Territorios periféricos: Las fronteras móviles de la miseria

Gustavo Herren (especial para ARGENPRESS.info)

Fue principalmente el petróleo que hizo posible la realimentación entre, el aumento sin precedentes de la población mundial y la brutal cantidad de energía consumida especialmente en el proceso de urbanización planetaria ocurrido durante el siglo XX. Este último, se distingue por la tendencia sostenida a industrializar y tecnificar la actividad agrícola en presencia de la mundialización financiera. Las asimetrías intrínsecas del capitalismo indujeron varias clases características de metrópoli, una de ellas con implicancias militares y geopolíticas.

Al menos una tercera parte de los más de 3000 millones de personas que se concentraron en áreas urbanas, se está configurando aceleradamente en enormes ciudades y territorios pseudo-urbanos miserables, con sus propias estructuras alternativas al orden estatal. Sin embargo el poder político en connivencia con el poder económico local y aún foráneo, suele subordinar la resolución del problema social a sus intereses, sin descartar el plano militar, como se hizo visible en las favelas en Río de Janeiro o las villas miseria en Buenos Aires.

Varios estudios revelaron que, en 2007 se produjo en el mundo un evento que marcó un punto crítico en el proceso secular de urbanización, aunque tuvo poca difusión: por primera vez en la historia de la humanidad, la cantidad de habitantes de las ciudades superó a la población de las zonas rurales.

Desde hace unas tres décadas la aplicación del liberalismo económico concomitante con el capitalismo globalizador que profundizó la asimetría en la distribución de la riqueza, aceleró fuertemente en diversas regiones los procesos urbanizadores gobernados por la concentración de la pobreza. Como resultado aparecieron 3 categorías de metrópolis: las ciudades centrales, llamadas también globales porque se identifican como polos con peso relevante en la dirección de la economía mundial en cuanto a funciones de comando y financieras, pero con menor impacto en el plano industrial debido a la deslocalización productiva hacia las periferias (como New York, Londres, París, Hamburgo, Munich, Milán, Bruselas, Tokio, Chicago, etc).

Le siguen las ciudades semiperiféricas o emergentes (globales de segundo orden), que participan en el impulso de la economía del mundo interrelacionadas con las primeras (Dehli, Mumbai, Pekín, México, San Pablo, Buenos Aires, Johannesburgo, Yakarta, entre otras). En ambas jerarquías pesan las clases medias y altas, y muestran el impacto civilizatorio que se sucede desde hace mas de un siglo en el marco de las revoluciones industriales y tecnológicas, con el transporte y la movilidad dada por el motor de combustión interna como uno de los elementos emblemáticos.

Como contrapartida aparece una tercera jerarquía que se destaca por su alto crecimiento respecto de las anteriores, son las Ciudades Miseria o periféricas con limitadas y poco significativas funciones globales, y fuerte impacto sobre ellas del mercado mundial (como Manila, Calcuta, Hanoi, Nairobi, Lagos, algunas ciudades latinoamericanas, etc). Pero además de las metrópolis miseria propiamente dichas, estas estructuras tienden a replicarse en la expansión de los suburbios de las ciudades globales en los países en desarrollo, o bien dentro de éstas surgiendo como nodos, a partir de asentamientos precarios que crecen como ‘islotes’ con fronteras móviles y pueden propagarse en forma de favelas, villas miseria, chabolas, rancheríos, etc, mostrando el brutal contraste intrínseco del capitalismo entre riqueza concentrada y pobreza concentrada. No se trata de clásicas barriadas pobres insertadas en cierto grado en el tejido urbano, lo que comienza por inquietar a los gobiernos es justamente que estos territorios al margen de lo urbano se muestran con leyes propias por fuera del control estatal, hostiles para sus fuerzas de seguridad y lo peor, con potencial capacidad como para bloquear sus alrededores y hasta las mismas ciudades globales.

