Por Milton Lopez Tarabochia – Servindi
Más de medio siglo Colombia sufre por una guerra interna que parece nunca acabarse. La población indígena es una de las más afectadas e ignoradas, más aun su niñez, la cual no tiene tiempo para pensar en el futuro porque está más ocupada en escapar de la violencia, el hambre, los desplazamientos forzados y la discriminación.
El informe “Niños y niñas indígenas en riesgo de desaparecer. Radiografía de la niñez indígena en Colombia” publicado por Free Press Unlimited, War Child Holland y la Agencia Pro Infancia PANDI a fines de 2013 revela una serie de hechos y cifras que sorprenderían a cualquiera. Menos a las víctimas.
Este artículo procura dar un breve vistazo al problema de la niñez aborigen frente al azote emocional y físico que significa un conflicto armado. Azote ignorado a nivel mundial. Y cuyos agentes son la guerrilla, los grupos paramilitares y la propia fuerza pública del Estado.
Niños sin hogar
El desplazamiento forzado en Colombia es aquel proceso mediante el cual grupos ilegales toman el control de territorios ajenos a través de la cultura del terror. Este es un concepto formal, en cambio, Maira de 17 años, víctima indígena, lo defina de esta manera: “El desplazamiento es cuando a uno le quitan la casa, los amigos, el colegio y la familia”.
Según el censo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE, 2005) el desplazamiento forzado es la principal causa de la movilidad de los pueblos indígenas. Del 100 por ciento del total desplazado, los ciudadanos aborígenes forman un 47 por ciento (121,809 personas) de acuerdo a los datos de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
Así como Maira, quien llegó a la ciudad a los 7 años, existen miles de niños indígenas que llevaron su risas, llantos, recuerdos, su cultura encima para sentir ellos mismos en la metrópoli… mas ésta no les deja. En la ciudad se debe sufrir de otra forma, con discriminación.
Muchos de los niños, niñas desplazados hablan su lengua indígena e incluso algunos adultos no saben leer ni escribir, condición que los aísla socialmente.
El DANE de 2006 registra 15,032 indígenas solo en Bogotá. Los desplazamientos producen traumas en las víctimas, porque arrebatarles su tierra, es arrancarles la vida poco a poco. “Yo pensaba: ¿cuándo será que voy a volver a mi casa, a ver mis ollas, con las que jugaba a la cocina?”, recuerda una adolescente indígena.
Otro informe elaborado por las entidades mencionadas, denominado “Niños y niñas con la vida desplazada”, señala que solo durante el año 2013, 31,376 persona provenientes de diferentes etnias han sido desplazadas.
“Cuando un niño es sacado de su familia, de su comunidad, de su etnia, se le vulneran todos sus derechos. También en el grupo hay un impacto importante porque se va uno de sus miembros”, comenta el gerente de Prevención y Asuntos Étnicos del Programa Migración y Niñez de la Organización Internacional para la Migraciones (OIM).
La Colombia no oficial
Más de un millón y 300 mil habitantes son indígenas en el país caribeño, dicha cifra corresponde a 3,4 por ciento de la población total según el DANE. De estos, un 40 por ciento pertenece a aquellos que mantendrán la cultura aborigen, los niños.
La Corte Constitucional ha identificado en riesgo de desaparición 34 de los 102 grupos indígenas existentes en todo el territorio nacional. La ONIC identificó otros 32. Es así que suman 66 pueblos en riesgo de desaparición física y cultural. En conclusión, más del 50 por ciento de los pueblos indígenas están por desaparecer.
Se puede seguir conjugando el verbo identidad, pero no es acertado. Los niños la están perdiendo, y cuando llegan a la ciudad ni documento o cédula poseen para reconocerse ante otros.
”La gente llega a las ciudades sin Tarjeta de Identidad, Registro Civil (como fue el caso de Maira hasta los 7 años) y sin saber escribir. Adicional a eso le toca hacer tantos papeleos y gastar dinero que no tienen, en buses para acceder al subsidio que pareciera hacerse lejano para ellos. Esto es discriminatorio, excluyente y definitivamente antihumanitario”, remarca Ximena Norato, Directora de Agencia de Comunicaciones PANDI.
Según el informe existe un paralelo escandaloso entre los porcentajes de los principales problemas que aquejan a la niñez colombiana que todos conocen y la indígena: mortalidad (25 y 1,9 por ciento respectivamente); desnutrición (70 y 12 por ciento); analfabetismo (44 y 8,4 por ciento); pobreza (63 y 32, 70 por ciento).
La desigualdad resulta deprimente porque dichos datos no son conocidos públicamente. Niños colombianos son todos, sin excepción, pero parece que el conflicto armado marca una enorme distinción.
Las consecuencias expuestas son producto de una cadena sin fin de atropellos a los derechos humanos: desplazamiento forzado, las minas antipersona, incluso se obliga la participación de los infantes en la guerra mediante el reclutamiento forzado.
“‘Informantes’, ‘mandaderos’ o ‘chancleteros’ son algunos de los términos que se utilizan para definir las labores que realizan los niños y las niñas entre los 6 y los 13 años de edad que son vinculados a los grupos armados ilegales”, manifiesta el sacerdote Adriel Ruiz, misionero de la Diócesis de Buenaventura, testigo de este hecho.
La ley los protege
La Ley 833 de 2003 sobre Protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados señala lo siguiente:
Artículo 4:
1. Los grupos armados distintos de las fuerzas armadas de un Estado no deben en ninguna circunstancia reclutar o utilizar en hostilidades a menores de 18 años.
2. Los Estados Partes adoptarán todas las medidas posibles para impedir ese reclutamiento y utilización, con inclusión de la adopción de las medidas legales necesarias para prohibir y tipificar esas prácticas.
Los principales derechos humanos vulnerados y que se enfatizan en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas son los derechos a la distintividad, igualdad, a lo propio, al mejoramiento y el derecho preferente.
Alzarán la voz por solidaridad mundial
Indígenas colombianos aprovecharán la Conferencia Mundial sobre Pueblos Indígenas (CMPI) de las Naciones Unidas para pedir solidaridad mundial ante la cadena de muertes y desplazamientos de los cuales son víctimas históricas.
La CMPI se realizará en Nueva York, Estados Unidos, los días 22 y 23 de setiembre. Uno de sus objetivos es evaluar el cumplimiento de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas en los estados miembros.
El ex presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), Luis Evelis Andrade, señaló que “la idea es hacer un llamado a los Estados, a los gobiernos para que tomen medidas que protejan a nuestros pueblos, del despojo de nuestros territorios y se les respete su autonomía, leyes y derechos”.
Pese a la neutralidad indígena frente a la guerrilla, los paramilitares y el ejército, Evelis Andrade manifiesta que cerca de tres mil originarios han sido asesinados y ochenta mil resultaron desplazados de sus hogares.
Un millón 378 mil es la cantidad de aborígenes en Colombia. Estos exigen al Gobierno de turno un resguardo de sus derechos como la inversión en salud y educación.
De manera adicional, solicitan su participación en el proceso de paz que se lleva en La Habana, Cuba, entre las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno.
“Nosotros respaldamos el diálogo iniciado y exhortamos a las partes incluir en el proceso la participación, propuestas y aspiraciones de nuestros pueblos en un marco de justicia social que garantice la paz para Colombia” remarcó.
Los niños también exigen justicia. De ellos dependerá que Colombia sea una nación unida en las próximas generaciones.