Cada año se talan en Sudamérica superficies de bosques del tamaño de Holanda para plantar soja. Así los monocultivos de soja se han extendido inimaginablemente: la soja y el maíz transgénico de un único fabricante, Monsanto de los Estados Unidos, crecen sobre 45 millones de hectáreas en Argentina, Brasil y Paraguay. Es la superficie de Alemania y Austria juntas.
Los biotecnólogos de Monsanto han hecho las plantas de cultivos como la soja o el maíz inmunes contra su propio herbicida Roundup. El principal componente es el veneno glifosato. Mientras los granos patentados resisten las fumigaciones, todo el resto de la vegetación muere.
Como las plantaciones se extienden hasta los límites de las poblaciones, también las personas son fumigadas, se enferman y mueren por los venenos. Los animales, los suelos, los ríos, el agua potable. Todo queda envenenado con el cóctel contaminante de químicos.
Pero la naturaleza se resiste. En los campos de cultivos transgénicos, las llamadas malas hierbas y los insectos desarrollan inmunidad a los venenos de Monsanto. Los expertos no están sorprendidos. Es la consecuencia previsible de un sistema perverso que quiere dominar a la naturaleza y utiliza cantidades cada vez mayores de venenos.
En la Unión Europea, la mayoría de la población está en contra de los transgénicos en la alimentación. A pesar de ello, la mayoría los consume diariamente contra su voluntad y muchas veces sin saberlo. Los pollos, cerdos y vacas se alimentan con gran parte de los 35 millones de toneladas de soja que se importan cada año en la UE. Casi toda es soja genéticamente modificada de Monsanto.
Por favor, pide a la Unión Europea que deje de importar soja. Para evitar esta cadena poco saludable puede reducir o evitar el consumo de carne y productos animales.
Comienzo de la acción: 18/09/2012.
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