Estos micro-estados miseria pueden afectar los flujos capitalistas y en el plano político la gobernabilidad, si son liderados por organizaciones criminales o narcotraficantes, o si fueran dominados por insurgentes, terroristas u organizaciones políticas y sociales revolucionarias, podrían incluso cuestionar la ideología y los axiomas del mismo régimen capitalista, como la existencia del principio de propiedad de la tierra, en el sentido que en los hechos la usurpación y su apropiación es en última instancia monopolio legal del poder y del gran capital.

Se ha estudiado que para que el Estado pueda reconquistar y asimilar al sistema de consumo a estos espacios desconexos, se comienza con la ‘pacificación’ que puede llegar a la militarización, e inmediatamente es condición necesaria ofrecer a sus habitantes recursos y medios de mejora social mediante empleos, sin embargo el concepto liberal de la actividad informal y la penetración de los bancos con microcréditos no está dando buenos resultados.

En las últimas décadas, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos está estudiando, el crecimiento y la dinámica social de estas periferias degradadas, que espera continuará junto con la expansión urbana mundial hasta que se haga evidente el principio del fin de la era de los combustibles fósiles. Por un lado estima, que los futuros combates militares se darán con mayor frecuencia en zonas urbanas donde sean amenazados sus intereses económicos, y en particular en las ciudades miseria. Lo que denomina MOUT (Military Operations on Urbanized Terrain; Operaciones Militares en Terreno Urbanizado), guerras de baja intensidad y larga duración en que las reglas cambiarán radicalmente respecto de la guerra convencional en áreas abiertas. Por otro lado, el interés del Pentágono apunta al plano geopolítico, en cuanto estos territorios puedan constituirse en enclaves fuera de control del régimen que los rodea y ser gobernados por señores de la guerra hostiles a los intereses de Washington. En la actualidad tres cuartos de los conflictos ya se desarrollan en centros urbanos.

Estados Unidos tuvo experiencias significativas en que sus tropas regulares se encontraron con el problema de la guerra urbana. En la Segunda Guerra Mundial cuando combatieron en las calles de las ciudades (Berlín, París, Varsovia, Manila), aunque los beligerantes no salían del modelo occidental convencional vigente, que generalmente conducía a la destrucción casi total de la ciudad. Aunque en las siguientes décadas Washington estuvo involucrada en decenas de guerras urbanas (como Santo Domingo, Saigón, Hué, Phnom Penh, Kabul, Panamá), con innovaciones tecnológicas que fueron reduciendo el área destructiva y el daño colateral, como en Vietnam, esta clase de operaciones urbanas era considerada casi excepcional.

Pero una de las mas violentas batallas urbanas después de Vietnam fue un caso emblemático, que evidenció un cambio en las reglas de guerra: la batalla de Mogadiscio (Somalia, 1993). Una ciudad miseria en medio de la hambruna, en que las bandas de pandilleros urbanos del señor de la guerra local Aidid, con entrenamiento callejero, apoyados por una población con alto anti-americanismo y surtida en uno de los mayores mercados de armas de Africa (Somalia y Etiopía), derrotaron a la ‘Fuerza Delta’, las tropas estadounidenses de elite consideradas como una de las mejor entrenadas, más pertrechadas y con la mas alta tecnología del mundo, apoyadas por los Rangers, por los mejores pilotos de helicópteros y por unidades tácticas y de Inteligencia.

Los sobrevivientes tuvieron que ser rescatados por las fuerzas de Naciones Unidas. Hasta Hollywood plasmó en la pantalla su versión de propaganda muy lograda (Black Hawk Down), destacando la ayuda humanitaria y el heroísmo estadounidense contra la insurgencia, mientras minimizaba los centenares de somalíes que habían asesinado los ocupantes.

Desde un enfoque militar, así como después de que Estados Unidos invadió a Irak en 2003 y en el momento que George W. Bush autoproclamó la victoria con su ‘Misión cumplida’, dando fin a la tecno-guerra convencional según el paradigma del mercado militar-industrial occidental, comenzó la otra guerra, la de la Resistencia iraquí que descolocó a los estadounidenses de su campo, parte de cuya estrategia de confrontación en terreno urbano parece haber sido legada por Saddam Hussein ante las lecciones a campo abierto de la Guerra del Golfo. Por su parte en la ciudad de Bagdad, de la otrora Babilonia, la enorme barriada miseria llamada Sadr City tuvo un rol relevante.

