Por Iván Herrera Gálvez
30 de junio, 2010.- El 19 de junio, un barcaza de la Pluspetrol derramó 400 barriles de petróleo en el río Marañón. Dos días después, el Ministro de Energía y Minas, Pedro Sánchez declaraba en la televisión que lo derramado “Es un monto muy pequeño. En realidad, comparado con lo ocurrido en el Golfo de México, es una cosa muy pequeña que no debe ser motivo de alarma”. A su turno, el Ministro del Ambiente, Antonio Brack, dijo que el impacto al ecosistema es mínimo y anunciaba sanciones a los responsables.
Mientras tanto, la población indígena de la zona afectada se quedaba sin agua limpia para beber y pescar. Según reportes, algunos lugareños presentan síntomas de intoxicación, pues no fueron avisados oportunamente del derrame. La prensa internacional recoge la denuncia e informa que 3,500 personas no pueden usar su única fuente de agua, el río Marañón.
Otra vez, el mito de la petrolera “limpia y responsable” se hunde en la negra y oleosa realidad.
De acuerdo a las denuncias de la Federación de Comunidades Nativas del río Corrientes (FECONACO), sólo en el 2009, la Pluspetrol ocasionó 16 derrames de petróleo, y otros 18 en el año 2008. En total, van 58 derrames desde el 2006. A nivel nacional se trataría de 78 derrames según lo informa la última edición del semanario del periodista César Hildebrandt.
Llama la atención la postura del Ministro del Ambiente, quien hoy se muestra fiscalizador, pero a mediados del año pasado defendía a la empresa a pesar de las repetidas denuncias y sanciones contra ella. Según Brack: “La actividad petrolera implica un impacto… pero ahora es mínimo” afirmó en una entrevista concedida a El Comercio.
Tras décadas de contaminación, el año 2,000 la Occidental Petroleum Corporation vendió a Pluspetrol el lote 1AB ubicado en la cuenca del río Corrientes, pero la nueva dueña continuó con las malas prácticas.
Un estudio realizado por el Ministerio de Salud el 2006, reveló que más de las dos terceras partes de la población analizada en la zona del lote 1AB excede los 10 microgramos por decilitro de plomo en la sangre (un niño promedio en EEUU no pasa de 1.45 microgramos por decilitro), mientras que el 97,30 por ciento de la población analizada supera la concentración habitual de cadmio en fumadores.
Dolencias como pérdida de audición, abortos espontáneos, enfermedades cardiovasculares, enfermedades de los riñones y cardiovasculares, problemas de aprendizaje, entre otros, se asocian a niveles de plomo menores a los registrados en la población nativa del Río Corrientes.
El informe “Un Legado de Daño”, fruto de una investigación realizada el 2006 en cinco comunidades cercanas al lote 1AB, recoge estremecedores testimonios de la población nativa. Acá algunos de ellos:
“Tres hijos míos han muerto. Un niño sintió un dolor en el costado, no pudo respirar, y dos días después falleció. Tengo un hijo de seis años que también a veces no puede respirar. A veces los niños van al río y él (mi hijo) tose y se sorbe. Sale del río cubierto de petróleo. Los niños se bañan en el río y salen con los ojos rojos… Nadie en mi familia ha visto un médico.“ Mujer de Saukí
“Seis hombres han fallecido por la contaminación. Uno no pudo orinar y le dolió la cintura. Otro tenía los intestinos destruidos. Un pedacito de los intestinos salió con el excremento y falleció. Otro empezó a adelgazar, y también le dolía el estómago y falleció. Yo sé que la contaminación mató a todos porque el agua está mala“. Hombre de Nueva Jerusalén
“Estoy enferma, con dolores en el estómago, en el área vaginal y en los riñones. Tengo dolores cuando tengo la menstruación además de hemorragia excesiva. También tengo dolores cuando orino. Todo el cuerpo me duele, y he estado perdiendo peso.” Mujer de Pampa Hermosa
“Ahora, debido a la contaminación, me siento como con el cuerpo muerto, y no he podido trabajar desde hace mucho tiempo. Siempre siento un dolor del estómago, y los huesos me duelen, y tengo dolores en el área vaginal.” Mujer de Pampa Hermosa
“He experimentado temblores y palpitaciones del corazón. La boca tiembla y he perdido la capacidad de pensar. No puedo recordar, no puedo respirar. Tengo dolores en el pecho y el estómago. Cuando orino tengo dolores y las evacuaciones me duelen. Nunca he sido examinada por un médico.” Mujer de Pampa Hermosa
“Mi familia come pescado cada día. Recojo los peces en trampas, y pesco en el río Corrientes. Por aquí hay muchos peces, pero las trampas agarran petróleo junto con los peces. Cuando vivíamos en Antioquía, pescábamos en el mismo río, y tuvimos el mismo problema. Antes, los peces no eran así, especialmente los boquichico. Ahora algunos son muy duros y flacos, incluso uno puede ver el petróleo en las tripas.” Hombre de Antioquía
“Todo el cuerpo me duele, y los pies son pesados. Me es difícil caminar y tengo que caminar con un bastón. También tengo ronchas y sensaciones fuertes de calor en el cuerpo. Ningún médico me ha examinado.” Hombre de Pampa Hermosa
Ante tanto daño, urge una ley de consulta que permita a los indígenas decidir si aceptan o no este tipo de empresas en sus territorios. La vida no tiene precio.
Fonte: Servindi