La trenza insurrecta

El pasado debe funcionar como memoria viva en un presente que nos encuentra viviendo una coyuntura particular, un nuevo momento político signado por la lucha de nuestros pueblos que han podido imponer un freno a la ofensiva del neoliberalismo.

La historia de nuestra región puede ser descripta a partir de su configuración al servicio de las necesidades ajenas, sosteniendo el desarrollo capitalista de otros y visibilizando un adverso legado: la dependencia económica, la falta de desarrollo en base a necesidades y propuestas internas y una nefasta situación social de ramificaciones inimaginables.

Desde la época de la conquista en el siglo XV hasta la actualidad las riquezas del continente latinoamericano han sido trasformadas -en capital europeo primero, y luego norteamericano- acumulándose en beneficio del desarrollo de otras metrópolis, y muy lejos del lugar que las vio nacer.

Si en un principio se rapiñaron las vísceras de los cerros –mediante la explotación en socavones y yacimientos de indios y negros esclavos arrancados de su África natal– hoy la historia continúa, potenciada por la exacerbación de un capitalismo globalizado que internacionaliza el proceso de producción de bienes y servicios, dividiendo al mundo de acuerdo a zonas que ofrezcan la mayor cantidad de ventajas para el abastecimiento, producción y comercialización; a fin de incrementar las ganancias reduciendo al mínimo los costos.

Pero si hay algo que sacude la ciénaga de este sombrío panorama, es la acción que marcha paralela al recrudecimiento económico neoliberal: el fortalecimiento de las luchas campesinas, indígenas y urbanas.

De la larga historia de rebelión que podríamos ir puntualizando, nos gustaría hacer hincapié en el siglo XX, más precisamente lo que está aconteciendo en los últimos 15 años, pues entendemos que es un proceso que está en marcha, que continúa agitándose en nuestros días y que nos ofrece puntos de apoyo para lograr una articulación en la resistencia.

En el marco de los “festejos” por el V centenario de la conquista y colonización de la América originaria (1992) hubo una ola de reconocimientos de los derechos indígenas (reformas constitucionales de Colombia en 1991, México en 1992, Chile en 1993, Perú en 1993 y Ecuador en 1998) que lamentablemente terminaron siendo simples gestos orientados a aquietar los ánimos y detener la protesta; sin atender a los reclamos de base comprendidos en el pedido de autonomía y la disputa por la territorialidad, entre otros.

Esto no detuvo la organización que avanzó con ritmo implacable, y a la lucha por la preservación de los recursos naturales –como en el caso de Cochabamba en Bolivia– se le sumó la protesta por la privatización del agua –como en el sur de Tucumán, Argentina–; demostrando la sintonía de los reclamos.

El año 1994 es una bisagra en relación a la lucha, inaugurándose un nuevo ciclo internacional nucleado en torno a la resistencia en contra los problemas derivados de la globalización neoliberal, con el movimiento zapatista en México en el momento en que el país ingresaba al TLCAN. También los “Sin Tierra” en Brasil desde los inicios de la década; el movimiento piquetero en Argentina; los levantamientos indígenas en Bolivia y en Ecuador, entre otros.

Lucha campesina: el reclamo por la tierra

Las luchas potenciadas por las comunidades campesinas, que exigen la reforma agraria para recuperar o acceder a la tierra, comenzaron desde el mismo momento en que los conquistadores la ocuparon y configuraron en grandes latifundios, haciendas y plantaciones. Su reclamo por la tierra está enlazado a otras demandas, como la exigencia de soberanía alimentaria, el respeto por la biodiversidad y la defensa de los recursos naturales. Con estas acciones disputan la hegemonía a un modelo dominante caracterizado por la presencia de cultivos transgénicos, concentración de la tierra y una agricultura sin agricultores y de exportación. A los pueblos históricamente organizados -como Brasil y México- se le han sumado en el último tiempo otros, como Argentina (APENOC, MOCASE), Chile (ANAMURI), Colombia (ANUC-UR), Perú (CNA, CCP), Bolivia (CSUTCB), Ecuador (FENOCIN), Venezuela (CANEZ) y Paraguay (CONAMURI), entre otros y a esto se le puede agregar la acción de la Vía Campesina que los aúna a través de las fronteras.

Pueblos originarios: en defensa de la identidad

Sostienen una resistencia desplegada a lo largo de cinco siglos y han saltado a escena en los últimos años, por la insurrección armada del zapatismo en México (1994); los bloqueos y cercos a las ciudades en Bolivia (2000/2003); la participación en la política institucional (Ecuador y Bolivia) y, en fin, por las marchas y protestas en contra del exterminio neoliberal impuesto por las empresas trasnacionales en complicidad con los estados locales. Rebelados contra el saqueo a la madre tierra, rechazan la ocupación de los territorios para la realización de actividades industriales, mineras, agroempresariales; así como la privatización del agua, la tierra, los bosques, y los saberes tradicionales. Sus territorios han sido militarizados, forzándolos a desplazarse. Muchos fueron encarcelados, otros mueren por desnutrición y enfermedades. En setiembre de 2007, la ONU aprobó la “Declaración Universal de los Derechos Indígenas” que establece su derecho a la autodeterminación, al control de la tierra y recursos naturales, y a la preservación de la cultura y tradiciones.

Afrodescendientes:  contra el racismo y la discriminación

Fueron históricamente segregados en una Latinoamérica donde la tercer parte de la población es afrodescendiente. Pocos conocen su contribución al proceso libertario -desde la rebelión de Enriquillo en el año 1522 (Santo Domingo), Zumbis dos Palmares (Brasil, siglo XVII), Francisco Congo (Perú, siglo VIII), etc.– la actuación en las guerras independentistas del siglo XIX (Petión-Bolívar-Miranda, Nat Turner, Maceo), así como el valioso aporte a las gestas antiimperialistas a lo largo del siglo XX. Un pueblo opacado a partir de las formas del racismo y la xenofobia, queue se remite a los procesos de la trata negrera y el salvaje sistema esclavista implementado por los países europeos. Recién a fines de la década del `80 algunos países reconocieron constitucionalmente sus derechos (Nicaragua en 1987, Brasil en 1988, Colombia en 1993, Ecuador en 1998 y Perú en 2005). Ellos son un componente esencial en la lucha que los movimientos sociales están desplegando a lo largo del continente.

http://iconoclasistas.com.ar/2010/05/29/la-trenza-insurrecta/

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