Pero la inquietud del Pentágono no solo fue sobre el contexto de la ofensiva militar estratégica en áreas densamente pobladas, sino porque identificó una ciudad dentro de otra, con jerarquías de soberanía local e independiente, con la implicancia geopolítica de que en el mundo, estructuras como ésta con su propia ley podrían crecer como enclaves amenaz antes dentro de las metrópolis y lo peor con capacidad para sitiarlas, como había sucedido en las barriadas de Mogadiscio. Los coches-bomba y los hombres-bomba no solo tienen sus raíces en la resistencia al invasor como en Irak y Afganistán, el Pentágono estima que en las ciudades miseria hay el equivalente a miles de ellos potencialmente dispuestos, motivados por las transnacionales del narco-crimen.

Los modelos de guerra no convencional que promueve contra estos sectores, involucran grandes desplazamientos de tropa de choque terrestre con despliegue de helicópteros, aunque todavía sigue siendo un problema no menor conservar el orden si una red de ciudades miseria sin infraestructura ni blancos de ataque definidos, entrara en una rebelión en cadena.

En un planeta en que el 90% de las ciudades estarán en los países en desarrollo, Latinoamérica se halla fuertemente insertada en esta dinámica urbanizadora marginal, hecho que no puede ser desconocido por sus gobiernos. En las favelas (las Cidades de Deus) de algunas ciudades y megametrópolis de Brasil (San Pablo, Río de Janeiro, Belén, Salvador, Curitiba, Campinas, Belo Horizonte, etc) grupos narcotraficantes y de redes criminales callejeras operan con la anuencia de sectores de la policia militar, los políticos, empresarios y el sistema de justicia, a través de milicias parapoliciales que fueron infiltrándose, lo que de alguna manera mantiene cierto grado de ‘tutela estatal’ indirecta, aunque sea por sus componentes mas corruptas. Según la inteligencia realizada por la policía brasileña y la DEA (Drug Enforcement Administration, de los Estados Unidos) en algunas de las megabarriadas miseria, aún el estado corrupto fue perdiendo control casi por completo, con implicancias en el circuito no visible de blanque o de dinero; las guerras internas de las narco-bandas y los señores de la guerra seguidos por sectores de población desplazaron la influencia parapolicial, y comenzaron a proyectar su fuerza hacia el exterior de sus territorios en el momento que las milicias pseudoestatales quisieron retornar, como sucedió en 2006.

Pero también ese año, se dio una oportunidad para que Brasilia recupere gobernabilidad en las favelas. Los antecedentes extremos de México con territorios en que se muestra como Estado fallido, caso de Ciudad Juárez o Chihuahua donde se desarrollan verdaderas guerras urbanas de contraterrorismo, o las lecciones en Haití, llevó a que tropas militares brasileñas que participaron en la ocupación de ese país entraran en la favela más grande de Río de Janeiro (Rocinha), buscando armas robadas.

Al año siguiente tropas militares brasileñas ocuparon en San Pablo la favela de Morro da Providencia, mientras el ejército de Brasil anunciaba que las técnicas empleadas fueron aprendidas en las operaciones humanitarias en Haití. Unos meses antes en ese país, tropas de la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití) realizaron la tercera ofensiva con blindados y helicópteros artillados sobre la barriada miseria de Cite Soleil, dentro del área metropolitana de Puerto Príncipe, controlada por pandil
las armadas rebeldes contrarias a la ocupación de Naciones Unidas.

La ocupación militar de las metrópolis miseria tuvo rédito político para Brasilia. La lucha contra la inseguridad mostrada al público en 2006 no fue en vano para la reelección de Lula, ni lo es hoy para su sucesora en la presidencia. La seguridad es esencial para la imagen internacional de Lula y del próximo gobierno, en cuanto al Campeonato Mundial de Fútbol 2014 y la Olimpíada 2016 en Río de Janeiro. Las favelas deben reinsertarse en el tejido urbano al menos en calidad de ‘barrios pobres’, y la cultura del consumismo capitalista es una de las herramientas para desarticular distintas formas de rebeldía y organización social.

