Rodrigo Melinao, el adios de un guerrero

piensaprensa – Una mañana nublada y oscura nos recibe en la comuna de Ercilla, sonidos de trutrucas alertan nuestra visita, de pronto bajamos al lugar donde nos reciben los comuneros saludamos uno a uno, portaban coligues con forma de flechas, en el interior muchas familias con sus atuendos y colores llaman a la paz, las comunidades ya estaban instaladas y duermen en carpas y a la intemperie. 

El humo de la leña era parte del paisaje y llenaba mis ojos de emoción ver cada una personas que el frío y la lluvia no logran paralizar esas almas guerrera. Una vez al interior, nos recibe la familia, en fila entramos al lugar donde se encontraba el féretro, adornos con banderas y un poncho que utilizada el weichafe, también llamó mi atención las ofrendas a los pies de la urna, un par de sopaipillas, anticuchos, y galletas al interior de un pocillo de madera

Quería ver la imagen de ese hombre ,el guerrero, que parecía dormido cual viajero buscando su camino… de pronto estoy en presencia de su hermano quien con mucha bondad me saluda y abraza como si fuésemos grandes amigos, paso seguido, me ubico en una ladera de un pequeño cerro, contemplando el paisaje, el pueblo y sus habitantes. Luego viene la ceremonia, el ataúd es llevado a la cima del monte, ahí el pueblo rodea el féretro, cantos y gritos de guerra nuevamente estremecen mi cuerpo…no solo se vá un luchador, sino también un hermano

Hombres a caballo hacen guardia en el lugar mientras la machi da el último de los saludos a Rodrigo. Los coligues en alto, banderas de luto, el palín furioso golpeando al viento. Sonidos que hielan mis huesos, más aun que el mismo aire que respiro. Una vez terminada la ceremonia, el ataúd se dirige rumbo al cementerio, escoltados por jóvenes y viejos guerreros, que sobre sus corceles abren paso sobre la multitud, el barro en mis zapatos no es impedimento para seguir la marcha y registrar las señales del dolor.

Niños juegan en un charco de agua, bicicletas totalmente llena de barros, sus rostros, sus risas, no necesitan la tecnología ni computadores para ser felices.

Transportado a pulso, el féretro se mantiene alto como cual ave siguiendo su curso, los hombres al ritmo del cultrún enfilan al último lugar en donde permanecerán los restos de este ejemplar hombre rumbo a su lecho final…

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