Apenas el 0,06% de los campos europeos se cultivan con transgénicos. Esto supone un descenso del 23% desde 2008, es decir, en tan sólo tres años. Siete Estados miembro de la Unión Europea prohíben el cultivo del maíz transgénico de Monsanto por las cada vez mayores evidencias de sus impactos ambientales y socioeconómicos, así como sobre sus incertidumbres en la salud.
Tres países han prohibido el cultivo de la patata transgénica de la empresa Basf por precauciones sanitarias inmediatamente después de ser aprobado su cultivo en la primavera de 2010 y cinco Estados miembro han llevado a la Comisión Europea ante los tribunales por su autorización. ¿Por qué la Unión Europea no tiene una política clara y, sobre todo, unificada sobre el tema? Algo huele a podrido en Dinamarca.
La oposición de los europeos a los alimentos y cultivos transgénicos se ha incrementado hasta el 61%. Y subiendo. Los cultivos transgénicos no tienen ningún futuro en Europa. Ya se han demostrado su impacto negativo en el medio ambiente, en la sociedad y en la economía, mientras que aún no está demostrado que sean inocuos para el ser humano. No es extraño, pues, que tengan una fuerte oposición social. Sin embargo, muchos gobiernos los permiten. La pregunta es: ¿por qué?
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