La vigilancia y control de los espacios públicos (por ejemplo mediante redes de cámaras en la concepción de un panóptico, o con drones como se hace sobre las favelas desde 2009, siguiendo la ‘moda de los drones’ iniciada por Estados Unidos en Afganistán y Pakistán) si bien dirigidas en principio a mejorar la seguridad ciudadana previniendo el delito, tienen como corolario anticiparse a una potencial resistencia popular contra el régimen de gobierno, es decir pueden servir para el control social y la represión. Por otra parte, en la concepción capitalista de mercantilización de toda necesidad humana, la seguridad urbana se desvirtúa en una actividad lucrativa. En realidad la misma metrópoli se ha constituido hoy en objeto central de los procesos de acumulación de capital, así las viviendas y los espacios urbanos se hallan completamente mercantilizados. En las operaciones de militarización para reconquistar algunos enclaves miseria no se puede dejar de considerar el alto valor de la tierra, y el meganegocio inmobiliario subsiguiente. Algunas de las favelas tienen una excepcional ubicación en los morros.

La paulatina entrada al capitalismo de China, la caída de la Unión Soviética y la emergencia a nivel de potencias regionales de India y Brasil, dificultaron que Estados Unidos consolidara un mundo monopolar. Hoy la multipolaridad se hace cada vez mas evidente. En 2008, Brasil lanzó su ambicioso plan ‘Estrategia Nacional de Defensa’ hasta el 2030, que muestra suficientes elementos de autodeterminación como para configurar un rol de liderazgo regional con proyección global. Por un lado Brasilia busca ganar grados de libertad respecto de Washington. En la reciente IX Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas el ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, se refirió al programa político-estratégico de Estados Unidos para América Latina : ‘…Estando las preocupaciones de defensa de los Estados Unidos dirigidas principalmente a otras partes del mundo, procura desde 1995, universalizar sus preocupaciones en el plano hemisférico en lo que llama Nuevas Amenazas: el terrorismo, narcotráfico, catástrofes naturales, tráfico de seres humanos, proliferación de armas de destrucción masiva, tráfico de armas y destrucción del medio ambiente.

A partir de esta agenda, sobreentiende en forma no explícita una división informal del trabajo: Estados Unidos cuidará la defensa del hemisferio (según sus criterio unilaterales, como ocurrió durante la guerra de Malvinas), y los demás países cuidarán que esas Nuevas Amenazas no se desplacen en dirección al territorio norteamericano o que perjudiquen sus intereses… Pregunto ¿no correspondería a cada Estado definir autonomamente que entiende como amenaza?… Nuestros países no comparten los mismos conceptos sobre Seguridad y Defensa… Brasil hace una clara diferenciación entre Seguridad y Defensa. Si algún Estado juzga que el mejor modelo es emplear a las Fuerzas Armadas en funciones de seguridad interna, que así sea. En Brasil, las Fuerzas Armadas pueden ejercer esas tareas, pero sin invadir la competencia de los órganos de Seguridad, y de forma subsidiaria y limitada…

Entre los efectos negativos del empleo generalizado de los militares en el combate contra el narcotráfico, está la corrupción de las instituciones castrenses gracias al contacto con la marginalidad, y que junto con una sobrecarga de poderes socava no solamente sus capacidades operativas sino también su adhesión a las reglas de juego democráticas… Este es el modelo que compete al Brasil.’

En las operaciones militares en las favelas, las Fuerzas Armadas brasileñas actuaron en esta condición pragmática. Estados Unidos ha creado centros de entrenamiento en contrainsurgencia urbana como en Fort Polk (Louisiana) con tres clases de ciudades con 40 construcciones diferentes que permiten las operaciones de baja y alta intensidad desde un pelotón hasta una brigada, incluyendo operaciones aéreas y con helicópteros, o también las instalaciones de Fort Hood (Texas), o Fort Leavenworth (Kansas). El Pentágono actualiza su experiencia en guerra urbana en las invasiones a Irak, Afganistán y en Africa y ofrece sus servicios especializados, en especial en el hemisferio.

