detenidos, que se suman a la escalada de violencia contra autoridades mapuche.
De esta forma estamos ante el desarrollo de una desesperada cacería, bajo una guerra sucia que despliega el Estado chileno, usando cobardemente su reforzado aparataje militar contra el movimiento mapuche. Esta arremetida, junto a la compra de algunos mapuche con el dinero de sus “áreas de desarrollo” y “mesas de diálogo”, busca frenar la creciente recuperación del territorio ancestral mapuche y la expulsión de las grandes empresas que financian a la clase política chilena y su estabilidad capitalista.
—
Se acabó la Celac: Chile vendió el territorio mapuche y reanudó su violenta guerra sucia