El joven indígena huitoto Jorge Pérez Rubio reflexiona sobre el crecimiento de la economía peruana que favorece principalmente a quienes están más arriba. “El ruido de la economía próspera y pujante es como del rebato de un curaca de otro clan, el pueblo escucha a lo lejos mientras labra la tierra, pero no lo acepta” indica
Por Jorge Pérez Rubio*
El buen momento de la economía del Perú se puede comprobar en la reciente dinámica de la inversión pública y gastos del Estado. La tasa de crecimiento económico anual de 5,7% dice que el nivel de vida de la población está aumentando, la balanza de pagos ha mejorado (es decir las divisas por las exportaciones es mayor que el flujo de divisas provenientes por las importaciones, y las inversiones extranjeras y la amortización de la deuda pública se han incrementado).
El Gobierno ha legislado, “Ley de Retorno”, a favor de los peruanos que radican en el exterior para asegurar el acceso en los empleos locales que demanda alguna especialización y otros beneficios. Los programas Beca 18 y Pensión 65 tienen cualidad de grandeza para los intereses de la nación, y los recursos ordinarios por transferencias de partidas para la construcción de infraestructuras sociales (educativas, habitacionales, viales, de comunicación y salud, etc.) son señales nítidas del esplendor económico del país que beneficia a una minoría y aviva la esperanza de bienestar de la mayoría de los peruanos.
Está claro que el crecimiento de la economía peruana favorece a la industria del capital y a la población siguiendo la misma lógica de su generación: de arriba hacia abajo. El rápido e importante crecimiento del sector de servicios, industria y de las actividades financieras, así lo demuestra.
Las actividades de subsistencia de la población rural y urbana (migrantes internos) prescinden de la seguridad alimentaria y capacitación para el trabajo específico en el contexto de una economía emergente. Beca 18, en esta situación, es un proyecto selectivo, semiurbano, focal (participan o concursan jóvenes de comunidades mayores) y de incierta frecuencia en un determinado periodo, mientras que Pensión 65 y similares son ayudas eminentemente materiales y de consumo limitado.
En estos momentos hay miles de personas que conviven con la inseguridad vital, principalmente en las comunidades mayores (capitales de distrito) y en los cinturones de pobreza urbana de los migrantes del campo a la ciudad. Los pobladores de las comunidades pequeñas abrigados por los bosques prístinos coexisten todavía con la abundante generosidad, gracias a la conservación legendaria y perseverante: con la tierna luz del amanecer llegan trayendo consigo pescados, aves y animales para el consumo de la familia y emparentados (los canales de la reciprocidad sostiene la vida comunitaria); entretanto, otras familias realizan faenas de siembra o cosecha. En estos lugares donde se anida y crece en el alma la virtuosa dualidad hombre – bosque, el Estado dejó de ser importante por el rigor que su olvido y ausencia perpetró. La presencia del Estado como promotor de bienestar sin amenaza de la fuente originaria de vida forma parte del sueño de estos pueblos y comunidades.
El ruido de la economía próspera y pujante es como del rebato de un curaca de otro clan, el pueblo escucha a lo lejos mientras labra la tierra, pero no lo acepta. Jóvenes estudiantes universitarios que provienen de comunidades nativas distantes, afirman confrontar serias dificultades para seguir estudiando en la ciudad de Iquitos sin ningún punto de apoyo, sus padres realizan actividades hortícolas según la experiencia tradicional, comercializan los frutos y sostienen la familia con otros hijos en edad escolar. Muchas familias han comido una sola vez el día de hoy en la comunidad de los migrantes loretanos y dos veces en comunidades mayores, varios connacionales están hospitalizados y sacudiendo cadenas de solidaridad para completar la receta que no incluye el SIS, y alumbran en la noche las actividades domésticas con velas o lamparillas.
Los jóvenes indígenas de comunidades distantes se dedican a la extracción de madera como negocio propio o mano de obra, trabajan con los contratistas de las empresas petroleras y, en la frontera, eligen sin otra opción colaborar con las actividades ilícitas. Mientras que los migrantes dedican la fuerza y capacidad de su juventud en faenas informales, irrisorias y contraproducentes a la motivación y emprendimiento de éxito.
Los inmigrantes rurales levantaron otra comunidad en la ciudad de Iquitos y las comunidades nativas de tierras profusas son dos extremos de una misma línea social que no está siendo incluido en las dimensiones económicas del país, teniendo en cuenta sus motivaciones y racionalidades primigenias o asimiladas.
—
*Indígena del pueblo Huitoto y ex dirigente regional de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP).
—-
Fuente: Enviado por el propio autor: http://irapay.blogspot.com
–
http://servindi.org/actualidad/81914#more-81914