Campesinos apelan a saberes ancestrales

Por Emilio Godoy

MÉXICO, jun (IPS) – Con escasos apoyos institucionales, las poblaciones de las áreas rurales de México recurren a su conocimiento tradicional, caracterizado por su flexibilidad, para afrontar y adaptarse a la variabilidad del clima, resaltan expertos.

“Los campesinos tienen una gran tradición de apropiación del territorio, lo cual los hace bastante flexibles. Pero no siempre ese conocimiento tradicional funciona. La adaptación no es un proceso lineal”, dijo a IPS el investigador Fernando Briones, del estatal Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas).

El académico desarrolló el proyecto “Saberes y prácticas climáticas de los pueblos indígenas de México: los choles”, del municipio de Tila, en el sureño estado de Chiapas, uno de los más pobres de este país. Ello le posibilitó analizar los ritos y pericias agrícolas de ese grupo originario, uno de los 62 que habitan esta nación.

Briones constató que los campesinos, que cultivan maíz, frijoles y café, siembran una parte antes del comienzo de la época de lluvias, en junio, otra mucho mayor acorde con el calendario tradicional y una última porción pasada la estación húmeda. Otra práctica es plantar a diferentes alturas. 

La región estudiada, donde los productores se dedican mayoritariamente a la agricultura de subsistencia, se caracteriza por fuertes precipitaciones que ocasionan inundaciones y deslaves.

En México hay aproximadamente cinco millones de familias que se desempeñan en la economía campesina, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El territorio chiapaneco es uno de los más vulnerables al cambio climático, expuesto a lluvias torrenciales, sequías, incendios forestales, deforestación y pérdida de riqueza natural.

“Hay evidencias de que las comunidades han creado esquemas de gobernanza local, basados en la apropiación de los recursos naturales. Las acciones frente al cambio climático son decididas por ellas”, explicó a IPS el coordinador de Corredores y Recursos Biológicos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Pedro Álvarez.

Uno de los proyectos que esa instancia ejecuta desde 2008 en la selva Lacandona, de 1,8 millones de hectáreas y uno de los albergues de mayor biodiversidad del país, ha logrado bajar la tasa de deforestación de cinco por ciento a 0,5 por ciento, con la activa participación de los habitantes.

Las comunidades manejan y cuidan el ecosistema, por lo cual reciben un pago anual por servicios ambientales.

México emite anualmente unas 709 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases responsables del aumento de la temperatura planetaria. En particular Chiapas es responsable de lanzar a la atmósfera unas 32 millones de toneladas de CO2, en su mayoría provenientes del uso de suelo, de la deforestación y de la actividad agropecuaria.

En Chiapas viven unos 4,8 millones de habitantes, un millón de los cuales son indígenas, repartidos en siete etnias, según datos del Inegi.

“La adaptación se ajusta progresivamente. Algunas formas son la emigración temporal y el cambio de actividades económicas: de ser agricultores pasan a ser albañiles en zonas urbanas más grandes, y retornan para la época de siembra”, explicó Briones.

Los agricultores suelen observar señales climáticas, como la aparición de plantas e insectos y la emigración de aves ligada al avance del periodo lluvioso.

La investigación de Briones sobre los choles (“gente de maíz”, en lengua maya) forma parte de la Red sobre Riesgo y Vulnerabilidad: estrategias sociales de prevención y adaptación, integrada por universidades de México, Gran Bretaña, Francia, Italia, Holanda y Finlandia.

En muchas comunidades, los productores recurren a prácticas agroecológicas, como el uso de fertilizantes orgánicos, el reciclaje de agua y la diversificación de cultivos para no empobrecer la tierra.

El estudio de 2009 titulado “El impacto del cambio climático en las tierras y sus características”, elaborado por la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente y Recursos Naturales, indica que 80 por ciento de las 30 millones de hectáreas de uso agrícola del país son altamente vulnerables al fenómeno, lo cual amenaza la seguridad alimentaria nacional y a la población más marginada.

Así, los campesinos pobres experimentarán mayores dificultades de adaptación por la falta de recursos para adquirir nuevas tecnologías, de acceso a la información para planear las siembras y escasas posibilidades de contratar un seguro agrícola.

Por eso, el conocimiento ancestral sería insuficiente, pues se requeriría de medios para encarar la erosión, aumentar el ingreso familiar y mantener la materia orgánica del suelo, entre otros aspectos.

“La producción sostenible y el manejo sustentable de los recursos naturales es una línea de estrategias que estamos proponiendo para trabajar en la región, con la cual impulsamos la protección de la selva y fomentamos entidades productivas sustentables. Se necesitan mejores medidas para que las comunidades se apropien de los recursos naturales”, expuso Álvarez.

Conabio ha desembolsado más de tres millones de dólares en el proyecto en la selva Lacandona.

Para Briones, el tema trasciende la supervivencia de una colectividad, pues se refiere a la seguridad alimentaria del país.

“Hay potencial de adaptación bastante alto, pero para poder tener un impacto mayor se tiene que resolver asuntos esenciales, como los problemas básicos del campo mexicano”, como la pobreza, la falta de financiamiento, el atraso tecnológico y la productividad.

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100881

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