Mujeres intensas

Frida

Por María Paz, em La Betty Rizzo

Problemáticas, ardientes, inolvidables. Suelen dejar a su paso un algo, imposible que pasen inadvertidas. De hablar fuerte, de mirar intenso, como un café de grano sin azúcar. Chúcaras, insurrectas, jamás catalogadas como pacíficas, dóciles o tranquilas.

Suelen amar y desamar como si todo fuera a irse en ello. Apuestan todas las veces todo lo que está en el bolsillo, sin cuestionarse un segundo si estaba correcto o si quedarían destrozadas. No logran dejar las cosas a medias, le cansan los miedos o las medias tintas, aunque permanentemente le atraen polarizadamente a quienes se las tejen por esas fauces. Suelen desprender de la piel el olor que se queda impregnado por meses en otros nombres y en su cabello se esconden pinches que jamás declararían que existen. Porque no se puede amar simplemente, no se puede amar de a pocos y la vida es demasiado rápida como para quedarse sólo en una historia unidireccional.

Cuando delatan su corazón, son incapaces del silencio, sus gritos se escuchan desde kilómetros. A veces suelen cometer la infamia de enamorar más de lo que serían capaces de reconocer la razón, la decencia, el tino, la distancia. Y llevan en su morral, los destinos flojos de los cobardes que no pudieron con el fuego, no quisieron, no subsistieron. Cargándolos como en la parte de atrás de la bicicleta, como por olvido, como por desidia, como por olvidar sacarlos.

Las mujeres intensas cargan hijos propios y de otros, cargan con los hijos huachos que no son de ellas porque no son de nadie y de su útero nacen una y otra vez ideas y redes que no tienen un ápice de fin. Cargan como si fueran un container emocional, cargan con los dolores y los reveses de las veces que no pudieron amar como a ellas les gusta y en sus cicatrices brillan los hombros al viento, en una tarde de verano. Y también ríen y sonríen mucho, porque saben que no sabemos hasta cuánto durará todo esto, así que se encargan de reír a carcajadas mientras se pueda, la vida cambia a cada momento.

Cuando miran no son capaces de mentir si se les mira bien, aunque tengan la capacidad de embaucar a su paso a cualquier bestia indomable o insignificante, como un huracán y adiestrar a los caballos para que completen el carruaje, así como las banderitas del mapa o las laminitas del album, aunque en su vida hayan sólo algunos que logren de verdad, quedarse en su piel, más allá de un instante glorioso.

Las mujeres intensas están solas aunque nunca lo están. Nunca. Porque entre sus pechos guardan secretos y encomiendas amorosas de otras dimensiones. Porque aman no solo a sus parejas, sino que sus proyectos, a sus amigos, a sus vidas, a lo que logran, aman y entrelazan su vida a las de las de otras mujeres intensas, como si en esa misma red, pudieran descansar cuando ya no hay donde guarecerse.

Las mujeres intensas, problemáticas, ardientes, inolvidables mecen en la calle las caderas de todo un pueblo, de los pueblos que zigzaguean, cuando es necesario, justo y placentero.

Foto: FineArtAmerica

Enviada para Combate Racismo Ambiental por Lara Schneider.

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