La agenda de seguridad de lucha contra el narco-terrorismo con que busca alinear a los gobiernos latinoamericanos (mientras el Comando Sur (USSOUTHCOM) pretende ocuparse con exclusividad de la defensa hemisférica), tiene relación con el control del conflicto social. Los modelos matemáticos indican que existen correlaciones entre la forma de propagación del crimen organizado, del narcotráfico y de la insurgencia, pero esta última tiene que ver con la subversión de valores y el levantamiento contra la autoridad no solo en el plano militar, sino también en el sindical y urbano. La doctrina de Washington casi no distingue entre Seguridad y Defensa, la intervención directa de las Fuerzas Armadas en el problema del narcotráfico le permite extender su presencia militar en el exterior, como es el caso de Colombia y últimamente el de Costa Rica que sin ejército propio ha permitido el ingreso de tropas estadounidenses para combatir el narcotráfico. Para varios países latinoamericanos que tienen en vista las dictaduras militares de la década de los ’70, no es admisible que las Fuerzas Armadas puedan intervenir directamente en la seguridad interior del país y hacer contra-inteligencia sobre sus propios ciudadanos, de modo que la represión social no solo sea por la afectación de los intereses económicos capitalistas, sino también por la ideología. Cuidándose de no confrontar con la lucha contra-terrorista de Washington, Brasilia no esta dispuesta a delegar parte de su Defensa.

Para custodiar la plataforma marítima donde se concentra la principal riqueza petrolera del país, cuya soberanía es reconocida por las Naciones Unidas pero discutida por la OTAN, Brasil comenzó con la construcción con transferencia de tecnología francesa, de 6 submarinos nucleares y 15 convencionales, además de reparar 5 en operaciones. La producción de uranio enriquecido en escala industrial, en Iperó (de mayor envergadura que la de Irán, aunque no cuestionada por Washington) se iniciará a fines de diciembre. En el plano de seguridad y guerra urbana Brasil proyecta al mundo su propia versión, desarrollada según el aprendizaje en la ocupación de un país empobrecido como Haití y en sus propios territorios de metrópolis miseria.

Río de Janeiro tiene más de 12 millones de habitantes, con más de 1 millón en las favelas. En Argentina, la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores tiene más de 13 millones de habitantes y unos 2 millones de personas viviendo en villas miseria y asentamientos. Según algunos estudios demográficos en las próximas décadas las zonas periurbanas de las actuales ciudades de La Plata, Buenos Aires y Rosario se intersectarán, formando un único megaconglomerado que conservará la mitad de la población del país.

Si bien la inmigración desde países latinoamericanos y la pobreza, explican solo en parte el fuerte crecimiento de las villas miserias y asentamientos en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, así como en otras ciudades del país, una de las causas de peso radica en la mercantilización del suelo. La decisión política histórica de los gobiernos viene estando en función de actuar como meros entes recaudadores; la construcción de viviendas sociales, los créditos y planes estatales para la vivienda, las leyes territoriales, los códigos de planeamiento urbano, las leyes que gravan la tierra vacante, es decir las regulaciones vigentes están orientadas a que el acceso al suelo para los sectores populares quede finalmente gobernado por el mercado inmobiliario privado. La apertura de loteos en tierras periféricas otrora dirigida a esos sectores, es reorientada hacia urbanizaciones cerradas. El crecimiento demográfico característico de la era energética de los combustibles fósiles así como el espacio finito artificialmente disponible, son elementos relevantes. El crecimiento de la pobreza en sí no implica necesariamente el crecimiento de los habitantes en las ciudades miseria, aunque la expansión de sus fronteras sí produce un aumento de la pobreza.

