Seguridad jurídica de territorios indígenas: Una estrategia efectiva para mitigar el cambio climático

Por Gil Inoach Shawit

8 de diciembre, 2010.- Si los representantes de las organizaciones indígenas no asumen una posición propia frente al cambio climático, en los demás procesos, serán victimas de imposición de conceptos que vienen de grandes agendas internacionales.

La agenda internacional en el fondo se cuida mucho de no afectar políticas económicas ni intereses de grandes industrias emisoras de dioxido de carbono, lo que en términos estratégicos de negocio, siempre acabará inclinándose en acuerdos ambiguos. Y es así como se está encaminando el proceso; de lo contrario no se estarían haciéndo los oídos sordos cuando los indígenas reclaman su derecho colectivo al territorio frente a las políticas que el mundo debate en torno de los REDD, REDD+REDD++.

Insisto en decir que una posición propia es mejor, porque solo así vamos a hacer entender con conocimiento de causa a las comunidades sobre los términos que están en juego y que por alguna mala información, muchas de ellas, piensan ofrecer sus terrenos con bosque al mejor postor.

Debe entenderse que la mayoría de los miembros de la comunidad internacional debate la agenda climática poniendo por delante el interés que económico que tienen las transnacionales para proteger sus negocios. Dicen estar concentrados por los problemas que nos traerá el calentamiento global, pero en la práctica eso no está ocurriendo y lo digo con el respecto que se merecen algunos países industrializados de Europa que se han mostrado más receptivos con la idea de frenar y disminuir las emisiones.

De parte del sector económico que ve en todo “dinero” se insinúan estrategias que podrían promover la tala masiva de árboles amazónicos para incentivar la producción de biocombustibles y el monocultivo; por ejemplo, las palmas aceiteras. Algunos funcionarios gubernamentales de Malasia han expresado en alguna oportunidad que las plantaciones de palma aceitera pueden considerarse mejores en “absorber” carbono que otras especies de rápido crecimiento.

Los que siembran soya, también tienen sus propios argumentos. Estos afirman que contribuyen en la mitigación del cambio climático con sus cultivos de leguminosa enverdeciendo las áreas desérticas (esto no es cierto, sino preguntemosle a Brasil) con igual capacidad de captación de carbono de un bosque reforestado, bajo el lema soya “responsable”.

Estos argumentos forman parte de la corriente ideológica de la economía expansiva que ahora se llama bioeconomía que es una suerte del proyecto muy perverso de algunas iniciativas REDD que muchos califican como falsas soluciones a la crisis climática. Algunos críticos que siguen el proceso muy de cerca sostienen que la Convención Mundial de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático se está convirtiendo en una plataforma para facilitar, legitimar y ampliar la bioeconomía.

“Las multinacionales Big Grain, Big Biotech y Big Forestry se benefician del número cada vez mayor, el alcance y el porcentaje de metodologías agrícolas aprobadas por la UNFCCC para las compensaciones de las emisiones de carbono, captura de carbono y adaptación al cambio climático. Sin embargo, en lugar de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y estabilizar el clima, las falsas soluciones a la crisis climática proporcionan nuevas formas para que las empresas transnacionales se expandan y consoliden el control de las semillas, tierras, aguas y bosques, y por lo tanto representan una amenaza grave para los agricultores, los pueblos indígenas, pescadores y los trabajadores rurales”, dice la fuente de manera alarmante.

Se dice que el principal productor de soya es Estados Unidos con el 38% de la producción mundial, a lo que dentro de los diez principales proveedores de soya, son cuatro los países latinoamericanos que se suman: Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia que representan cerca del 45% del total de soya producida en el mundo. En tanto, los países asiáticos que cultivan la palma aceitera, principalmente malasia y más recientemente Indonesia, cuentan con 4,4 millones de hectáreas de plantaciones, ubicándose en 80% de producción mundial. Es probado que cualquier iniciativa del proyecto que promueva los monocultivos lo que han conseguido es secuestrar menos dioxido de carbono con las plantaciones de palma que el volumen emitido de carbono liberado por la deforestación.

Los cultivos de estas plantaciones están expandidos por el mundo entero y sería ingenuo seguir creyendo que estos países asuman compromisos serios para ponerse a pensar sobre las causas del calentamiento del planeta. Lo que les interesa es adueñarse de más áreas para fomentar sus cultivos, mientras los quemadores de combustibles fósiles que son las industrias extractivas y las grandes fábricas, seguirán aumentando sus emisiones, sin importarles que sus políticas de pago por secuestro de carbono a los países con bosques (uno de los mecanismos de mitigación al cambio climático), violen los derechos colectivos de los pueblos indígenas.

Para ellos, el cambio climático es una agenda que estorba y lo único que hacen y seguirán haciendo es impedir que se generen políticas globales serias. El daño colateral que incide de manera directa en la salud y alimentación de la población, sumado a las alteraciones del ecosistema y degradación de la diversidad biológica del que es víctima la naturaleza es sin duda el producto de la actuación irresponsable de las industrias que aportan más enfermedades que el remedio al clima. Ni siquiera los estados tienen el control de las ideas que traman estos grupos de poder.

La única organización indígena que ha adoptado una posición propia hasta el momento es la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA). Esta posición aún está por implementarse en las bases. Lo que se destaca de la propuesta es que los indígenas no podemos estar dependiendo de la tabla de salvación que nos ofrece la comunidad internacional, porque en la llegada final las tablas prestadas son siempre ajenas. Los indígenas debemos de tener nuestra propia tabla de salvación. Esa tabla de salvación lo tenemos en nuestros territorios porque ahí está el bosque que aun se mantiene intacta.

Estamos enfrentando un fenómeno natural del que todos estamos obligados por instinto de sobrevivencia buscar medios y recursos para salvar el planeta. Los políticos y las industrias seguirán hablando y hablando para buscar la forma de salvar sus intereses despojándonos de nuestros territorios, pero llegó el momento de sincerarnos para con el mundo con un único mensaje: Nuestro territorio será la tabla de salvación y el potencial de almacenamiento de carbono que ella representa, contribuirá que el resto de la humanidad siga respirando vida. Para ello, nos atrincheraremos en nuestro territorio para defenderla y protegerla para el bien del planeta. Seguridad jurídica de territorios indígenas como un mecanismo eficiente para mitigar el cambio climático.

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