Indígenas son objeto de burla por su forma de hablar y vestir, menospreciados por su origen, incluso por el propio Estado
Servindi – Un estudio elaborado en base a cerca de 500 testimonios de miembros de pueblos indígenas muestra las diversas formas y los escenarios en que estos son víctimas de discriminación, en el estado de Guanajuato, México.
Se trata del estudio “Análisis de la discriminación a los grupos indígenas (en Guanajuato)”, realizado por Ricardo Contreras Soto y Maricruz Romero Ugalde, el cual parte de la pregunta: “¿usted ha sido discriminado?”.
En él se concluye que de un total de 483 entrevistados, el 57.55 por ciento se sintió alguna vez discriminado. Dicho sentir se daría en las ciudades, a donde muchas veces migran, pero también incluso dentro de sus propias comunidades, sobre todo cuando reciben las visita de foráneos.
Si bien la cifra resulta alarmante, los autores no descartan que ésta sea mucho mayor ya que, sostienen, es posible que el entrevistador haya inhibido a los entrevistados o que en muchas de las respuestas estos (los indígenas entrevistados) hayan sido precavidos.
“También pudo haber sido que la discriminación se ‘naturaliza’ e incorpora en el habitus en la vida cotidiana continua, por las expresiones ‘se acostumbra uno’”, explican.
Guanajuato
El estado de Guanajuato se ubica en el centro de México y se subdivide en 46 municipios.
Las entrevistas realizadas se hicieron a distintos grupos indígenas localizados o que transitan en la región del Bajío -en la zona correspondiente a Guanajuato- donde se encontró nativos otomís, purépechas, chichimecas jonaz, chichimecas-otomís, huachichiles.
Asimismo, amuzgos, huastecos, mayas, mazahuas, mazatecas, mexicas, mixes, mixtecos, nahusa, pames, tarahumarsa, totonacos, triquis y zapotecos.
Discriminación en la vida cotidiana
Según explica el estudio, de carácter cualitativo, la discriminación sigue un trazo que parte en la mirada de los otros, los que no son indígenas, y que reflejan desde desprecio hasta repudio.
“A veces veo, que hacen sus caras como si oliéramos mal o como si les diéramos asco, porque nos ponen caras muy feas. O a veces cuando me pongo en la puerta de alguna tienda, me corren”, dice para el estudio una mujer otomí de 42 años.
Para otro entrevistado, esta vez del pueblo Chichimeca, es como si fueran “delincuentes o malas personas”.
“Muchas veces ven feo, no abren las puertas o peor aún: te gritan “india”, por cómo anda vestido uno”, dice una nativa purépecha.
En el transporte público se ve plasmado episodios de ese tipo, de madres que incluso con sus hijos en brazos son impedidas de acceder a este servicio.
El factor habla
Otro componente de discriminación es el habla de una lengua indígena. Esto se expresa en el hecho de que muchos originarios dejan de hablar sus lenguas para no motivar situaciones de discriminación.
Similar situación se da a través de la negación de sí y el mimetismo “que evita la coacción y el repudio social”.
Pobreza y exclusión
El estudio resalta que los indígenas, por lo general, se ubican en zonas de mayor pobreza económica, algo que, explica el estudio, se ha heredado como parte de la exclusión social al no tener condiciones materiales sociales suficientes que permitan generar vida digna.
Así, se aprecia que no cuentan con la tenencia de las tierras, y con programas sociales de educación, salud, luz pública, agua potable, etc.
La investigación acota que si bien las mayores penurias se dan en las ciudades de destino, “las comunidades de origen de los grupos indígenas tampoco son el paraíso”, ya que allí también se presentan desigualdades, por ejemplo, en el manejo de los recursos lo que permite estructuralmente ver sistemas de explotación y abuso.
Se citan componentes como la tierra, el manejo del agua, el manejo de las semillas, los arrendatarios, los coyotes, los que prestan dinero (agiotistas), etc.
En el trabajo
Los casos más comunes de discriminación en este campo se dan a raíz de prejuicios “porque la gente piensa que (los indígenas) son ignorantes”, dice un mazahua, o que “por verte indígena no sabes hacer las cosas”, comenta un otomí.
En la Escuela
En este escenario hay, según los autores de la investigación, una frecuente manifestación de discriminación hacia los indígenas de diversas maneras, entre ellas la burla, el apodo, la broma, actos de repudio, de ridiculización, estigma, exclusión.
“Una vez los demandé, porque no querían dejar entrar a mis hijos a la escuela, porque éramos de fuera y por ser indígenas. Nos dijeron que habían escuelas especiales para nosotros”, dice una purépecha.
Por el Gobierno
Al igual que ocurre con los espacios públicos, los representantes del mismo Gobierno son actores discriminantes. En las oficinas del servicio público existe una tendencia a no tratar bien a las personas indígenas.
Lo mismo pasa en la estaciones de la policía, e incluso fuera donde los indígenas son víctimas de hostigamiento por parte de los efectivos.
Para acceder el estudio publicado recientemente, hacer clic en el siguiente enlace:
–
Vendedora de muñecas de trapo con su hija. Foto: Cuartoscuro