Por Rebecca Murray
SANÁ, ene (IPS) – Las mujeres yemenitas desempeñaron un papel crucial en las protestas contra el régimen de Ali Abdullah Saleh, derrocado en 2012 tras 33 años en el poder. Pero, pese al proceso de diálogo nacional, ellas siguen chocando contra un muro de leyes y prácticas discriminatorias y un status quo dispuesto a someterlas
“Nadia está quebrada internamente”, dijo una trabajadora del refugio femenino de Saná. Esta joven de 25 años, originaria de un pueblo montañoso al norte de la capital de Yemen, fue forzada a una “permuta matrimonial” para salvar a su hermano del alto costo de la dote.
El riesgo de la supuesta solución económica es que, si una pareja rompe su parte del acuerdo y se divorcia, la otra está obligada a hacer lo mismo. Por eso la negativa de Nadia a mudarse con su nuevo marido tuvo consecuencias devastadoras.
Cuando la mamá de Nadia descubrió que sus hijos estaban planeando matarla como castigo, ambas fueron expulsadas de la casa. La joven comenzó a trabajar como empleada de un jeque local, pero su situación empeoró cuando la vendió a un obrero yemení en Arabia Saudita.
El golpe final fue cuando su nuevo marido la quiso obligar a prostituirse estando embarazada. La joven escapó con su madre hasta que encontró refugio en el albergue secreto de la Unión de Mujeres Yemenitas, donde viven desde entonces.
Esta grave discriminación de género no existió siempre en los papeles. Antes de la unificación de Yemen en 1990, las mujeres de la costa sur gozaban de más derecho que las del norte montañoso y conservador. Pero tras la guerra civil de 1994, las reformas constitucionales significaron un retroceso.
“Las mujeres y las niñas de Yemen sufren una generalizada discriminación en la legislación y en la práctica”, señala el informe de 2012 de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, con sede en Londres.
La actual Constitución de Yemen marca el tono para un trato desigual entre los géneros, llamándolas “hermanas de los hombres”.
Las leyes de Estatus Personal, que marcan las pautas para el matrimonio, el divorcio y la herencia, también son retrógradas.
La edad mínima para contraer matrimonio de 15 años fue eliminada en 1999. Una década después, parlamentarios conservadores bloquearon esfuerzos para fijarla en 17. Actualmente no hay un límite, solo se necesita el consentimiento del tutor; y las relaciones sexuales están permitidas a partir de que la niña llega a la pubertad.
Falta de educación y formación profesionales, complicaciones de salud y violencia doméstica son males que suelen estar asociados con el matrimonio precoz.
Las mujeres también deben obedecer a sus esposos en todos los asuntos so pena de perder apoyo económico. Un hombre puede casarse cuatro veces si notifica antes a sus esposas y si las puede mantener, y también puede anular un matrimonio por medio de una declaración oral al instante.
El Código Penal de Yemen también es muy favorable a los hombres que cometen “asesinatos por honor”, como matar a las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Los hombres que matan mujeres adúlteras reciben un máximo de un año de prisión o una multa.
Según el Índice de Disparidad de Género del Foro Económico Mundial de 2012, la discriminación figura en último lugar según criterios de economía, política, educación y salud.
Sarah Jamal Ahmad, de 24 años, es una activista dinámica que estuvo al frente de las protestas en Saná el año pasado. Además es una de las mujeres que luchan por la equidad de género en el proceso de diálogo nacional, en la Constitución y la legislación.
Según ella, habría que empezar por fijar un sistema de cuotas para el gobierno con candidatas formadas que rompan el impasse en materia de disparidad.
“Cada vez que hablo de cuota tengo que aclarar que estoy a favor del 50 por ciento”, precisó Ahmad. “Pero ahora lucho por 30 por ciento y quiero que sea con calidad, no solo cantidad”, apuntó. “No se trata solo de cifras, sino de quiénes”, añadió.
La destruida ciudad portuaria de Adén se ubica cerca de un gran volcán en el océano Índico. Sus gobernantes son distintos a los del norte de Yemen. Fue colonia británica hasta 1967 y luego formó parte de la República Popular Democrática de Yemen, respaldada por la hoy disuelta Unión Soviética.
Las mujeres de las organizaciones femeninas fueron profesionales, abogadas, empresarias y dirigentes políticas cuyas carreras quedaron truncas.
“El norte ganó la guerra, se apropió de todo y el gobierno de Saná nos dijo que nos fuéramos a casa”, relató Khadija Alhirsi, una ingeniera en geología que ahora dirige la Asociación Solidaridad para el Desarrollo.
Fatima Meresse, directora de la Unión de Mujeres Yemenitas de Adén coincidió: “Antes de la unificación fue nuestra mejor época. Había una ley de familia que nos daba derechos. Pero todo cambió en 1994, nos sacaron la profesión y cambiaron las leyes. Fue un retroceso”.
Una mujer que Meresse insiste en ayudar es Susan Shehab. Una mujer de 50 años con rostro demacrado y melancólico que estuvo casada 30 años y fue golpeada durante los últimos 10 por su esposo alcohólico.
Shehab llora al recordar el abuso sufrido. Una vez fue a una comisaría con el cuerpo y el rostro gravemente golpeado y le dijeron que se fuera porque su esposo había pagado coima a los oficiales. Además, él la obligó a entregar su parte de la casa y la echó.
Ahora ella alquila un apartamento sola y está en juicio por el divorcio y por la propiedad de la vivienda. La Unión de Mujeres Yemenitas le consiguió un abogado.
“Parece que es un juego, mi esposo le está pagando al juez”, señaló Shehab. “Amenazó a nuestros hijos. Pero no dicen nada porque tienen miedo”, apuntó.
Meresse contó otro caso similar en que un hombre se divorció de su esposa y trató de echarla de la casa.
“Reunimos a 20 mujeres y hombres para ayudarla. Formamos un muro alrededor de ella y contamos con el apoyo de un abogado. El caso sigue en la justicia, es único”, relató.
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