Por otro lado, la desaparición de Néstor Kirchner en un tiempo electoral rompió el equilibrio inestable en la competencia entre los grupos internos del peronismo. En forma grosera y sin perder generalidad se puede mencionar parcialmente que, por la parte oficial se muestra cierta tendencia a la intervención estatal respecto de la demanda social y sobre el mercado, así como un distanciamiento de la doctrina neoliberal en algunos aspectos, conservándola en otros, una relativa confrontación con parte del poder económico y una orientación pragmática hacia la integración latinoamericana. Por su lado los otros sectores relevantes, peronistas y parte de la oposición se orientan hacia una re-adaptación de los valores del liberalismo económico, la ruptura con los países bolivarianos, y una fuerte connivencia con el poder económico local y extranjero lo que se constituye en una alternativa muy válida para éstos. Pero todas estas posiciones, no salen del capitalismo.

El último conflicto social que involucró varios asentamientos y villas miserias aledañas, no derivó del narcotráfico como en Brasil, sino mas bien de la mercantilización del suelo y la utilización de la demanda insatisfecha de vivienda social por los sectores antagónicos para operar sobre el orden político vigente. Desde un punto de vista sociológico los enclaves miseria de Buenos Aires se hallan sobresaturados de habitantes, lo que implica indisponibilidad de parcelas de tierra libre para la construcción, de manera que el espacio debe comprarse o alquilarse, es decir se ha privatizado y mercantilizado también aún dentro estos ámbitos informales. La imperiosa necesidad de vivienda propia para los locatarios carenciados de las villas en medio de un proceso inflacionario, impulsa una demanda extrema de nuevos espacios. En la oleada de asentamientos fue posible observar la imbricación de las distintas tendencias políticas confrontando en una disputa de poder.

Sin embargo, el Estado no parece haber perdido control sobre los grandes enclaves pauperizados, como cuando se observa una larga presencia directa y permanente de los sectores políticos con redes de clientelismo. Es más, en general los gobernantes actuales y sus predecesores parecen tener amplio conocimiento de la problemática de las Ciudades Miseria y sus potenciales consecuencias nefastas, así como haber adoptado los modelos de urbanismo dictados desde el norte, tal es el caso de las regiones metropolitanas. Se trata de la integración de municipios o áreas urbanas que compiten dentro del capitalismo global con cierta independencia del Estado, en la captación de la inversiones de capital internacional, como ocurre con la región Metropolitana Norte, vecina de la ciudad de Buenos Aires, donde en algunos de sus municipios se busca el desplazamiento hacia el exterior de las fronteras de la miseria, y la incorporación de las clases medias-altas. Incluso algunos intendentes (como el del partido de Tigre) buscan asesoramiento y tecnología viajando a Israel y Estados Unidos para reunirse con el FBI, utilizando la ‘seguridad’ como eje, si bien está demostrado que el crecimiento de las villas miserias, es decir de la pobreza, no implica necesariamente un aumento en la inseguridad.

El surgimiento en el siglo XXI de cada vez más metrópolis, ciudades y enclaves miseria como consecuencia del proceso de urbanización mundial del siglo anterior, en el contexto de la globalización capitalista, constituye una fórmula inestable. Generalmente se nombra a ‘la’ Educación cuando en realidad no existe una única educación. Esta puede ser individualista, funcional al poder, al capital, al coloniaje, o bien de otra clase con escala de valores muy diferentes. En los territorios en pauperización, conviven entre otros trabajadores, desocupados, excluidos, pero también grupos peculiares cuyo único ‘maestro’ es la propia ciudad miseria, con una educación de supervivencia en un orden caótico, en la frontera difusa entre la vida y la muerte, por fuera de las ideologías convencionales y la educación formal, y con valores muy distintos del bien y el mal. Así el Estado puede proponerse controlar el narcotráfico o controlar mediante el narcotráfico, al fin de cuentas el imperio Británico pretendió doblegar a China mediante el opio, y hoy el narcotráfico es una de las armas del imperialismo estadounidense. En un futuro, la lucha de bandas, el conflicto social y el combate urbano también serán potenciales campos de operaciones de guerra militar, de baja intensidad que la tecnología de punta no necesariamente resolverá, y para colmo también terriblemente lucrativas para las multinacionales capitalistas…

http://www.argenpress.info/2010/12/territorios-perifericos-las-fronteras.html

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