EZLN: 17 años de proclamar la esperanza

San Cristóbal de las Casas, Chiapas. La injusticia sigue siendo la moneda con que se paga a los pueblos indios de México su enorme y conmovedor esfuerzo por salvar, más que a ellos mismos, al país entero, en un momento en que las pocas familias del poder económico y político multiplican sus intentos de lo contrario: destruir a México, explotarlo, venderlo, dejárselo quitar como en los viejos viejos tiempos de su Alteza Serenísima Santa Anna. Llenándose obscenamente los bolsillos con la riqueza del país y los más emigrantes pobres del globo. Bonito logro de los gobiernos neoliberales, que tienen hoy en Felipe Calderón Hinojosa su acólito más cumplidor, capaz de desatar la mayor violencia institucional en nuestros últimos 80 años.

Es la extraña violencia que responde a la violencia-porque-sí de todos los negociantes y traficantes del actual mundo capitalista. Desatados en muchas partes (Afganistán, Rusia, Italia, Colombia, y ahora tristemente México), son considerados los “criminales” de la historia. Pero los poderes “legales” han resultado insultantemente afines al enemigo que dicen combatir. El paramilitarismo, las células de sicarios, la infiltración en policías y fuerzas armadas, la existencia de redes internacionales de producción y tráfico de drogas, armamentos y personas, son parte constitutiva del sistema “global”: la fase más avanzada y audaz del capitalismo. Y a ojos vistas, la más destructiva.

El avance de los ejércitos legales, y los ilegales, abre siempre paso a las grandes empresas mineras, petroleras, agropecuario-industriales, constructoras (destructoras), farmacéuticas, de energía, mediáticas, evangelizadoras o simplemente expulsoras netas de la población por violencia física o económica.

Los “estados de guerra” resultan óptimos para el avance de estos negocios, tan jugosos que los gobiernos (ya no necesariamente Estados) pueden pasarse por el arco del triunfo las COPs que sean, todas las cartas a Santaclós de la ONU y el Banco Mundial, los acuerdos internacionales, los tribunales y demás.

En los killing fields de Irak, Palestina, Chechenia y México. Pero también la vasta Amazonía mutinacional, por ejemplo y por otros medios. En este mapa minado y desconcertante, cuya evolución pone en riesgo, particularmente y como nunca la viabilidad de México como Nación (algo que asumen con igual conformismo gobernantes e intelectuales de suicida entusiasmo), sigue palpitando un rincón (“en la esquina de esta pobre nación” como cantaba Real de Catorce; “el más olvidado”, como dijeron los zapatistas hace 17 años).

Sí, Chiapas. No sólo un campo de batalla más en la onda expansiva del capitalismo global y la apropiación de recursos estratégicos, sino uno de los lugares donde, de manera persistente y eficaz, verdaderamente la lucha sigue. De manera pacífica, practica la autonomía con justicia y eficacia (raros atributos en los gobiernos actuales de todo nivel en México).

Diciembre tiene en Chiapas dos marcas indelebles: la masacre de Acteal el día 22 (1997), y el año nuevo para amanecer en 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Dos gritos de alarma y dolor que a todos nos incumben; dos proclamaciones de una esperanza.

Esta esperanza ha sido traicionada una y otra vez por los poderes de la Unión. Nunca atendieron a los cambios en las leyes nacionales demandados por el levantamiento zapatista, ni al clamor de justicia y reparación que sostienen las Abejas de Acteal, hoy parte de la Otra Campaña del EZLN, del mismo modo que en 1997 fueron perseguidos y masacrados por ser simpatizantes del zapatismo y parte de su resistencia social.

Al renovado, actualizado y bien documentado reclamo de las Abejas este 22 de diciembre desde Acteal, viene como “respuesta” esto: según previsiones de la organización evangélica Confraternice, en los próximos meses podrían salir finalmente libres todos los paramilitares presos por su participación directa en la masacre de Acteal hace 13 años. Así, no sólo se incumple con la justicia elemental, sino se pavimenta el de por sí garantizado camino a la impunidad de los verdaderos responsables de aquella masacre, y en general de la violencia paramilitar en Chiapas durante el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León.

No pudo ser más elocuente que el silencio de las comunidades zapatistas y el EZLN este fin de año, al conmemorarse el 17 aniversarios de su rebelión, en una época en que su autonomía persiste y se refuerza, en condiciones de resistencia que, dada la descomposición nacional en curso, resulta una inmensa barricada en el mundo de lo real contra la embestida global (en su versión “nacional”) hacia los pueblos indígenas. Esta es la guerra de exterminio que los zapatistas y el Congreso Nacional Indígena no han dejado de denunciar desde fines del siglo pasado.

Allí está hoy, contra la impunidad y el olvido; contra el cínico incumplimiento de los acuerdos de San Andrés firmados por el EZLN y el Gobierno en 1996; contra la destrucción de suelos, ríos y pueblos, hoy que queda tan pocos mientras el globo se calienta y congela como si lo mismo diera; contra la muerte de la milenaria civilización maya, ahora resulta que tan viva, tan estimulante, tan nuestra. Allí está hoy la lucha. El fin de la historia ni siquiera ha comenzado.

http://desinformemonos.org/2011/01/ezln-17-anos-de-proclamar-la-esperanza/2/

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