Perú: El peligro de los transgénicos

Por Josefina Takahashi

 

Con mucha preocupación leo que algunos empresarios, agricultores y colegas opinan a favor de los transgénicos (OVM), como si la naturaleza no hubiera demostrado en más de una oportunidad que es más poderosa que el hombre.

Así, por ejemplo, poco se sabe de cómo los patógenos de plantas o animales mutan y causan serias enfermedades en el hombre. Por ejemplo, en el caso del virus que produce el Ebola o el SIDA, o el ECJ causado por el prión que también causa la enfermedad de las vacas y bovinos (EEB), constituida sólo por proteínas; utiliza el genoma de su huésped para replicarse y se mantiene viable a más de 140 grados centígrados por 20 minutos.

El conocimiento de las complejas relaciones de coexistencia, sinergia o antagonismo, del hombre con los otros seres que habitan el planeta, en respuesta a los diversos factores de clima, temperatura, humedad, altitud, etc., son todavía muy limitadas.

Los creadores de las plantas transgénicas comercialmente disponibles, sólo han evaluado el comportamiento de las plantas y sus productos, bajo ciertas condiciones de clima, unidad de consumo, etc., en relación directa a su impacto en la “salud humana”.

Sin embargo, no ha tomado en cuenta que cada especie, especialmente en los centros de origen y en países mega diversos como el Perú, coexiste no solo con un gran número de sus parientes silvestres, que pertenecen a la misma familia y género, como ocurre para los casos del maíz, la papa, el frejol (pariente de la soya), entre otros; sino también con todos los microorganismos que causan sus enfermedades y los insectos y plantas que actúan como vectores de esos patógenos y las plantas que actúan como sus hospederos temporales; así como los insectos y patógenos que atacan o afectan directamente su desarrollo.

Por ejemplo, el maíz es atacado o es anfitrión de varios miembros del grupo de los potyviridae(MDMV, SCMV, VMCA, WSMV,JGMV, ZeMV, entre otros); transmitidos por diferentes especies de áfidos, mediante un proceso de incubación, reproducción y transmisión, que varía según el virus y el agente vector. Es decir, que las relaciones no son simples, ni mecánicas. Se ha identificado más de 180 miembros pertenecientes a este grupo.

Por otro lado, los picornaviridae, un grupo de virus que afectan a los humanos y animales, tienen un ARN con estructura muy similar a los potyviridae. En este grupo están los virus que producen en el hombre la hepatitis, la polio, encefalomiocarditis, rinitis, entre otros y similares que afectan a animales.

Se ha demostrado que el genoma de los potyvirus tienen capacidad de promover la capacidad de reproducción de otros virus, incluyendo los que afectan a humanos.

La complejidad de los procesos de replicación de los patógenos en sus huéspedes vectores y principales, abren muchas interrogantes que en la mayoría de los casos, todavía no han sido evaluados.

Es decir que si casos concretos de las formas de replicación, interacción, virulencia, de estructuras genómicas “originadas por la naturaleza a través de millones de años”, son todavía desconocidos, es aventurero decir que se conoce lo que puede ocurrir con los organismos creados por el hombre, organismos cuyos genomas son el resultado de la mezcla bajo condiciones de laboratorio, de genes de grupos diferentes, como pueden ser plantas y microorganismos o animales. Organismos creados sin otro criterio que su respuesta directa en la productividad o resistencia a un producto o patógeno, es decir, organismos creados para satisfacer el “interés económico” de unos pocos, para “alimentar a muchos”, sin importar las consecuencias que pueden ocasionar, a corto, mediano y largo plazo.

Así por ejemplo, decir que no se ha probado ningún impacto en la biodiversidad, es falso. Simplemente no se han realizado estudios de su impacto en los diversos seres del ecosistema donde se desarrollan y menos aún en latitudes diferentes de donde fueron creados o probados.

En estas circunstancias es necesario recordar el impacto de la denominada “revolución verde” orientada a la producción masiva de alimentos, que domina la agricultura y ganadería en los países desarrollados, con consecuencias no siempre positivas; pero que además, al igual que ahora, no resolvió el problema del hambre en los países subdesarrollados y mucho menos cambió el nivel socio económico de los agricultores pobres de estos países.

Por eso, en la Cumbre de Río se afirmó: “la humanidad enfrenta una crisis ambiental global sin precedentes, producto de su propio ingenio, afán económico e ignorancia ecológica”; amenaza la supervivencia de la vida en el planeta y exige que aprendamos de nuestros errores y que adoptemos un modo sostenible de vivir en que se reconozca nuestra dependencia del ecosistema de que formamos parte. La sostenibilidad es un concepto ético: significa la obligación moral de usar los recursos del planeta de manera que las generaciones futuras disfruten de la misma calidad ambiental y de vida.

Esto no quiere decir, que el uso de la biotecnología sea negativa, porque muchas formas de esas tecnologías son de enorme utilidad para el hombre y han sido usadas desde tiempos inmemoriales; pero el uso de la ingeniería genética para producir plantas transgénicas, es un tema diferente.

Todavía hay un largo camino por recorrer, para evaluar cuidadosamente sus ventajas e impactos. Es decir, mucho por investigar y aprender de la naturaleza, antes de aventurarnos a aplicarlo en los campos de nuestro país, en donde, además, no es necesario. Nuestro potencial es nuestra biodiversidad.

 

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