Por Manipadma Jena – IPS
La granja de media hectárea que Sukomal Mandal tiene en el mayor bosque de manglar del mundo es un oasis de prosperidad, a pesar de que el mar se está tragando lentamente a la tierra.
Mandal, de 50 años, y su familia viven en la localidad india de Biswanathpur, en Sundarbans, el bosque de manglar de 10.000 kilómetros cuadrados que India y Bangladesh comparten en el delta de la bahía de Bengala.
En este punto álgido de biodiversidad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), no quedan dudas sobre el impacto de la subida del nivel del mar que provoca el calentamiento global.
Los estudios muestran que la región perdió anualmente unos 5,5 kilómetros cuadrados entre 2001 y 2009, en comparación con los cuatro kilómetros cuadrados perdidos por año en las cuatro décadas previas.
La población de la zona, de aproximadamente cuatro millones de personas, padece un sinfín de crisis, entre ellas la falta de agua potable, una de las necesidades más urgentes de las comunidades de subsistencia que viven y trabajan desde hace generaciones en la red de islas que componen el Sundarbans.
La invasión del mar, así como los ciclones, las tormentas, las tierras de cultivo erosionadas y perdidas en las costas de las islas, las inundaciones fluviales debido a las lluvias concentradas, el agua salobre que se filtra por los terraplenes y el aumento de la salinidad del suelo profundizaron la pobreza en estos pueblos, donde tres de cada 10 personas viven por debajo del umbral de la pobreza.
Los habitantes, como Mandal y su esposa Alpana, tuvieron que innovar para mantenerse con vida. Es así que adoptaron métodos nuevos, como la agricultura integrada, para enfrentar el cambio climático.
Agua por todas partes, pero no para la agricultura
Un estudio realizado en noviembre de 2014 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza advierte que la escasez de agua dulce está llegando al punto crítico en la parte india del Sundarbans, que ocupa una gran parte del estado de Bengala Occidental.
Según Sugata Hazra, oceanógrafo y experto en cambio climático de la Universidad de Jadavpur, en Kolkata, la región necesita con urgencia una inyección de 507 metros cúbicos de agua dulce por día para mantener sus ecosistemas y medios de vida.
El aumento de la salinidad perjudicó a las tierras de cultivo en 52 de las aproximadamente 102 islas habitadas en el lado indio del bosque.
Mientras tanto, un observatorio en la isla de Sagar, la mayor de las islas, que soporta la peor parte de las consecuencias climáticas, registró un aumento del nivel medio del mar de 17,8 milímetros por año entre 2001 y 2009, bastante más que los 3,14 milímetros anuales en la década anterior.
No es fácil llegar a fin de mes en estas condiciones.
Varios grupos de agricultores del bloque administrativo Patharpratima, en el distrito Sur 24-Parganas, dijeron a IPS que cada familia tiene al menos un integrante emigrado, cuyas remesas son cada vez más necesarias.
Otros, como Sukomal y su esposa, recurren a métodos de agricultura integrada.
“El sistema de agricultura integrada prácticamente reproduce a la naturaleza”, explicó Debabrata Guchhait, un capacitador de la Sociedad de Bienestar Srijan Indraprastha (ISWS), que trabaja por la seguridad alimentaria de la comunidad.
La técnica “reúne a la granja y la casa”, por lo que los residuos de un ámbito de la vida se transforman en un insumo para el otro. Los cultivos básicos se mezclan con otras variedades de plantas y hortalizas, mientras que el ganado, los patos y las gallinas forman parte del ciclo autosostenible.
El proceso “reduce los costos y riesgos de la explotación agrícola al recurrir a lo orgánico y la diversificación de las fuentes de rendimiento e ingresos, al tiempo que garantiza la nutrición”, indicó Guchhait a IPS.
Las gallinas se alimentan de hojas verdes, granos rotos y maíz. Sus residuos se utilizan como abono orgánico junto al estiércol de las tres vacas y dos cabras de Mandal. El resto de los desechos de las aves drena hacia un estanque, donde alimenta a los peces.
La excavación del pequeño estanque para cosechar agua durante el monzón anual, que normalmente aporta unos 1.700 mm de lluvia, fue de gran ayuda para la familia.
En la superficie de una ‘bigha’, una unidad de medida equivalente a 0,133 hectáreas, Mandal cosecha 480 kilos de arroz con cáscara, 70 kilos más que antes, y suficientes para cubrir el consumo mensual de su hogar.
Ahora que tiene suficiente agua fresca, Mandal logra dos cosechas de arroz al año, con un total de 900 kilos en un año sin desastres naturales. Después de satisfacer las necesidades alimentarias de su familia, gana unos 400 dólares con la venta del sobrante.
Con las hortalizas que cultiva en la misma superficie gana el doble, ya que planta un cultivo mixto de más de 25 variedades a lo largo del año. Con el uso de cada centímetro de espacio libre, la familia aumentó su capacidad de recuperación frente al cambio de los patrones climáticos.
El desbordamiento de la laguna también tiene sus beneficios.
“Nuestra familia de cuatro personas consume tres kilos de pescado por semana y vende algunos”, explicó Alpana a IPS.
De todas formas, son muy pocos quienes practican la agricultura integrada.
“De nuestros 890 miembros en 17 aldeas, solo 15 adoptaron la agricultura integrada”, observó Palash Sinha, que dirige la ISWS en el bloque Patharpratima.
“Una de las principales razones… es el alto costo de 12.000 rupias”, unos 200 dólares, “que cuestan las parcelas agrícolas integradas”, explicó. A pesar de la asistencia técnica y del apoyo monetario que reciben de organizaciones de la comunidad, muchos agricultores se resisten a tomar los préstamos de 5.000 rupias con ese fin.
“Para que las parcelas funcionen con eficacia se necesitan al menos 0,072 hectáreas”, o sea 720 metros cuadrados, agregó Sinha. “Muchos agricultores ni siquiera poseen esa cantidad de tierra”, subrayó.
Otros asocian el método integrado con un trabajo más arduo.
“En un buen año, los ingresos de las granjas integradas pueden ser 200 por ciento mayores que los de las granjas convencionales, pero el factor trabajo es 700 por ciento superior”, sostuvo Samiran Jana, un agricultor integrado en el pueblo de Indrapastha.
La ayuda estatal a los agricultores marginales que esperan transformar sus pequeñas parcelas es sumamente baja, aseguran los expertos. Por ejemplo, el Plan de Acción de Bengala Occidental para el Cambio Climático, que incluye la promesa de reforzar la asistencia, aún no se ha implementado.
Los expertos recomiendan que, en este país donde 56 por ciento de la población activa se dedica a la agricultura y donde 80 por ciento son pequeños agricultores o campesinos sin tierras, se realicen esfuerzos concertados a nivel federal para proteger a los millones de personas cuyos medios de vida están ligados a los patrones cambiantes del clima.
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Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga.
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Fuente: Inter Press Service (IPS).
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Foto: La familia Mandal vive en una granja de media hectárea en el Sundarbans y utiliza métodos integrados para asegurar la supervivencia. Crédito: Manipadma Jena/IPS